lunes, 19 de agosto de 2013

El Diablo existe

Casi nunca hablo de teología porque no tengo mucho que decir. Pero esta vez aflojaré algo sobre el Diablo —¿es tema teológico?—, pues me consta que existe. No sé si es sobrenatural, pero sí sé de su condición humana. Lo he tenido cerca y he sobrevivido. Todo lo que se atribuye a sus distintas advocaciones es cierto: marrullero, zalamero, manipulador, provocador, tentador, ladino, simulador, zascandil, enredador y demás cataduras arteras.
El Diablo no es malvado sencillo, pues no actúa como el atracador, por ejem-plo, que viene y dame lo que tienes porque si no te quiebro. El Diablo actúa de modos más esquinados. Anda con un tumbaíto, te viene con ardides, artimañas, te adula, por ejemplo. Y una vez que te seduce viene el escobazo, el chuzo, la bellaquería.
Es decir, es como el corrupto. Una de sus especialidades es el fariseísmo, chupa hostias, se pinta como más puro y duro que todo el mundo para abrirse paso al ir sacando del camino a quienes creen de verdad, sus primeras víctimas, hasta que convierte el Sermón de la Montaña en la Inquisición y los Manuscritos económico-filosóficos en Juicios de Moscú, Gulag, Invasión de Hungría, de Checoslovaquia, Kampuchea Democrática (http://j.mp/QR9VWg). Como no tiene amor propio no le importa hacerse pasar por santa, guerrillero heroico de Jardín Botánico y delación plenaria, revolucionario que tortura revolucionario, hermana del alma que te entrega, Gómez que traiciona a Castro, Pinochet que voltea a Allende, Miquilena que… Por eso hay que mantenerse lo más lejos posible de quienes no tienen amor propio porque es gente altamente peligrosa. Quien no se ama no ama. Y quien no ama desprecia porque se des-precia.
En la película El enemigo, de Luis Alberto Lamata, alguien dice: «Cuando te comportas como el enemigo, eres el enemigo». El mayor éxito de la maldad es volverte persona malvada. Te va provocando, incitando, puyando, dale que dale hasta que ves rojo y te comportas como el Diablo y entonces eres el Diablo. La literatura mística abunda en ejemplos y modos de enfrentar al Diablo. Pero no es suficiente.
Lo sería si el Diablo no se hiciera pasar por santo y no te dijese que el santo es el Diablo y que el Diablo es el santo. Quien incurre en corrupción te dice que eres quien la comete. Denuncias el malandraje y el malandraje te acusa de malandrería.
Hay modos de enfrentar a esos demonios. Primero identificarlos. Míralos haciendo alardes de una pureza prístina y cristalina, más que todo el mundo. Se victimizan cuando se les denuncia alguna pillería. «Soy un pobre perseguido político del rrrÉgimen». Blaise Pascal decía que la fuerza es obvia, en tanto que la justicia es discutible. Entonces, como no se pudo dar la fuerza a la justicia, se entregó la justicia a la fuerza. La fuerza dijo a la justicia: «Eres injusta; soy yo la justa». Y así fue como el Diablo asaltó el poder.
Respeto la religión, siempre que ella me respete. Pero te invito, creyente, si crees de verdad (los demás que se jodan), a estar alerta contra el fariseísmo si no quieres fundar infiernos en la Tierra, porque el Diablo puede instrumentarte para su propio uso. Entonces eres el Diablo.
@rhm1947

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