El camarada Papa
La Iglesia fue siempre un formidable partido político. El llamado «partido de nuevo tipo» de Lenin también lo sigue siendo. Los apparátchiki ‘agentes del aparato’ de ese partido siempre fueron ferventísimos, hasta el punto de que se inculpaban servilmente ante Stalin cuando este los acusaba de lo que se le pegaba la gana. James Billington los describe como «hombres sin grandes planes, pero con cien pequeños detalles bien ejecutados» (Fire In The Minds Of Men, Transaction Publishers, 1999, p. 455).
Pero a los apparátchihi les faltaba castidad. No creo en ese voto, cantidad de quienes lo hacen tampoco, pero si no impide la pederastia, por ejemplo, sirve para algo esencial en cualquier corporación enteriza: al no casarse consagran entera su vida social a la institución. No dividen su fidelidad entre familia y corporación. Eso, y una doctrina bien autosustentada y mejor defendida, literalmente a sangre y fuego, entre otras musculaturas, determinan su poder duradero aunque declinante en este tiempo sin hogueras.
Dicen que Stalin, advertido de que el Papa no aprobaría cierta decisión, preguntó: «¿Cuántos cañones tiene el Papa?». Pero es que no hacen falta cañones, camarada Stalin, pues el poder es más que fuerza militar. También hay poder simbólico, que la ha sostenido por 2013 años. Además, decía Jean Baudrillard, «los prelados nunca creyeron, en eso consiste su poder» (la Transparence du mal).
Pero es que hay más que poder simbólico. Hay también mucho real. Por eso los cardenales batallan tanto por el poder, entre ellos el venezolano Rosalio Cardenal Castillo Lara, que estuvo en cuanto guiso malo hubo en su larga carrera vaticana, hasta que Juan Pablo II lo tuvo que echar dizque por edad.
No me interesa detenerme en un alegato anticlerical. Basta con sugerir dos libros terminantes: La puta de Babilonia, de Fernando Vallejo, y El Anticristo, de Friedrich Nietzsche. No sé cómo se restituye la fe en eso después de leer este libro. Pero dejémoslo así, pues el objeto de este artículo es otro: la conducta hasta ahora sorprendente del papa Francisco.
La primera reacción de mucha gente, fui uno, fue de desconfianza por una aparente connivencia suya con la dictadura argentina. Hay fotos. Amigos rioplatenses me han disuadido a pesar de su agarrón con los Kirchner. Parece cierto que es austero y otro beta. No vive en el Palacio Vaticano, rodeado de fastuosos frescos renacentistas, sino en un apartamentico de una iglesita por ahí.
En su exhortación apostólica Evangellii gaudium (‘alegría del evangelio’http://tinyurl.com/mujafb9) hace varias declaraciones sorprendentes desde aquella encíclicaPopulorum progressio (‘desarrollo de los pueblos’, 1967 http://tinyurl.com/2ljk24) del papa Pablo VI, que el Wall Street Journal llamó «marxismo recalentado». Por esa época nació la Teología de la Liberación. Ahora Francisco. aparentemente tomándose en serio la parte bonita de la doctrina, truena contra el capitalismo, exige mayor responsabilidad de la mujer en decisiones eclesiásticas, llama a Latinoamérica a la senda de Bolívar y San Martín. Me suena, me suena, ¿te suena?
¿Les sonará al Opus Dei y a la oposición venezolana?
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