LETRA VEGUERA/
Los egos de la oposición
FEDERICO RUIZ TIRADO
Las
vueltas que da Copei, o dicho más ajustado a mi veleidad ambulante por el Drae,
esas pausterizadas palabras de Roberto Henríquez, Presidente de eso que aún llaman
Copei, sobre la crisis “egótica” de la MUD,
me han volcado, como en otras ocasiones en las que me encuentro
extraviado en el veguerismo de las palabras oídas en ámbitos foráneos, buscar
como un dinosaurio una edición de bolsillo en una librería de Chacaíto. La definición,
de una simpleza de calabacín sin ajo sobre el ego (o
el yo, que no es el “Yo”
del intrincado de Jung) lo despacha como una forma consciente de lo humano, como una "instancia” por la
cual un sujeto se puede hacer responsable de su identidad así como de sus
relaciones con el medio.
Me
atrevo a dudar que Henríquez haya ojeado, para declarar que deplora el concurso
de egos entre Leopoldo López, HCR y Maricori, aquella obra juvenil y magistral de Sartre, “La trascendencia del
Ego”, la cual su compañera de vida Simone de Beauvoir condensó en unas frases
bastante antológicas: “Mi Ego es en sí mismo un ser de Otro Mundo, así como el
Ego Ajeno…. Por eso lo odio”. Al menos, si es posible para Don Henríquez (a
todo copeyano que se precie de serlo en este tiempo debemos decirle “Don”), se
dignara en darnos una pista de lo que se leyó antes de lidiar con esos tres
robustos, auténticos y derrochadores de chequeras ególatras de la Mud (o de lo
que Henríquez cree que queda de ella), yo dejaría el asunto hasta aquí por el
bien de todos.
¿Leyó a Jung, Don Henríquez? Más fácil habría sido jugar unas partidas
de dominó en una casona verde forrada
con cuadros de Caldera, Calvani y El Tigre jovencitos, tomarse un vinito
chileno helado con tostones en salsa rosada y hablar bolserías sobre cómo la
Trilogía del Mal exhibe su ego aquí y en el globo terráqueo. Porque para Jung el
ego es la médula que agita la
conciencia, pelea con mundo y reforzado con otro “ego” más arrecho, y además, debe
contener al tumultuoso inconsciente antes de que se arme un follón en la Quinta
de Ramón Guillermo Aveledo o Ramón José Medina.
Henríquez, lo que utilizó fue la “indirecta” como género literario y a
la usanza de aquellos copeyanos del Opus Dei, rancio pero nunca tan bonachón
como Luis Herrera, preguntó en voz alta a la diputada de las rodillas expuestas
a Bush, al chamo de la guarimba cuyo ego aletea en el rio Orinoco para
relajarse y al “gobernador” con desap (ego) del pueblo que votó por él: “Epa, ¿y
la vaina no es tumbar a Maduro”?
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