viernes, 7 de febrero de 2014

LETRA VEGUERA/
Los egos de la oposición
FEDERICO RUIZ TIRADO

Las vueltas que da Copei, o dicho más ajustado a mi veleidad ambulante por el Drae, esas pausterizadas palabras de Roberto Henríquez, Presidente de eso que aún llaman Copei, sobre la crisis “egótica” de la MUD,  me han volcado, como en otras ocasiones en las que me encuentro extraviado en el veguerismo de las palabras oídas en ámbitos foráneos, buscar como un dinosaurio una edición de bolsillo en una librería de Chacaíto. La definición, de una simpleza de calabacín sin ajo sobre el ego (o  el yo, que no es el “Yo” del intrincado de Jung) lo despacha como una forma consciente  de lo humano, como una "instancia” por la cual un sujeto se puede hacer responsable de su identidad así como de sus relaciones con el medio.
Me atrevo a dudar que Henríquez haya ojeado, para declarar que deplora el concurso de egos entre Leopoldo López, HCR y Maricori, aquella obra juvenil  y magistral de Sartre, “La trascendencia del Ego”, la cual su compañera de vida Simone de Beauvoir condensó en unas frases bastante antológicas: “Mi Ego es en sí mismo un ser de Otro Mundo, así como el Ego Ajeno…. Por eso lo odio”. Al menos, si es posible para Don Henríquez (a todo copeyano que se precie de serlo en este tiempo debemos decirle “Don”), se dignara en darnos una pista de lo que se leyó antes de lidiar con esos tres robustos, auténticos y derrochadores de chequeras ególatras de la Mud (o de lo que Henríquez cree que queda de ella), yo dejaría el asunto hasta aquí por el bien de todos.
¿Leyó a Jung, Don Henríquez? Más fácil habría sido jugar unas partidas de  dominó en una casona verde forrada con cuadros de Caldera, Calvani y El Tigre jovencitos, tomarse un vinito chileno helado con tostones en salsa rosada y hablar bolserías sobre cómo la Trilogía del Mal exhibe su ego aquí y en el globo terráqueo. Porque para Jung el ego es la médula que agita la conciencia, pelea con mundo y reforzado con  otro “ego” más arrecho, y además, debe contener al tumultuoso inconsciente antes de que se arme un follón en la Quinta de Ramón Guillermo Aveledo o Ramón José Medina.
Henríquez, lo que utilizó fue la “indirecta” como género literario y a la usanza de aquellos copeyanos del Opus Dei, rancio pero nunca tan bonachón como Luis Herrera, preguntó en voz alta a la diputada de las rodillas expuestas a Bush, al chamo de la guarimba cuyo ego aletea en el rio Orinoco para relajarse y al “gobernador” con desap (ego) del pueblo que votó por él: “Epa, ¿y la vaina no es tumbar a Maduro”?



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