El enemigo amenazante es el imperialismo
Efectivamente la preocupación de los revolucionarios (as) costarricenses, alrededor de los tambores guerreristas que la oligarquía tica auspiciada por el imperialismo yanqui, están tocando como delirantes, se fundamenta en una campaña más de chovinismo absurdo y, que sólo cabe en las mentes ofuscadas y trastornadas de unas clases dominantes que están actuando con tanto desafuero sobre el pueblo costarricense, que les viene como anillo al dedo propalar artificiales amenazas a la soberanía nacional, supuestamente urdidas desde Managua.
Es bien conocido que los atropellos a la soberanía costarricense han venido desde Washington y es el imperialismo mundial, liderado por la Casa Blanca, quién representa la peor y planificada amenaza para la integridad territorial, alimentaria, de los recursos naturales y la ya vilipendiada independencia nacional.
Primero los europeos nos invadieron y avasallaron en forma cruel y siniestra. Luego aparecieron los aprendices de capitalistas de ese adefesio de país que se estaba formando a mazazos, sangre y tropelías arrasando con los pueblos indígenas del norte y México, aquellos llamados filibusteros y no eran otra cosa que la incursión exploratoria del proto-imperialismo yanqui.
Los pueblos centroamericanos pelearon juntos y, abrazados por los hilos conductores del pensamiento de Bolívar y Morazán unieron sus brazos, sables y fusiles para derrotar al invasor.
Juanito y José Joaquín Mora, El General Cañas, el capellán Brenes Zamora y Dionisio Jiménez como baluartes al frente de miles destacados patriotas y heroínas anónimas entendieron el desafío del momento, y desplegaron su valor y amor por la patria, pero había más, estaba en juego un proyecto postrero que era la patria grande centroamericana y latinoamericana.
Nicaragüenses, salvadoreños y costarricenses fueron un sólo ejército libertador y entendieron con claridad cuál era el enemigo común.
En otros momentos como en 1948, 1955, 1978, 1979 y la década de los años ochenta las agresiones desde Nicaragua al territorio costarricense, se tramaron desde los cubiles de tortura de Los Somoza; instigados, financiados, armados y entrenados por los marines asesinos del Pentágono y agentes de la CIA.
En 1948 cuando el Partido Comunista de Costa Rica (Vanguardia Popular) logró tanto apoyo del pueblo y dirigió las luchas por las conquistas sociales, que el imperialismo mandó a Somoza García a invadir como avanzadilla de una invasión mayor, por si fuese necesario derrotar a los comunistas costarricense con la armada yanqui.
En 1955 fue una escaramuza de rivalidades entre fracciones de la oligarquía costarricense.
Después al triunfar la Revolución Popular Sandinista el territorio costarricense, especialmente toda la franja fronteriza occidental y norte con Nicaragua, fue invadida por los mercenarios de Reagan, comandos de la CIA y la contra nicaragüense apodados burdamente por la Casa Blanca como “combatientes de la libertad”.
Esa intromisión consentida y favorecida por el gobierno de Luis Alberto Monge fantoche de Caro Quintero y pelele de la Casa Blanca, nunca se ha definido como una invasión, tal y como fue. Costa Rica se prestó como santuario para agredir a Nicaragua y abrir un frente de guerra en perjuicio de los hermanos nicaragüenses.
La oligarquía que hoy dice defender la soberanía nacional, que grita y patalea a diestra y siniestra, pregonando el supuesto peligro de invasión perpetrado por Daniel Ortega y el Ejército Nicaragüense, es la misma casta de mercaderes que han entregado las riquezas naturales y los recursos de la hacienda costarricense al capital imperialista, la misma mafia que se ha repartido el patrimonio nacional y la misma calaña que coquetea con las redes internacionales del tráfico de drogas, armas y sexo y, se regodea con los fajos de billetes que les reparten para financiar sus plutocráticas campañas electorales.
Esa Burguesía vendepatria que lejos de mostrar inquietud por la forma en que estaba siendo mancillado el territorio nacional, ni por la manera en que se denigraba la integridad de una nación supuestamente amante de la paz, de la autodeterminación de las naciones y de la amistad entre pueblos hermanos y enemiga de la guerra; se mantuvo en absoluto silencio y, peor aún, patrocinando a la “Contra”, a los agentes de la CIA, a los Comandos del Ejército gringo que entrenaban mercenarios y demás forajidos que mancharon con sus botas ensangrentadas y su armamento asesino el territorio costarricense y exterminaron a miles de nicaragüenses.
Esa fue una invasión y una arbitrariedad infame contra la soberanía costarricense, nicaragüense y centroamericana.
No equivoquemos la realidad histórica y apuntemos con seriedad de apreciación, con justo análisis de la situación política nacional e internacional y con coherencia ideológica y estratégica al enemigo real, histórico y común de los pueblos.
En las condiciones actuales del imperialismo, como el capitalismo de hoy, el capital imperialismo con sus rasgos destructivos, hegemónicos, fatalistas y demenciales resultado de su estado de agonía irreversible, arrecia con su única política que le puede generar réditos inmediatos y un poco de sobrevivencia; o de lo contrario barrer con la humanidad en bandazo apocalíptico, aferrándose a la gregaria conjetura de hacer sobrevivir a las élites imperiales en las catacumbas anti radioactivas de las montañas rocallosas, esa política es la política de la guerra.
La guerra es la continuación de la política por otros medios reza una definición clásica. Sin embargo, para el imperialismo hoy la única política útil es la guerra.
De tal forma, actúa en todo el orbe, maniobrando y conspirando, maquinando sus estrategias de guerra y motorizando invasiones y agresiones con todos los medios a su alcance.
Unas veces en forma encubierta usando a mercenarios, gobiernos serviles, aliados tácticos y estratégicos, comandos enmascarados como “insurrectos”, comprando servicios de ejércitos privados y destapando matrices de desinformación a través del complejo empresarial mediático.
Otras veces de manera abierta con ataques pavorosos con los armamentos más terroríficos, bombardeos indiscriminados, golpes coheteriles; ojivas con isotopos de uranio 256, plutonio, neutrones etc., esparciendo canallescas masacres en una danza vil de magnicidio.
Utilizan los desacreditados organismos internacionales como la ONU y el Consejo de Seguridad de la ONU.
En sus laboratorios guerreristas y “cilindros inteligentes” fabrican guerras civiles como las ficticias guerras civiles que han ejecutado en Libia y Siria, que no fueron otra cosa que invasiones presentadas como rebeliones de fuerzas opositoras.
Hasta confeccionaron la falaz noción de “Primavera árabe” que salió de los conciliábulos entre los jerarcas del Estado terrorista de Israel, El reino español, la OTAN y las monarquías fundamentalistas del medio Oriente, con la dosis terrorista del Departamento de Estado yanqui.
Las mismas “guerras civiles” que tienen preparadas en los tubos de ensayo de sus inmundos laboratorios contra IRAN, Venezuela Bolivariana, El Estado Plurinacional de Bolivia, el Ecuador en Revolución ciudadana y Cuba Socialista.
Contra Nicaragua como contra otros Estados rebeldes, antiimperialistas, independientes y en transformación les están aplicando la fórmula de los conflictos fronterizos. Y probable guerra de baja intensidad.
Así como aducen los falsos argumentos de sancionar con las llamadas “zonas de exclusión aérea”, “guerras preventivas” o “ataques limitados” para castigar a “regímenes” que supuestamente atentan contra la población civil y, en defensa de los “derechos humanos”; y con ello aplicar su doctrina de “cambio de régimen”.
También se agarran de falsas interpretaciones de una política en defensa de la integridad territorial de un Estado, como es el caso de Nicaragua, para que en la coyuntura actual un gobierno servil y postrado a los intereses del imperialismo como han sido los gobiernos oligárquicos costarricenses, pregonen el peligro de Managua por temerarias sospechas del interés de Daniel Ortega y el gobierno nicaragüense de invadir Costa Rica.
El imperio sigue usando a los gobiernos ticos, a esa oligarquía arrastrada a los intereses de las corporaciones transnacionales y Washington y, los sectores fascistas que se mantienen al acecho esperando momentos, como el actual, para sacar la cabeza y emprender sus intenciones militaristas.
De ahí que se escuchan tambores de guerra en la pacifista Costa Rica. Aullidos de las fieras rabiosas en espera de las armas y el apoyo directo que el amo del norte, con sus cañoneras y armatostes de exterminio, traiga para socorrer a la débil y “sin ejército” nación costarricense.
Detrás del plan del apócrifo conflicto entre Costa Rica y Nicaragua está la doctrina de “cambio de régimen” para Nicaragua.
Pero, también está la contención de los avances y logros de la política del Gobierno Sandinista de recuperar mar territorial, áreas fronterizas mal o no delimitadas y humedales en las mismas condiciones. Todo ello en el marco del derecho internacional y la Corte de Justicia de la Haya. Tal y como lo ha hecho en el diferendo con Colombia donde con justeza lograron establecer la recuperación de docenas de miles de kilómetros cuadrados de mar territorial pertenecientes a la soberanía nicaragüense.
Por otra parte, Nicaragua con una planificación correcta está orientando inversión estratégica a las zonas fronterizas. Cosa que nunca ha sucedido con las políticas aplicadas por la burguesía costarricense, alejadas absolutamente del pueblo costarricense de las periferias y fronteras.
Han construido un puente inédito sobre el río San Juan y se aprestan a desarrollar proyectos estratégicos y a largo plazo de construcción de un canal interoceánico y la explotación de las riquezas petrolíferas en sus aguas patrimoniales del mar Caribe, cuestión a la que tienen pleno derecho.
Las corporaciones petrolíferas norteamericanas y de la Unión Europea ven con mezquindad e rivalidad dicho proceso. Por lo que les viene bien crear un mal ambiente de hostilidad fronteriza entre Costa Rica y Nicaragua, para arrebatarle el derecho sobre sus riquezas petrolíferas a Nicaragua. Las mismas que tenían aseguradas con los gobiernos de Colombia o bien de Costa Rica.
De cualquier forma que se le mire a la falsificación de argumentos para generar tensión en la frontera entre ambos naciones hermanas, es una trampa que los pueblos hermanos de Nicaragua y Costa Rica deben denunciar y tienen; a toda costa, que esquivar.
La paz es la única estrategia que se debe imponer entre los pueblos de Costa Rica y Nicaragua.
Ante los trajines de guerra y esquemas militaristas impuestos por el imperialismo, el camino es la amistad perpetua y la paz beligerante.
La solidaridad antiimperialista y el combate al imperialismo es la estrategia actual de la lucha de clases.
Ante la guerra imperialista la unidad de los pueblos.
Oscar Barrantes Rodríguez
Círculo Bolivariano Yamileth López (CBYLO)
Centro Popular Costarricense de Estudios Sociales (CPCES)
San Ramón – Costa Rica
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