Instinto en la
oscuridad
FEDERICO RUIZ TIRADO
Durante el sabotaje eléctrico del lunes 2 de
diciembre, sucedió algo vertiginoso pero indisputable al mismo tiempo en el
imaginario y el sentir de muchos venezolanos. Por esas dos características creo
que no es posible agregarlas a los insospechados ingredientes del intelecto
humano. A ver: el país quedó de pronto en tinieblas y en manos –no son peritas
en almíbar estas vainas- de legionarios de la Trilogía del Mal, dementes y con
vastas pulsiones oscurantistas, como aquella Edad Media de hace 11 años, cuando
ostentaron sus bajezas en los medios privados de comunicación y mantuvieron en
vilo el corazón de la nación perpetrando, tras un golpe de Estado, el más
terrible sabotaje que se haya conocido en la historia de la industria petrolera
en Venezuela y el mundo.
Esa noche del 2 de diciembre, qué nos ocurrió a
muchos me pregunto, que el instinto se puso en guardia. El instinto feroz, como
si nosotros, animales de la prehistoria que somos, animales chavistas que rugimos
y a veces nos movemos como las bestias que María Corina Machado ve en nosotros,
hubiéramos sido emboscados en medio de la jungla por la asechanza de un peligro
superior. El instinto; sí, el instinto privó en la vorágine de la memoria. ¿Qué
suponemos que significa esa palabreja instinto? El escritor uruguayo Constancio
Virgil, postulado al Premio de la Paz porque escribió fabulosos libros para
niños e historias y análisis sorprendentes y maravillosos sobre la vida animal,
decía que frente a esa palabra que no significa nada, y que es una acción más
bien de autoconservación de los “no racionales”, el hombre queda al desnudo en
medio de su ignorancia. Muchos quedaron “desnudos, casi desnudos, como los
hijos de la mar”, para decirlo metafóricamente con el hermoso poeta Antonio
Machado.
Quienes vivimos la experiencia del instinto el 2 de
diciembre, perplejos ante el golpe eléctrico, no recurrimos a la huida
despavorida. Sí vimos desnudos y mudos a chicos, a nuestros hijos y viejos, que
a esa hora coreaban algunos estribillos navideños o jugaban pelota a campo
traviesa en las canchas iluminadas en la Patria Querida de Hugo Chávez, en las
barriadas o en los nuevos hogares donde la brisa –levemente fría de diciembre-
se bate con las utopías y los sueños, mientras escuchaban al presidente Maduro.
El instinto en la oscuridad me hizo sentir en la
piel al Hugo Chávez convertido en Florentino, frente a frente con el Diablo.
Sé que vendrán arriesgados y formidables combates
en medio de la oscurana o a plena luz del día por la deconstrucción de las
perversiones anidadas en los mundillos corporativos capitalistas que se empeñan
en rodearnos.
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