YO NO CELEBRO GENOCIDIOS – EDUARDO GALEANO
"¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la descubrieron los vikingos? Los que allí vivían, ¿no existían?
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?
Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía?
Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar.
Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón.
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza.
Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo?
Después, el Día de la Raza pasó a ser el Día del Encuentro.
¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de hoy, encuentros? ¿No habría que llamarlas, más bien, violaciones?"
LA VERDADERA DEUDA
Señores
Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatémoc
venido a encontrar a los que celebran el encuentro. Aquí pues yo, descendiente
de los que poblaron la América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar
a los que la encontraron hace sólo quinientos años. Aquí pues, nos encontramos
todos. Sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa. El
hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que
me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída
por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me
explica que toda deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos
y países enteros sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo. También
yo puedo reclamar pagos y también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo
de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que
solamente entre el año 1.503 y 1660 llegaron a San Luicas de Barrameda 185 mil kilos de
oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo? ¡No lo
creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su
Séptimo Mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos,
como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano! ¿Genocidio? Eso sería dar
crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al
encuentro como de destrucción de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que
afirma que el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben
a la inundación de metales preciosos! ¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16
millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de muchos otros
préstamos amigables de América, destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería
presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a
exigir devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios. Yo,
Guaicaipuro Cuatémoc, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis.
Tan fabulosa exportación de capitales no fueron más que el inicio de un plan
'Marshalltezuma', para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa,
arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra,
la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos
preguntarnos:
¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o por lo menos
productivo de los fondos tan generosamente adelantados por el Fondo
Indoamericano Internacional? Deploramos decir que no. En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, en armadas invencibles, en terceros reichs y otras
formas de exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las tropas
gringas de la OTAN, como en Panamá, pero sin canal. En lo financiero, han sido
incapaces, después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar el capital y sus
intereses, cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la
energía barata que les exporta y provee todo el Tercer Mundo. Este deplorable cuadro
corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada
jamás puede funcionar y nos obliga a reclamarles, para su propio bien, el pago
del capital y los intereses que, tan generosamente hemos demorado todos estos
siglos en cobrar. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarle
a nuestros hermanos europeos la viles y sanguinarias tasas del 20 y hasta el
30 por ciento de interés, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del
Tercer Mundo.
Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo del 10 por ciento, acumulado sólo durante los últimos 300 años, con 200 años de gracia. Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión total, serían necesarias más de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total del planeta tierra. Muy pesadas son esas moles de oro y plata.
¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre? Aducir que Europa, en medio milenio,
no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar ese módico interés,
sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial
irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego,
no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la firma de una Carta
de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente; y que
los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o
reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica. Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en
una bancarrota tal que les impide cumplir con sus compromisos financieros o
morales.
En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con
la que mataron al Poeta. Pero no podrán. Porque esa bala es el corazón de
Europa.
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