domingo, 19 de enero de 2020

LA PIEDRA DEL CAMPO

La imagen puede contener: 1 persona, sonriendo, sentado, bebida, exterior e interior
Douglas Torres
Un compartir bonito en aquella casa, "La Embajada del Campo" se llama aquel lugar grande donde compartimos tantos recuerdos con tantos grandes amigos.
José Montecano, "Gordo" Páez, Luis Cruz, Los Carotas, Los Canta Guaros, "Contrabajo", Rogelio Ortíz, bellas damas y personalidades para mi importantes. Poetas, celebraciones, matrimonios, cumpleaños. Pero eso no es tanto sino, los recuerdos que se remembran en aquella casa "La Embajada del Campo".
Sin embargo aquel día nos dio por encaminarnos.
Subir aquellas montañas como buenos aventureros hasta llegar a "Caspito" sector de Sanare, así se llama aquel emblemático nido de las guerrillas cuando el difunto camarada Argimiro Gabaldón hombre de principios y cualidades de patriota en aquellos tiempos dorados cuando los valores de la patria eran más marcados por los cambios que se estaban dando aunque también ellos eran reprimidos por los gobernantes de turno (la cuarta república). Monte adentro, aquel recorrido lo hicimos a "piesmente" buscando un amigo del que yo sabía que se había quedado viviendo por esos lares.
Hombre luchador por los derechos de todos, Rubén Darío, aunque guardo el apellido porque era fugitivo del ejercito, había desertado con su propio fusil a cuestas, armamento con el que pagaba el famoso servicio militar obligatorio, desertó para luego unirse a las guerrillas. Habían otros más como Neptalí Rodríguez amigo muy especial convencido de estar en la lucha por la patria.
Estaba un hermano de Macario ex-alcalde, también desgastado por la causa revolucionaria de aquellos tiempos.
Así, en el andar por los caminos del oso frontino fue como encontramos el rancho del amigo Rubén Darío.
Aquel nos recibió con bondad y mucho cariño, nos instalamos, platicamos sobre el bien y el mal de aquella revolución y sus tropiezos y nos agarró la noche entre el hablar y el "cocuysaso" especial.
Ya para venirnos, me fijo en un magnético rincón del ranchón y le pregunto: ¿Darío y esa piedra?, -¿por qué? me contesta,- bueno, me llama la atención su esplendor y como está formada, pareciera ovalada fuera de lo común, como encantada, tanteé su peso era descomunal como si fuera de otra cosa y no de piedra normal, le hice una propuesta: -me gustaría llevármela-, es más, ¡regalamela!.
El me respondió como amigo; esa piedra te diré, la venero porque cuando me la encontré estaba en una situación difícil, tal vez de vida o muerte, por tal razón te estoy hablando de un enfrentamiento con el ejército donde aquellos sanguinarios matones no aceptaban la palabra "comunista" o "patriota", ellos nos habían atrincherado, acorralados prácticamente.
Unos cuantos logramos escapar de aquel cerco, me salvé no sé porque, casi a media tarde trataba de ocultarme caminando sin hacer la menor bulla posible.
Adentrándome en una gruta muy oscura, iba por el medio tanteando y pensando en animales ponzoñosos, caminé hacia adentro.
De repente, me llego un resplandor escalofriante que me hizo avanzar más hasta lo profundo de aquella cueva y sin miedo llegué a esa piedra, ella reposaba sobre un nicho de altar me quedé mirándola, pasó un buen rato todo quedó en silencio, se fueron los militares pensé, salí con aquella duda pensando en donde estarán.
Inventariando la situación miro hacia atrás y recordando lo vivido era una bendición esa piedra, me propuse traerla conmigo improvisando una carretilla con dos grandes varas con el fardo de un saco donde cargaba la comida, con ambas manos arrastré mi carruaje cerro abajo y logré llegar a los carriles caminantes de aquellos guerrilleros.
Ellos los del ejército, todavía estaban en plena búsqueda, el ambiente estaba más oscuro y un silencio profundo, me esperaba otra emboscada, en eso grita el tal capitán del pelotón un esbirro cara de diablo entrenado para matar por cuerpos especiales del entonces gobierno de turno, aquel bicho gritó cuando me vio: ¡maten a ese comunista e´madre!, me aferro a la vida rodando y cayendo en picada barranco abajo y de una vez grito en alta voz: ¡por Bolívar y por la Patria, viviremos y venceremos!, poniendo mi cuerpo horizontalmente junto a la piedra como escudo, pero aquel vendaval de balas que escupían las ametralladoras enemigas no paraban, total me resigno pensando estoy muerto pero moriré de pie, no me entregaré, me levanto con mi fusil al cuadro y disparando sin parar sentía los proyectiles del enemigo que rebotaban en aquella piedra, la misma que está aquí nos decía aquel alucinado Rubén.
No me habían tocado, todavía corro hasta ellos gritándoles, ¡malditos traidores vende patria!, sin pensarlo volteo y veo en la piedra algo extraño, no le di importancia porque estaba decidido a morir, aquel pelotón de militares decidió correr, huían despavoridos, ¡devuelvanse hijos de madres del coño, cobardes!, los retaba y monte adentro se me perdieron.
Me regreso hasta la piedra pero no sé qué pasó, ella estaba ahí, todavía calientica, tenía fiebre porque la toqué y pensé, -¿sería el alma del difunto Argimiro?, ¿o tal vez ella misma que los hizo volar despavoridos como alma del encargo por el mismo diablo?
Todavía allá en su casa (la de Rubén), bueno aquí está, si se la voy a regalar es suya usted sabrá cuidarla yo estoy en retirada, me voy porque nuestros ideales fueron traicionados por aquellos apátridas compañeros, en especial Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff, la historia los juzgará, pero llévesela; ahí mismo nos vinimos pero con la bendita piedra a cuestas.
De nuevo había pasado mucho tiempo, se me ocurre contratar un par de albañiles para realizar algunas reparaciones menores en aquella casa "La Embajada del Campo", los hombres encantados opinaban que bello este lugar es como mágico.
A mi como nunca me faltaba el "agua pa´los gallos" que dijo aquel poeta Omar Carrizales del Grupo Cantaguaro, les sirvo pendejo guamazo doble y empezaron a sentirse cómodos, hablaban hasta por los codos, yo muy pendiente en aquellas "hablases", mientras con una escoba hacía el papel de comadre la barredora dis´que muñequeando aquella mi casa.
Ellos sentados adentro con su borrachera, yo pendiente del hablar de aquellos beodos encadenados en sus mariqueras, tomando nota de aquellas pendejadas para mi aventureras, para ellos un mundo. Mientras, el ayudante más prendío que fogón de chicharronera, le decía al maestro de obras (su jefe), -mano món póngase mosca, lo van a jodé porque el zorro le va a comé el maicito- son términos de mucha sabiduría, aquel pariente se encrespaba al oírlo, aquel hombre seguía dándole casquillo, y también hay que cuidar ese muchachito suyo porque va a terminá preso y caroteao en una cárcel porque ese vecino suyo tiene a todos esos tripones chupando mariguana, esa droga es la misma que decomisan en las redadas para luego venderla por el barrio.
Aquel seguía diciendo: - su esposa que se cuide, ese hombre austero es capaz, tiene como joderla-, yo pendiente de aquel libreto especial para sacarle partida más adelante, ya venía buscando la noche para caer al nocturnal, ellos atravesaban por la sala de aquel mi caserón, el maestro de obras (don Ramón) se detiene y me pregunta, -¿jefe esa piedra es como pa´que?-, allí aprovecho para los joderes de mis adentros y le digo, -mire amigo, esa piedra es historia pura tiene mucho poder espiritual-, no aguantó y me dijo, -que bueno sería probarla con el tonto que quería que le leyera su espiritualidad-. Agazapado y cabizbajo pensé, ahora si le puse el cascabel al gato, con las ganas que tenía de probar mi piedra ¡bingo! -venga y veremos le dije.
Comenzamos aquel trajín, inventándome le dije, acuéstese, se quita los zapatos y la camisa también, me dirijo a su compañero, usted agáchese y no hable para nada, me concentro sin respirar, aquella vaina funcionó al 100%.
Aquello comenzó con el velón en el lomo de la piedra de a poquitico alumbrando tenuemente, el hombre acostado en el piso parecía un cadáver, yo concentrado parecía que el espíritu del más allá se me había encarnado porque hablaba de afuera pa´dentro, agarrado de la piedra por supuesto, empiezo invocando no se a quién en aquel candil de la misteriosa piedra.
¡Mire! me dice la piedra, -que usted es un hombre benigno, muy inteligente, con mucha fe y de especial familia, no debe preocuparse por su esposa una mujer religiosa con gran moral y de buenas costumbres, siéntase orgulloso de ella por eso Dios los proyectó para su vivir en unión-.
Claro, en aquel berrenchín del cocuy había captado que su amigo el ayudante desprestigiaba a su esposa y la ponía como estropajo de manicomio diciendole, -cuídala del policía vecino porque la tiene en la mira y no es del revólver-, aquel compañero le mal informaba a su jefe aquellas malas cosas.
Continuaba yo mi trabajo de brujillo con mi piedra divina, al pobre hombre lo tenía listo que hasta oía cuando moqueaba y con aquellos ojos aguarapados, -este bicho es mío lo tengo malogrado decía yo en mi silencio espiritual-.
Vuelvo a mi concentración, pongo mi mano en la cabeza del maestro de obras y le digo: -me está diciendo la piedra, que trate de proteger más a su hijo, no tiene vicios, mucho futuro si, pero hay un hombre alto mal encarado que pareciera anda armado, ese personaje lo está involucrando con otros chamos del barrio-. Total, fueron tanto los desencantos de parte de su ayudante y tantos los encantos de mi parte, que se me fue terminando aquel repertorio alimentado por los "acocuyados" de mis amigos reparadores de albañilería y cerré la sesión, -recojan porque se termino el encanto y a dormir se ha dicho-.
Los traje de nuevo a su mundo de la ciudad y no supe más de aquellos amigos.
Había pasado mucho tiempo con lo del cuento de la piedra. Un día cualquiera me encuentro en una tranca automotriz por allá en la vía del Ujano barriada de Barquisimeto, casos de politiquería no sé, agua, gas, tantas cosas por las que protestamos hoy en día, que me desvié de la vía y por allá perdío y medio, me detengo y le pregunto a un señor: -¿como hago para salir a la vía principal?-, me brinca el de al lado, un hombre medio vejuco y me grita: ¡amigo!, -pendejo susto, me atracaron pensé- salga del carro para abrazarlo, lo quiero que jode es más, si usted no quiere yo si lo amo, lo amo me dijo aquel hombre algo desesperado, -que vaina pensé, ahora si se cagó esta vaina, me cogió este marico ¿quien será?.
No se acuerda mío, -mire me dijo, yo soy aquel personaje que estuvo en su Casa del Campo que usted llama "la embajada", el maestro de albañilería que usted contrató y que nunca jamás lo he olvidado-, yo sacudiendo el susto, ahora si lo recuerdo a pesar de lo memoria e´gallo que soy pero lo recordé clarito como el cocuy que hasta yo bebí aquel día inolvidable.
Total fue que entre abrazos y bendiciones me vine de aquel barrio el Ujano donde perdido conseguí el amor de aquel hombre agradecido.
Les cuento, ya adentro de mi carro hacía memoria de lo contado por aquel personaje sobre mis beneméritos favores cuando me decía, -que le parece amigo mío, me casé con la misma penca que usted me recomendó y como usted ve, me vine de aquel barrio donde antes vivía lleno de problemas y aquí estoy feliz y contento, el hijo ya está graduándose y hace pasantías en una empresa extranjera, se acabaron mis problemas soy más feliz que perolito e´loco. Lo demás no me importa porque usted me despertó de aquel abismo yo le debo hasta la manera de caminar-, ¡gracias amigo!.
Total me vengo suspiro y digo, -menos mal que lo del brujillo era una jodedera- miren la vaina, será que al salir de aquí voy pa´que los chinos y compro un velón bien grande para llevárselo a mi piedrecita tan benigna y cumplidora jajaja, aquello quedo en el recuerdo.
Douglas Torres

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