LOS PRINCIPIOS DE LA REFORMA PROTESTANTE
(Siglo XVI)
Se conoce como Reforma
protestante, o simplemente la Reforma, al movimiento religioso cristiano,
iniciado en Alemania y otros países de Europa Central en el siglo XVI, que
produjo un cisma en la Iglesia católica romana para dar origen a varias
iglesias y organizaciones agrupadas bajo la denominación de protestantismo.
La Reforma tuvo su origen en las
críticas y propuestas con las que diversos religiosos, pensadores y políticos
europeos buscaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y
costumbres de la Iglesia católica, especialmente con respecto a las
pretensiones papales de dominio sobre toda la cristiandad. El movimiento
recibiría posteriormente el nombre de Reforma Protestante, por su intención
inicial de reformar el catolicismo con el fin de volver al cristianismo
primitivo. En un plano más político, fue importante la Protesta de Espira, que
formularon seis príncipes y catorce ciudades libres de Alemania en 1529 contra
un edicto del Emperador Carlos V, el cual pretendía anular la tolerancia
religiosa que había sido legalmente concedida en esos principados y ciudades
alemanes.
Este movimiento hundía raíces en
elementos de la tradición católica medieval, como el movimiento de la Devoción
Moderna en Alemania y los Países Bajos, que era una piedad laica de carácter antieclesiástico
y centrada en Cristo. Además, muchos integrantes de la segunda generación de
humanistas secundaron al movimiento por la tolerancia religiosa. La Reforma comenzó
con la predicación del sacerdote católico agustino Martín Lutero, quien revisó
las doctrinas católicas medievales aplicando el criterio de su congruencia con
las Sagradas Escrituras. En particular, rechazó el complejo sistema sacramental
de la Iglesia católica medieval, que permitía y justificaba prácticas como la
"venta de indulgencias" las que, según Lutero, constituían un
verdadero secuestro del Evangelio, el cual debía ser predicado libremente,
jamás vendido.
Conviene saber primero lo que la
Reforma NO significa y algunas comprensiones incorrectas sobre la reforma.
A. La Reforma NO propone
modificaciones innovadoras, desconocidas para la iglesia en siglos anteriores.
B. La Reforma NO afirma que antes
de nosotros nadie haya entendido correctamente el Evangelio, ni que el
verdadero Evangelio estuvo oculto hasta que cierto personaje reciente lo
re-descubrió. Eso lo hacen las sectas.
C. La Reforma NO obliga a
desechar todas las tradiciones, solamente aquellas que son contrarias a las
Escrituras.
D. La reforma NO afirma que los
Reformadores del siglo XVI hayan sido infalibles o que no cometieron errores.
La Reforma, en cambio, postula
que:
1. Las iglesias no necesitan
innovaciones ni nuevos métodos producidos por la mente humana, así como tampoco
la implementación de algún “nuevo mover” del Espíritu Santo basado en prácticas
sensacionalistas o emocionales. Lo que la Iglesia si necesita es volver al
modelo sencillo de la iglesia primitiva, a la doctrina de los apóstoles y a la
predicación pura del Evangelio.
2. Lejos de pensar que nadie
antes ha entendido el Evangelio, la Reforma promueve la lectura de los escritos
de todos los hombres de Dios que durante siglos defendieron la pureza del
Evangelio, pero sobre todo, volver a la autoridad y suficiencia de las
Escrituras.
3. Las iglesias deben abandonar
las prácticas y costumbres que se han añadido a la iglesia, que no tienen un
claro apoyo escritural y a incluir las prácticas que, por negligencia y
conveniencia, se han dejado de lado, pero que corresponden a mandamientos
claros del Señor.
4. La Reforma reconoce en los
Reformadores del siglo XVI a hombres providencialmente usados por Dios para
despertar las conciencias de muchos y romper el monopolio y el gobierno déspota
de Roma sobre las conciencias de los cristianos. Imitaremos a estos hombres en
cuanto ellos fueron imitadores de Cristo, pero no insta a seguirles ciegamente.
La reforma utilizó ciertas
consignas que identificaron los principios de este movimiento. Fueron estos:
SOLA SCRIPTURA (Sólo por las Sagradas Escrituras)
Los reformadores urgieron a la
Iglesia a volver a las Escrituras y a regirse únicamente por ellas, rechazando
la autoridad de concilios y cualquier líder religioso que contradijera en
alguna forma los principios bíblicos.
Reconocemos a las Sagradas
Escrituras como la única regla de fe y de práctica. Reconocemos que la Biblia
es suficiente, que no necesitamos ninguna revelación adicional y que ningún ser
humano, ninguna organización o iglesia tiene autoridad igual ni superior a las Escrituras.
Dios ha revelado en la Biblia todo lo necesario que debemos conocer sobre Él y
todo lo que Él pide de nosotros.
SOLA GRATIA (Sólo a través de la Gracia de Dios)
Los reformadores afirmaron que la
salvación era un regalo inmerecido, otorgado por Dios y que era solamente obra
de Dios. Las obras de los hombres no tienen ningún mérito en cuanto a la
salvación. Dios salva a los pecadores para la alabanza de la gloria de Su
gracia. Los que son salvados deben atribuir a la gracia de Dios tanto la fe, como
el arrepentimiento y las buenas obras que surgen de una fe genuina.
SOLA FIDE (Sólo por la Fe)
El instrumento de la
justificación es la fe, por medio de la fe, al indigno pecador le es imputada
la justicia de Cristo, porque Su sacrificio fue vicario, es decir, en
substitución de los creyentes. No puede ser condenado el que está en Cristo
Jesús. Aunque igualmente se acepta, según Santiago 2: 14-19, que la fe sin
obras es muerta.
SOLUS CHRISTUS (Sólo por Jesucristo)
Cristo es el único camino al
Padre, Cristo es el único mediador, no hay otro medio de salvación, no hay
salvación aparte de Cristo, ni puede alguien ser salvo a menos que crea con fe
genuina en el único Salvador Jesucristo. Jesucristo nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención.
SOLI DEO GLORIA (Sólo Gloria a Dios)
Dios es el único merecedor de
gloria, honra y alabanza. El evangelio verdadero debe ser teo-céntrico y no
homocéntrico, es decir, lo que importa es conocer a Dios, disfrutar de Él y
glorificarle con todo lo que hacemos. En vez de presentar un mensaje enfocado
en el hombre y sus necesidades, procuramos enfocar todo lo que hacemos dentro y
fuera de la iglesia en procurar que el nombre de Dios sea santificado.
Rechazamos el enfoque católico romano del libre albedrío que pretende dar al
hombre la capacidad de agradar a Dios o tomar decisiones espirituales
correctas, sin la previa acción del Espíritu Santo y tampoco creemos que el
hombre pueda dejar de rechazar el Evangelio hasta que el Espíritu Santo
transforme su corazón. La inversión de este orden en la predicación del
evangelio, disminuye la gloria de Dios y da méritos al hombre y a su voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario