Clodovaldo Hernández: “El cuento” de la guerra económica
La noticia, según los medios autoconsiderados libres e independientes, es que los expertos de la Organización de las Naciones Unidas no se tragaron “el cuento” de la guerra económica. Los especialistas de diversos países, integrantes del comité de la ONU sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, reunidos en la muy diplomática ciudad suiza de Ginebra, no sucumbieron ante el verbo académico-revolucionario del ministro Ricardo Menéndez y rasparon a Venezuela en su examen de políticas sociales. Eso dicen.
Para la prensa, los partidos opositores y las organizaciones no gubernamentales (que forman un tridente, y no precisamente como el de Messi, Neymar y Suárez), la postura que supuestamente asumieron esos expertos zanja el debate. Conclusión: el modelo socialista fracasó y, por tanto, debemos volver al anterior, del que nunca debimos haber salido, pues.
Es un sofisma, diría mi amigo Roberto Hernández Montoya, pues se da a entender que de las críticas de los expertos puede inferirse que hace años, cuando éramos felices y no lo sabíamos, esos derechos económicos, sociales y culturales sí estaban garantizados, versión que solo pueden dar por buena los jovencitos que no vivieron aquellos años y los desmemoriados, que en algunos casos lo son a propósito. Muerda aquí.
Entonces, qué tal si hacemos algo que las informaciones de prensa no han hecho: hablar del fondo del tema. Podríamos comenzar por preguntarnos si en estos años de democracia participativa hemos mejorado o empeorado en lo que se refiere al ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales. ¿Qué pasa si comparamos con los años previos al cambio político de 1999?
Luego de quince años, esta es una discusión crucial y como toda discusión en Venezuela -crucial o no- está cargada hasta los tequeteques de eslóganes, de frases hechas, de prejuicios, de descalificaciones, característica que termina envolviéndola en una nube tóxica, en un ambiente atorrante, en una periquera insportable. Avisado.
En mi opinión no objetiva (es una redundancia, pero valga la advertencia), en los años de la República Bolivariana no es solamente que ha habido un mayor respeto a los derechos económicos, sociales y culturales de los sectores mayoritarios de la población, sino que además se retomó conciencia de que esos derechos eran algo importante. En un tiempo en el que todo el mundo quería olvidarse de lo social, el comandante Chávez se empeñó en poner el asunto de nuevo en la agenda, cuestión que incluso han reconocido -aunque a regañadientes- algunos opositores, como el laureado periodista Teodoro Petkoff. De hecho, hoy hasta los políticos de la derecha más recalcitrante tienen que mostrar un perfil social o están liquidados de antemano.
Y, vamos a ver: ¿cuál si no esa revalorización de lo social ha sido la causa del crudo enfrentamiento político que hemos tenido en este tiempo?
La derecha nacional y global (sobre todo, la global) no pueden permitirse el lujo de que exista un gobierno con una cosmovisión tan errada (para estos sectores, el enfoque centrado en lo social es una aberración). No pueden permitirlo porque es malo para los negocios específicos que se hagan con el país que tenga ese gobierno; y es peor aún porque ese tipo de gobiernos se convierte en “mal ejemplo” para una comunidad que ya estaba resignada al capitalismo puro y duro.
Mi segunda politóloga de cabecera, Eva Ritz Marcano, dice que esa derecha nacional-global encuentra un suelo fértil en cierta clase media que no reconoce logros en materia social, en la medida en que no los considera suyos, sino exclusivos para los necesitados.
Por ejemplo, 400 mil viviendas construidas en menos de cinco años no les impresionan porque son para pobres, enchufados y mantenidos, no para gente de su nivel (“Yo lo que quiero es un apartamento con vestier”, dice Ña Magda, medio llorosa). Son gente a la que una red de distribución pública de alimentos no les parece importante, pero en cambio sueñan con que algún día haya un Waltmart en su centro comercial. O sea.
Superado el episodio ginebrino, con saldo negativo para el Gobierno (¿cuándo no es así en la prensa libre e independiente?) la artillería mediática se apresta ahora a un nuevo desafío: descalificar, ridiculizar, hacer bullying del reconocimiento que el presidente Nicolás Maduro va a recibir de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la FAO, por los esfuerzos del Gobierno en la lucha contra el hambre y la desnutrición.
La prensa tendrá que hilar fino para explicar cómo es que la FAO, la Unesco, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, entes internacionales de mucho prestigio en sus respectivos ámbitos, han dado reconocimientos a un rrrrégimen que fue a Suiza y no fue capaz, según la misma prensa, de meterle a unos expertos “la coba” de la guerra económica.
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