Camilo, el compañero intrépido y fiel
Este 6 de febrero cumpliría 82 años el Comandante del sombrero alón y la sonrisa franca, digno exponente de amor y lealtad al pueblo, a la Revolución y a Fidel...
Querido por sus jefes y subordinados, admirado por su astucia e inteligencia naturales, intrépido y a la vez cauto cuando la ocasión lo exigía, Camilo Cienfuegos Gorriarán no habría sido el Comandante eternizado en la memoria popular, de no haberse forjado tempranamente en la lucha revolucionaria.
Aquella sonrisa con sombrero alón que emerge en casi todos los retratos de la época, inmortalizada en la escultura que pende hoy en la capitalina Plaza de la Revolución, junto a la imagen adusta de su amigo y jefe inmediato, el Che, sintetiza con una frase el rasgo que caracteriza al Héroe de la Sierra Maestra y Yaguajay: “Vas bien, Fidel”.
Camilo pasó a nuestra historia como “El hombre de las mil anécdotas”, “El guerrillero insuperable”, exponente de lealtad a toda prueba hacia Fidel, la Revolución y el pueblo humilde del cual fue representante y servidor.
En apenas 27 años de vida encarnó una leyenda aún pendiente del cronista y del cineasta que recree su esencia humanista en obras inspiradoras del juicio y la emoción de las nuevas generaciones de cubanos.
A pesar de esas carencias, Camilo es el modelo de héroe moderno cercano a niños, jóvenes y adultos que han llegado a la vida en estos 59 años, transcurridos desde su desaparición física, sin contar que también lo es, desde luego, para millones de cubanos mayores de 60 años que lo recuerdan vivo y actuante hasta aquel fatídico 28 de octubre de 1959.
Es la imagen de la sonrisa imborrable, del verso patriótico y el verbo ardoroso; el recuerdo del jefe cariñoso y exigente, del criollo enamorado de la vida y de palabra fácil, irritado ante la insensibilidad y la injusticia, desvelado por servir a su pueblo.
Ahora tendría 82 años, pues vio la luz el 6 de febrero de 1932, en la casa que aún se conserva en la barriada de Lawton, pequeña y apartada de la vista, donde se exponen testimonios gráficos y documentales de la familia Cienfuegos Gorriarán, y en especial del niño que fue Camilo, solidario con sus amigos y apasionado de la justicia, según testigos de la época.
Esas cualidades, avistadas desde pequeño en el ejemplo de Ramón y Emilia, los padres pendientes de guiar la educación de sus tres hijos varones, fructificaron en la vocación de luchadores sociales que asumieron con más destaque el mayor, Osmany, y Camilo, el del medio, quien temprano se vinculó al movimiento estudiantil y comenzó a batallar contra el régimen dictatorial entronizado el 10 de marzo de 1952.
Conocido es que por marchar a la cabeza de manifestaciones de calle con los dirigentes estudiantiles, sufrió en más de una ocasión golpes y contusiones, prueba violenta de que el tirano y sus sicarios no perdonaban la rebeldía, ni siquiera cuando se homenajeaba a figuras patrias como el Titán de Bronce.
Enrolado en la expedición del Granma, durante su estancia en México, el recluta Camilo Cienfuegos pasa casi inadvertido en el ejército de hombres que se entrena y disciplina para la guerra revolucionaria, pero una vez en el campo de batalla, luego de la dispersión, del reencuentro de los sobrevivientes y de las acciones iniciales del destacamento guerrillero, comienza a destacarse entre los primeros, con Raúl, Almeida, Che, Guillermo, Ramiro y otros oficiales.
Cuenta el Comandante en Jefe Fidel Castro al periodista español Ignacio Ramonet sus recuerdos de las actitudes que distinguían al Señor de la Vanguardia, título con el que lo distinguiría el Che:
“Camilo, menos intelectual que el Che pero también muy valiente, un jefe eminente, muy audaz y muy humano. Los dos se respetaban y se querían mucho. Camilo se había destacado, era el jefe de nuestra vanguardia en la Columna 1 durante los días más difíciles de los primeros meses”.
Por eso mismo, el Jefe de la Revolución lo designa para que baje a los llanos y enfrente a los guardias de la tiranía. Allí organiza destacamentos guerrilleros. Luego lo asigna a la bisoña tropa del Che y cuando llega la hora de extender la guerra hacia occidente, lo nombra al frente de la columna que con el sagrado nombre de Antonio Maceo realiza por el norte la invasión a Las Villas, mientras por el sur avanza su inseparable compañero y jefe, para unirse los dos en el complejo escenario del Escambray.
LECCIONES DE PATRIOTISMO Y ÉTICA
Las hazañas de Camilo y sus hombres en Las Villas son cada vez más conocidas por la población, así como la capacidad política del joven dirigente para concretar la unidad entre los que luchan contra la tiranía, sumar partidarios al paso de su columna e irradiar lecciones de patriotismo y ética en representación del Ejército Rebelde. Con su auténtico proceder, rinde culto de fidelidad a las órdenes y al pensamiento estratégico del Jefe de la Revolución.
La pérdida del Héroe de Yaguajay, apenas diez meses después de la victoria de enero de 1959, se sintió como un vacío grande en las filas de los principales líderes revolucionarios. En muy poco tiempo, Camilo había asumido un protagonismo relevante y estrecha identificación con la nueva nación que comenzaba a perfilarse.
Fidel lo expresaba al entregar pocas semanas después el cuartel militar Ignacio Agramonte convertido en ciudad escolar, a la población de Camagüey, en un acto desbordado de pueblo como pocas veces se recuerda en la historia de la ciudad que acaba de cumplir 500 años.
“Duro es este camino donde muchas veces tenemos que notar la ausencia de compañeros que como él (Camilo) comenzaron con nosotros esta lucha… ¡Caro que nos ha costado una traición que significó para nosotros la pérdida de Camilo Cienfuegos! Por eso admiro todavía más a nuestro pueblo, porque no lo desalienta la traición y porque, además, no lo desalientan golpes tan rudos como fue para nosotros la muerte de un compañero tan glorioso y tan útil como era Camilo.”
Aquel acto era la materialización de un empeño que habían comenzado Camilo y el Ejército Rebelde en la capital del país, donde radicara la sede del Estado Mayor del Ejército, en la antigua fortaleza militar de Columbia, convertida tras el triunfo en Ciudad Escolar Libertad.
El Gobierno Revolucionario prometió al pueblo que convertiría las fortalezas en ciudades escolares y la de Camagüey fue la segunda; después vendría la de Holguín, luego el cuartel Moncada de Santiago de Cuba y más adelante el de Santa Clara.
Así, el de Cuba sería el primer gobierno en el mundo en transformar las fortalezas militares en escuelas.
Al celebrar el primer año de la Revolución y el séptimo del asalto al Moncada, surgió en plena Sierra Maestra la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, levantada con el sudor y el tesón de los combatientes revolucionarios, y donde el Che inició la tradición del trabajo voluntario en honor a su entrañable compañero.
Pocos años después, jóvenes educados en los principios encarnados por Camilo, decenas de miles de muchachos y muchachas, comenzarían a egresar del sistema de escuelas vocacionales militares que a lo largo y ancho del país forjan cuadros integralmente preparados para los centros de enseñanza superior.
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