lunes, 6 de julio de 2015

Foto: Archivo
Si así hablan los “diplomáticos” de la derecha, qué quedará para el resto.- La derecha denigra del pueblo y disfraza su desprecio con máscaras de meritocracia, progreso técnico y superioridad académica.
La conversación telefónica recientemente difundida en la que dos connotados diplomáticos (¡uff, si así hablan los “diplomáticos”, qué quedará para el resto!) denigran de las mujeres, los homosexuales, los negros y “los indios” es la mejor demostración de que el propósito de la contrarrevolución venezolana no es que las instituciones sean dirigidas por los mejores, sino mantener excluidos a los que siempre han estado excluidos.
Los Excelentísimos Embajadores sin Embajada (los EE-sin-E, grupo al que pertenecen los dos interlocutores del mencionado diálogo), llevan ya más de quince años quejándose con amargura porque nuestro servicio exterior –aseguran– se ha deteriorado terriblemente, ya que los diplomáticos de carrera (o sea, ellos) han sido desplazados por toda clase de ignorantes, marginales y mediocres.
La rabia de los EE-sin-E alcanzó su máximo nivel cuando el comandante Hugo Chávez designó a Nicolás Maduro como canciller. “¡Huy, qué vergüenza, un chofer de autobús en la Casa Amarilla!”, lloriqueaban esos exquisitos señores, que sí saben cómo sentarse cuando se lleva puesto un paltó levita (algo bien difícil) y cómo comportarse en una mesa de cuatro tenedores. Uno de ellos, para descalificar a Maduro, lo llamaba socarronamente “el conductor de la Cancillería”.
Mi amigo el Estrangulador de Urapal, luego de oír el diálogo antes referido se preguntó: “¿Qué será mejor: unos obreros esforzándose por hablar como embajadores o unos embajadores hablando, sin esfuerzo alguno, como el Conde er Guácharo?”.
La conversación entre el excelentísimo e ilustrísimo señor embajador Edmundo González Urrutia (quien es algo así como el vicecanciller de la MUD, ya que el canciller es su excelencia, don Ramón Guillermo Aveledo) y otro excelentísimo e ilustrísimo caballero (un tal Norman Pino de Lion) es tremendamente reveladora.
En el aspecto meramente de forma, prueba que estas personas son pura apariencia de decencia y formalidad, pues su manera de decir, en condiciones normales, es chabacana e ignominiosa.
En cuanto al contenido, el intercambio evidencia la naturaleza profundamente reaccionaria, retrógrada, cavernícola de este sector político. No solo abominan del pueblo chavista que ha tomado su rol protagónico en estos últimos años, sino también de la porción del pueblo que milita (por las razones que sea) en las filas de la derecha. Sus conceptos misóginos y homofóbicos ponen en claro el carácter patriarcal y machista de la derecha. Las palabras infamantes contra negros e indígenas, demuestran la segregación racial que anida en la contrarrevolución. Aunque la mayoría de los dirigentes de la MUD son –igual que todas y todos en Venezuela– gente mestiza, sus mentes adoctrinadas son como las de los supremacistas estadounidenses que queman iglesias negras. No son exactamente blancos ni anglosajones ni protestantes, pero se para frente al espejo ven reflejados unos WASP.
Con sus máscaras de meritócratas, tecnócratas y grandes doctores, quieren reservarse para sí los puestos de dirección de la sociedad, excluyendo no solo a la gente pobre en general, sino también a una porción importante de su propia militancia por razones de género, de preferencia sexual o de carácter étnico.
Luego de oír barbaridades como las de estas dos eminencias de la oposición, bien vale preguntarse cuál sería el destino de las masas bolivarianas bajo un gobierno de la derecha. Y cuál sería el rol que en ese hipotético gobierno les correspondería a las mujeres, los sexodiversos, los afrodescendientes y los pueblos indígenas, independientemente de que sean chavistas, nini o escuálidos. Calcule usted.

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