Earle Herrera: Walsh, Chávez, Maduro
Por abril de 2011 escribí la crónica titulada El insufrible premio de Chávez. Nuestro entonces Presidente recibió el galardón periodístico Rodolfo Walsh, otorgado por la Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Desde la Sociedad Interamericana de Prensa hasta las ONG de Venezuela se engrincharon. El Sindicato de la Prensa (Sntp) llegó más lejos: envió una carta a la decana de la facultad exigiéndole que le quitara el premio a Chávez. No logró su objetivo, aparte del ridículo continental, desde el Orinoco hasta el Río de La Plata.
Si las organizaciones protestantes -SIP, CNP, Sntp- hubieran sabido quién fue Rodolfo Walsh, se habrían ahorrado su berrinche y la grotesca petición de revertir el premio. Por aquel entonces escribí sobre Walsh: “Fue un intelectual orgánico, integral, en la mejor concepción de Antonio Gramsci. Los fachos que lo asesinaron se llevaron su cadáver y lo desaparecieron hasta el sol de hoy. Cultivó la narrativa, el ensayo y el periodismo. Fue un hombre de pensamiento y acción. Lo mataron en 1977. Desde Venezuela, quienes militábamos en el periodismo revolucionario, elevamos nuestra denuncia al mundo y nuestra solidaridad con los compañeros montoneros que enfrentaban la dictadura apoyada por la SIP”.
Para organizar algunas acciones de solidaridad, me reuní una tarde con el colega, amigo entrañable y camarada Freddy Balzán, fundador al igual de Walsh de la corresponsalía en Caracas de Prensa Latina. El cafetín de Sociología de la UCV supo aquellos encuentros de solidaridad con el periodista revolucionario y mártir de las luchas latinoamericanas. Su última carta a la junta militar argentina fue censurada por los grandes medios -La Nación, Clarín- de Buenos Aires.
Rodolfo Walsh luchó por la comunicación popular en su país y América Latina. Por el impulso que a esta le dieron y dan los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro, reciben el premio que honra la memoria del gran periodista latinoamericano. Los tres son militantes del mismo sueño, ese que plasmó en la letra impresa del Correo del Orinoco el Libertador Simón Bolívar.
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