jueves, 16 de abril de 2009

Jesús “El Gordo” Páez en la memoria y el pecho del pueblo venezolano



Por: Israel Colina
Hacen ya dos años de la despedida del cantor revolucionario Jesús “Gordo” Páez”. Veintidós años después de la siembra de Alí, lo sembramos a él. La canción sigue bregando dispersa aún cuando él proponía la unidad de todos los colectivos e individualidades para impulsar los sueños. Aún cuando el trabajo del artista jamás debe institucionalizarse, sí debe organizarse. Debemos amalgamar los esfuerzos y dejar los egos a un lado. El Estado nacional y el Gobierno deben cesar en sus templetes de wiskhy y sinsentidos estéticos, apartados de toda lógica revolucionaria, para promover la estupidez como forma de distracción y divertimento.
En el 2006 supe por boca de mi hermano Gustavo Colina, que el “Gordo” había estado en el evento: “Intelectuales en Defensa de la Humanidad”. En el entonces Caracas Hilton –hoy Alba Caracas-, comía copiosamente al lado de otra gran poeta que se nos fue: Lydda Franco Farías. Al menos la gente consecuente y crítica se daba cita en esos intentos internacionales donde se afianza la solidaridad, aunque con inversiones milmillonarias que no reflejan ni en el corto y mediano plazo, impactos sociales contundentes y perdurables en el tiempo, mas sí un respaldo cultural orgánico internacional. Jesús “Gordo” Páez cumplía su tarea de luchador social, con su presencia, su guitarra, su canto, su arte.
Recuerdo al “Gordo” Páez en el “2do. Encuentro Internacional de la Canción Solidaria” que también tuvo como escenario el Club de Lagunillas, un reducto del escualidismo anquilosado de nuestra aún camaleónica PDVSA. La convocatoria como siempre, fue nula. Todos los cantores nos bajábamos de las tarimas para ser público de los que subían. Nos dábamos ánimos entre sí. Intercambiamos los discos de cada quien. Le siguió una cena desordenada y después, para atrás; para sus casas todo el mundo. Aquí no ha pasado nada. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través del IAEM hacía lo posible con personal imposible, mostrando ganas inmensas de producir eventos con personas que no saben hacer ni pensar las cosas.
Mientras el Grupo Candela cantaba gaitas, el “Gordo” me regalaba uno de sus discos. Me lo autografió. “Israel, eres patria buena” escribió sobre su diseño. Me sentí orgulloso siempre de estas palabras y comprometido aún más con la tarea del canto social. Me sentí orgulloso de ser su amigo del camino, de su voz alegando que Alí le decía en los encuentros de juglares venezolanos: “Coño, Gordo. Canta tus propias canciones. A veces cantas antes de mi, unas canciones mías que yo quería cantar” y él le ripostaba: “Coño Alí, si me gustan, si me las sé, si las siento tanto qué hago”. Pero con voz íntima me dijo: “Yo sé que él me lo decía para que yo agarrara más mi guitarra y mis propios textos y los musicalizara. Y así lo hice”.
La versión de “Cielo despejado” del “Gordo” Páez es una fuente de inspiración inagotable y estremecedora. Su voz entre la atenorada ternura nos llevaba a comprender que “el cóndor vuela más que la perdiz… la sabia para ser frutos debe entrar por la raíz” como escribiera originalmente Alí Primera. Los habladores de paja, envidiosos de siempre, algunas veces comentaron que estaba plagiando a Alí. Y bueno, eso daba risa. Daba risa y arrechera también, porque uno sabía quién andaba haciendo el comentario y bueno, quién no conocía las canciones de Alí y quién no conocía las canciones del Gordo. ¿Cuántas veces éste no tomó frases que le pertenecían al Cantor del Pueblo dentro de sus composiciones, porque las consideraba imprescindibles?
Rememoro una llamada telefónica que le hice a Cabudare a finales de 2006. Me atendió su hijo. El “Gordo” no estaba. Había salido para La Vela de Coro al evento “Día de los sueños”, gran iniciativa revolucionaria con dosis elevadísimas de improvisación y poquísimo apoyo institucional. En enero de 2007 llegué al Ateneo de Cabudare y cinco minutos antes se había marchado. Le dejé el mensaje que había estado por allí. Y así la vida va tejiendo las distancias geográficas que son inevitables físicamente.
A veces retomo sus discos y escucho “Coger el monte, sembrar semilla, preñar la tierra y cosechar vida”, “Los hijos del Diablo”, “Dios”, “Canto Necesario” y “Heriberta” del “Roble de Cuararigua” Don Pío Alvarado. ¿Será una metáfora de esperanza que el Gordo se nos fue un 13 de abril, fecha en que el pueblo defendió su dignidad, su patria, su revolución? “Gordo”, tu estás en la memoria, en el pecho y en el futuro del pueblo venezolano. “Gordo”, eres Patria Buena, voz nuestra, voz de todos. Por ahí está el Colectivo Cultural de Barquisimeto con tu nombre, el Movimiento Artístico Alí Primera en el Zulia, La Cantera en Caracas. Debemos unirnos y seguir cantando, cantando por la patria.

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