Detener al
fascismo defendiendo al socialismo
Por: Toby Valderrama y Antonio Aponte
Aquí las señales son claras: asesinaron a Chávez, eso ya nadie lo pone en cuestión, pero el magnicidio queda en el aire, como una pieza suelta, sin relación con nada, “nadie lo hizo”, no pensamos para qué lo perpetraron.
Cuando en el horizonte político aparece la posibilidad revolucionaria, todas las fuerzas reaccionarias se confabulan contra la inminencia de cambio profundo. Dos son los frentes que se abren contra la Revolución: el fascismo y el reformismo, los dos, por diversas vías, intentan asaltar a la esperanza. Veamos.
El reformismo actúa desde adentro de la Revolución, sus métodos son distraccionistas. Plantean caminos que conducen a la nada, impiden construir los fundamentos de la nueva sociedad, los cambios en la economía y en el espíritu que harían fuerte a la Revolución. En pocas palabras, su función es desmovilizar, desarmar ideológicamente a la Revolución. Y cuando encuentran resistencia a su camino errado, frente a la crítica usan la represión, las acusaciones sin base, el desprestigio, para eso aprovechan todos los métodos: desde su aparato de propaganda hasta la violencia. Las acusaciones, sin la menor honestidad, van desde “extremistas”, “desfasados de la historia”, “dogmáticos”, hasta “agentes de la CIA”, esta última hecha siempre de manera difusa, donde se mete en un mismo saco a agentes convictos y confesos y también a la crítica sería. La confusión los dispensa de argumentar, así, su discurso no tiene límite para la engañifa. Nadie dice que el rey está desnudo, los que podían hacerlo están ahora silenciados por diferentes métodos. De esta manera, debilitando, desmovilizando, el reformismo abre las puertas al fascismo.
Asombra, así lo dice la historia, el papel de adormecimiento que cumple el reformismo, y sobre esa apatía, esa debilidad, actúa el fascismo. Esa es la historia de hitler y también la de pinochet. El fascismo manda señales muy claras y el reformismo esconde la cabeza en la arena, el fascismo asoma los dientes y el reformismo le hace carantoñas, y, paradójicamente, persigue a los revolucionarios. Estas reflexiones, que surgen de las entrañas de la historia, deberían llamarnos a poner las barbas en remojo.
Aquí las señales son claras: asesinaron a Chávez, eso ya nadie lo pone en cuestión, pero el magnicidio queda en el aire, como una pieza suelta, sin relación con nada, “nadie lo hizo”, no pensamos para qué lo perpetraron.
Volaron Amuay, una de las refinerías mayores del planeta, y lo denunciamos brillantemente, la investigación asombra, minuciosa, sagaz, digna de una película, y lo tratamos como una pieza suelta, sin relación con nada.
Nos cortan la principal línea de energía eléctrica, y gritamos sabotaje, pero miramos al cielo como si fue asunto de los marcianos.
Nos amenazan con guerra económica y repicamos diciendo que estamos blindados, que hay con qué hasta el 2014. No relacionamos con los hechos anteriores. Hay desabastecimiento inducido y lo denunciamos, pero permanecemos incólumes.
Hacemos una marcha contra el fascismo y denunciamos la arremetida fascista que hoy sufrimos, pero lo hacemos de forma difusa, como cumpliendo un trámite, como aquellos cartelitos que anuncian en una casa vieja “Cuidado: Perro Bravo”, pero sólo se ve una caseta desvencijada, mohosa, el can no aparece por ninguna parte. No tomamos medidas concretas, no organizamos, no emocionamos. Hechos graves y respuestas tibias.
Nos comportamos como si el fascismo fuese un brote del pasado o de otras latitudes. Convertimos al Socialismo en una declaración hueca, no en la única arma antifascista, en la única manera de construir una masa concientizada, informada, organizada, capaz de hacer frente a la agresión que sufrimos.
La Revolución, el camino al Socialismo, al sueño del Comandante, se trocó en cortejo fúnebre que al doble de campanas se dirige al olvido de la historia.
Hoy la Patria, el Socialismo, corre extremo peligro. El fascismo no se detiene frente a pueblos pusilánimes, al contrario, avanza. Podemos presumir nuevos pasos violentos de los fascistas, podemos prever que se lanzarán al asalto del gobierno.
Frente a esto debemos prepararnos, aún hay tiempo de retomar la senda correcta, y lo primero que debemos hacer el devolver a la masa la pasión que sólo otorgan las causas elevadas, espirituales, las que guiaron al Paso de los Andes, al combate contra la meritocracia petrolera, a los golpistas de abril.
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