viernes, 12 de julio de 2013

NOSOTROS, LOS MARGINALES…
NOSOTROS,LOS MARGINALES...
Es duro reconocerlo, pero la mayoría de personas que habitamos este planeta, somos, de alguna manera, marginales. Más de mil millones vive con menos de un dólar al día, y más de tres mil millones vive con menos de dos dólares. La cifra no puede lucir peor, sobretodo al considerar la hecatombe exponencial de la economía moderna, cifrada en los principios neoliberales.
La gran paradoja contemporánea es que luego de grandes avances en la creación de bienes y servicios, en función de la calidad de vida, solo unos pocos tengan acceso a su disfrute. Desde el agua potable y el derecho a la educación, hasta el disfrute del arte y la experiencia de la libertad plena. Hay niveles de marginalidad. Los pobres, por ejemplo, destinados a vivir al margen de los bienes elementales, y la clase media confinada a la marginalidad cultural. Sí, la clase media es marginal, y lo triste es que lo ignora.
Estamos hablando de ese confinamiento que nos acorrala en un círculo estrecho, como una masa sumisa, obediente y callada. Aunque hoy los Indignados de España levanten las banderas de la lucha porque tomaron conciencia de su condición de marginales, es preciso preguntarles qué hacían antes, cuando gozaban de la ficción económica en la que protagonizaban pálidos personajes de reparto, mientras millones en el mundo entero padecían de hambre, analfabetismo, sed y discriminación. Abrigamos la esperanza de que este despertar les haga mirar hacia los que ellos creyeron siempre abajo, hacia los pobres, como iguales, como los suyos, es decir, como aquellos que sufren la marginalidad económica más cruda, desde tiempos ancestrales.
¿Pero cómo va a ser? Se pregunta usted, señora, o usted, señor, que no aceptan esta condición, porque son profesionales y viven en una urbanización privada, además poseen vehículos y vacacionan con frecuencia en el extranjero. Pues sí, viven un nivel del confinamiento entramado desde el poder. Ustedes, señores de la clase media, sufren una atroz marginalidad cultural, signada desde los medios de comunicación y entretenimiento que les confinan a consumir cine basura, TV mediocre, historia falsa, noticias sesgadas, modas, productos innecesarios, estatus, y, sobretodo, la perenne esperanza de subir de clase. A ustedes, amigos de la clase media, les cierran el círculo con más eficacia porque no tienen conciencia de su encierro. Si la tuvieran, no expresarían tanta obediencia, ciega y sumisa, al sistema. Si usted no fuera marginal, gozaría la experiencia de oír buena música en cualquier radio, o tendría acceso a disfrutar de las obras de artes plásticas o literatura que la humanidad ha creado, cuando le viniera en ganas. Si usted no fuera marginal sabría la verdadera historia de los pueblos, estaría informado con la verdad y no sería otra víctima de la movida perversa de la banca, que juega con sus ahorros en Wall Street o los evapora en sus bolsillos abismales. Asumamos esta condición que por naturaleza hemos endilgado a los pobres, quienes viven más allá de las vías perimetrales, en los barrios desatendidos, en el cerro y los campos. Ellos padecen con mayor atrocidad el confinamiento porque les niega la posibilidad económica para satisfacer sus necesidades básicas, pero nosotros, clases medias del mundo, aceptemos que también estamos pendiendo de un hilo, que podría romperse en cualquier momento para devolvernos al lugar de donde venimos.
Es momento de aceptar que nosotros, la mayoría, somos marginales, víctimas silenciadas por un grupo minúsculo que decide nuestros destinos. Somos y seremos marginales mientras no busquemos salir del círculo, para ver más allá, y alzarnos como una misma clase, la explotada y ninguneada. Si hay algo peor que ser marginal, es no enterarse de ello, porque nos convierte en doblemente marginados o en margimasoquistas.

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