martes, 2 de septiembre de 2014

Las aristas de la conspiración

Tiempos de revolución, tiempos de conspiración; elemental principio de la dialéctica. La historia es así, sin embargo, más allá del genérico, es necesario intentar descifrar sus códigos y expresiones para apuntalar la direccionalidad política en aras de la construcción del proyecto revolucionario.
No basta señalar, porque la conspiración se articula y también tiene su propia direccionalidad: sus diferencias son tácticas pero no estratégicas. Obviamente toda revolución enfrenta los poderes hegemónicos en un acumulado histórico de circunstancias y coyunturas que desde siempre han impuesto un orden mundial que ha desplazado los centros de poder desde hace algo más de 500 años, cuando se inició lo que hoy conocemos como globalización o mundialización de la economía, desde los centros de poder de la vieja Europa continental, pasando por el Reino Unido, hasta llegar a los Estados Unidos de América. Por lo tanto la razón sustantiva de las contrarrevoluciones siempre ha sido de naturaleza geopolítica, no importa donde se haya iniciado el proceso revolucionario.
Cómo se aborta una revolución es cuestión de método, dentro del más puro cartesianismo o dentro de otros escenarios menos cuadráticos como los que vivimos hoy, donde el método solo es un recurso con muchas aristas. En este escenario geopolítico se busca entonces arrinconar a la Revolución para que se ahogue en sus propias contradicciones y banalizar los principios del cambio estructural necesario en todas las esferas políticas, sociales y económicas. Esas siempre serán las puntas de lanza para arremeter contra un proceso que requiere de solidaridades internacionales para que pueda consolidarse como opción alternativa al poder hegemónico imperial.
La revolución no se hace en solitario, exige el concurso de muchas voluntades colectivas: la multipolaridad, el respeto mutuo y la complementariedad. La conspiración siempre tratará de mostrar las dificultades, las debilidades, los errores, antes que los logros alcanzados, aunque éstos no sean poca cosa. En consecuencia, importa más mostrar los logros que seguir participando en una demostración interminable de las sinrazones que esgrime la oposición; es casi como caer exactamente en una trampa que distrae, desgasta y termina por ocultar lo que la Revolución hace y construye día a día.
La razón sustantiva de las contrarrevoluciones siempre ha sido de naturaleza geopolítica, no importa donde se haya iniciado el proceso revolucionario
Entretanto la conspiración continúa, sea por la vía de las violencias cotidianas programadas que generan el sentimiento real de la inseguridad, sea por la vía de la incertidumbre de no conseguir lo necesario, o por el hecho real del desabastecimiento programado, vía contrabando, bachaqueo y una gama de matices de una forma de conspirar a partir de la desaparición de lo que antes, mal que bien, se conseguía.
La estafa organizada de los recursos económicos y financieros no es algo casual o coyuntural porque a alguien se le ocurrió que era posible hacer negocios con las divisas, hasta llegar a la compra-venta pura y simple del papel moneda de más alta denominación para luego reinvertirlo en el mismo contrabando de otros productos subsidiados por el Estado. La conspiración también tiene sus espías, sus infiltrados, sus agentes dobles. ¿No será que CADIVI era parte de la conspiración?
Porque la corrupción, antes que un pecado capital es un instrumento para pervertir la cosa pública, para obstaculizar cambios importantes, para desacreditar procesos… ¡para tumbar gobiernos! La conspiración también se mueve por los pasillos ocultos de la burocracia, por las conciencias o inconciencias de los que están pero no son; o el halago siempre oportuno a los que quieren ser por el camino más corto de la traición: la conspiración también divide.
Así pues, no hay nada nuevo bajo el sol; es la misma lucha contra el mismo enemigo que sigue siendo uno solo, único aunque aparezca como incoherente, desubicado o falta de sentido: también eso es parte de la conspiración.
Ojo pelao, decía el Comandante, somos Patria, somos Pueblo, tenemos Voz y no es poca cosa lo que hemos logrado en estos años de Revolución: allí debe estar nuestra mirada, nuestro sentimiento, nuestro compromiso; siempre será esa la mejor respuesta a todas esas tácticas combinadas de una conspiración que nunca cejará en su empeño contrarrevolucionario.

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