martes, 7 de julio de 2020

Historias de vida
EL PERRO ENAMORADO
Los caracheros, únicos son, en su unidad regionalista. Dispersos en el país se saben y se encuentran para contarse sus cuitas bajo el amparo de su Santo borracho, el beodo y parrandero Juan Bautista, quien acompaña a San Benito, el santo negrero que nunca entra a misa y es bailado con miche, con grandes saltos muy rápidos pegados a la botella. Quien tropieza y la hace caer, brinda con ella y la repone de inmediato para seguir la parranda tamborera, ayudado por San Isidro labrador, el mismo que quita el agua y pone el sol, en el jolgorio lomero.
La migraciones hacia la gran ciudad dispersó a estos parameros, de daga y neblina, pero igual tejen sus laberintos urbanos para reunirse en específicos sitios de citas obligadas, si se pasa cerca.
Uno de estos refugios etílicos está bajando la Panamericana, en San Antonio de los Altos vía Caracas, casi llegando al IVIC, y cruzando a la derecha. Es un botiquín que llaman el Bar de los caracheros y su mayor atracción es un perro sentimental que añora a su pareja desde que un vehículo acabó con su vida, atropellándola.
Desde entonces el perro llora su despecho, pero sólo cuando escucha en la rockola del bar la melodía de Zorba El Griego.
Con monedas los borrachos, marcan el K 4 de la composición en la máquina y apuestan con desconocidos la cantidad de lamentos en aullidos.
Así pasa la noche el perro enamorado, entre la indolencia y la juerga michera. Vida de perro la suya.

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