domingo, 4 de diciembre de 2011


Bienvenida la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)
Internacionalismo ¿Una mala palabra?
Por: Rubén Rivas
Fecha de publicación: 02/12/11


«La solidaridad es la ternura entre los pueblos» 

Ernesto “Che”  Guevara 
Las campañas contra el internacionalismo, viejas estrategias goebelianas de terror, han sido utilizadas una vez más por los imperios contemporáneos (EU-OTAN) para criminalizar o estigmatizar cualquier proceso de los pueblos que ellos sospechen, choca a sus intereses: los del capital, los de las grandes transnacionales. En nuestra América Latina sobran los ejemplos de cómo cualquier intento de forjar un país autonómico o solo el esbozo de un proyecto humanista, es sometido al escarnio e inmediatamente llevado a su destrucción. Para ello las campañas de descrédito terminan constituyéndose en el arma más eficaz. Soy un hombre de 63 años y en mi vida he podido ser testigo de las más viles difamaciones contra individuos por sostener los ideales utópicos del socialismo o comunismo, o simplemente de democracias con espíritu integracionista. Viví en carne propia el golpe contra el presidente Allende a quien la prensa Chilena acusaba de las más aberrantes perversiones, para luego descubrirse, por revelaciones de archivos secretos de la CIA, que se trataba “simplemente” de un plan para derrotarlo. 
En los años 60, Betancourt y Leoni desarrollaron campañas contra los movimientos insurgentes, utilizando las consignas de guerra fría que en aquel momento se enfilaban desde los Estados Unidos contra la Unión Soviética. Ya la Iglesia durante siglos había abonado el terreno en Centro y Suramérica. De ello se encargaron las falanges de curas españoles que igual a los conquistadores del siglo XVI, penetraron ciudades, pueblos y las más apartadas aldeas de nuestra américa indígena. Recuerdo que siendo aún niño, me llamaba poderosamente la atención un cartel inmenso a la entrada del Colegio Jesuita (para niños ricos) San José de Mérida. En él se veía una espantosa escena de edificios en llamas. Así se daba la bienvenida diaria a sus alumnos. Lo complementaba un texto en grandes letras: “EL COMUNISMO ES DESTRUCCIÓN”. Esos niños, no hay duda, terminaron siendo con nuestros líderes de la IV República.  
Esa operación se mantuvo, se reforzó y perfeccionó. Ahora se trataba de aterrar a todo un  pueblo. Aún hoy se escuchan los ecos de la “campañita”; aquella que dice algo así como: “Si los venezolanos intentan alejarse de la influencia norteamericana, serán atrapados por las garras del comunismo internacional… las de los rusos, chinos y cubanos.” Por supuesto estas recetas iban bien condimentadas con los vocablos Marxismo- Leninismo. En ellas se sentían una embestida de odio increíble. En ellas se metamorfoseaban los hermosos propósitos originales de Marx y Engels en una horrible máscara con expresiones inenarrables de terror. Recuerdo que años después, estas mismas palabras las utilizó la chillona e hiriente voz del criminal Pinochet. Su tétrica forma de hablar coincidía asombrosamente con la espantosa carga semántica que él sabía darle a cada uno de estos vocablos. Curiosamente, buena parte de la clase media chilena y los amos de la cordillera asimilaron el efecto esperado por el norte imperial y en ese sentido se puede afirmar que las campañas difamatorias fueron definitivamente exitosas. En contraste, a la clase obrera no le asustaban tales términos; ya se había avanzado en la toma de conciencia de sus derechos. El ejercicio de la justicia enseñado por el presidente Allende les hacía cada vez más libres y por lo tanto los vocablos Marxismo-Leninismo terminaban siendo palabras buenas. Al imperio no le quedó otro remedio que la aplicación de la violencia despiadada del golpe de estado. Queda claro entonces que combatir mediáticamente el internacionalismo solidario no es más que una vieja artimaña del imperio para impedir que los pueblos se unan y se liberen. Divide et impera. Se dice que Luis XI de Francia (1423-1483) aplicó esta máxima con gran éxito. Fomentó las disputas entre su nobleza hasta alcanzar su objetivo de dominarles. Ésa, para nuestra desgracia, ha sido la esencia de la política internacional contemporánea de los imperios. Dependerá del grado de conciencia y compromiso de nuestros líderes latinoamericanos y del caribe con sus pueblos expectantes, el poder avanzar hacia el fortalecimiento del CELAC. 
En cuanto a los temores frente al “expansionismo ruso o chino” pudiera decirse que fue precisamente el concepto del internacionalismo proletario de Marx y Engels, la energía vital de las revoluciones en cada uno de esos países. Es importante recordar que el capitalismo sostiene a los imperios a través de relaciones estrictamente comerciales en las que privan la banca y las bolsas de valores. En cambio, las relaciones entre países soberanos, esas relaciones se basan en los principios humanistas y marxistas de la solidaridad internacional y la lucha de clases por la justicia social. Si los primeros proyectos inspirados en el marxismo han fracaso ello se ha debido a la mala praxis o a la muy mala interpretación de sus principios. Ello no significa que los contenidos primigenios de igualdad, solidaridad, justicia e internacionalismo de las teorías marxistas y engelianas han desaparecido; por el contrario, sobran los ejemplos de manifestaciones concretas desde la nueva Rusia o China de la buena práctica de la solidaridad internacional. Por ejemplo, los tratados internacionales de comercio que Venezuela está firmando en estos momentos con la República de China, Rusia o Bielorrusia, como también con Brasil, Cuba y Argentina, contemplan la figura de TRANSFERENCIA TECNOLÓGICA, factor que jamás ni nunca se utilizó en los tratados con los Estados Unidos durante la IV República. Del mismo modo es altamente estimulante observar  cómo Cuba, sin ser una nación boyante en recursos, practica cotidianamente el internacionalismo con países del mundo entero sin pedir nada a cambio. Venezuela está comenzando a practicar el ejercicio hermoso del internacionalismo con programas de salud, educación vivienda en países hermanos. ¡Esto es internacionalismo y no imperialismo!  
Dice José María Laso Prieto  de la Universidad de Oviedo, España: “La clase obrera de cada nación no puede considerar su lucha al margen de la del proletariado de las demás naciones, pues su enemigo no es sólo la burguesía de su propio país, sino además, la de la burguesía de los otros países. De ahí que sean comunes los intereses fundamentales de todo el proletariado internacional.”  
¡Alegrémonos! Latinoamérica ya tomó la vía de la integración. Somos testigos históricos de la más contundente voluntad de internacionalismo solidario de nuestros pueblos. Venezuela recibe, con orgullo de patria grande, la reunión de los 33 países que conformarán la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Las relaciones internacionales que se avecinan se fundamentarán, como dice nuestro presidente, en un mundo multipolar, de allí que la expresión “otro mundo es posible”, emanada del Compromiso de Porto Alegre, Brasil, 28 de enero de 2001, y que tanto eco planetario ha tenido, se va haciendo hoy toda una realidad. Por supuesto que estos conceptos son difíciles de asimilar o de entenderse si se miran desde la óptica del hombre formado en el capitalismo que confunde realización con riqueza material y menos lo comprenderá si se le habla de la solidaridad como manifestación superior de amor a la naturaleza y a los seres humanos. 
Por último, es importante que se sepa que Bolívar, San Martín, O’Higgins, Zapata, Abreu de Lima, Martí, Sandino y Morazán,  internacionalistas, amantes de la libertad, liberadores de pueblos, se harán presentes en Caracas para acompañar esta victoria de los pueblos latinoamericanos y del caribe.  Al presidente Chávez, uno de los mayores impulsores de esta nueva gesta, los pueblos se lo agradecerán por siempre. 

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