miércoles, 30 de septiembre de 2020

 

El Baile de la Tura, tradición ancestral en honor a la Madre Naturaleza

Fotos: Redes sociales

Cada 24 de septiembre en las comunidades de Mapararí y Moroturo, en los estados 

Falcón y Lara, se celebra el Baile de las Turas, una danza milenaria, de origen

 indígena, que se realiza para invocar las buenas cosechas y agradecer la 

generosidad de la Tierra. Se trata de una costumbre de carácter religioso, 

originaria de los pueblos indígenas Ayamanes y Jirajaras, la cual se ha

 conservado en el tiempo y ha pasado de generación en generación, 

como homenaje a la madre naturaleza.

Específicamente, en el baile de la Tura se le rinde culto a la agricultura, 

razón por la cual los creyentes ofrendan parte de sus cosechas y 

su cacería a los “espíritus divinos” en gratitud por la productividad obtenida. 

Al mismo tiempo, durante la ceremonia piden a la Tierra abundancia en 

la siembra del año próximo.

La danza de la Tura consiste en gestos simbólicos imitando movimientos 

de cacería y reverencias, al son de las maracas y soplando los cachos 

de venado para, al mismo tiempo, alejar a los espíritus malignos.

La ceremonia, que dura aproximadamente 48 horas, se lleva a cabo 

en la época de la cosecha del maíz. Algunos historiadores, refieren 

el nombre de Tura al maíz cuando está listo para recogerlo y preparar 

la chicha, que una vez fermentada, se utiliza en la celebración.

Existen dos tipos de Tura: la Menor y la Mayor. La Tura Menor se inicia 

el 23 de septiembre a las 6:00 de la tarde en algunas poblaciones y 

concluye a las 8:00 de la mañana del día siguiente, coincidiendo con 

el Día de Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de algunos pueblos 

de la región.

Mientras que el Baile de la Tura Mayor o Grande, lo realizan únicamente 

los pobladores descendientes, quienes realizan una especie de altar 

con caña de azúcar, palmas, hojas de plátano, mazorcas de maíz y 

coloridas flores colgadas, en cuyo centro se coloca una cruz de madera 

y cinco velas, que representan los espíritus de los antepasados, con 

una duración aproximada de una semana.

En el baile participan hombres y mujeres, con instrumentos creados 

por los pobladores, entre ellos: el “cacho” elaborado con cráneos 

de venado, las flautas con carrizos -denominadas turas- y las maracas 

hechas con taparos y capachos, a las cuales le dibujan tres cruces.

Además, en el baile se incluye las figuras de: “La reina”, cuya 

designación recae en una matrona del pueblo, casada, apegada 

a la tradición y responsable de organizar la celebración; 

“El Capataz”, también conocido como “mayordomo”, “capitán”, 

“director” o “maestro”, quien utiliza un látigo de un metro con 

siete nudos y una corona elaborada de plumas de aves; 

“Los cazadores”, quienes buscan los animales para la gran 

comida, y “Los Músicos”, integrados por los cacheros y los tureros.

Durante la ceremonia religiosa se realizan siete sones: el de la cacería, 

el de las aves, el de la ceremonia, el de la lluvia, el del murciélago, 

el de la paloma y el de la hormiga. Los músicos tocan y danzan en 

círculo alrededor del altar.

Al final de la ceremonia, la reina derrama chicha al pie de un frondoso 

árbol cercano, generalmente es un copey, denominado “Árbol o madre 

de la Abundancia”. Allí coloca la comida y los adornos sobrantes para 

devolver a la naturaleza los favores recibidos y también recoge unas 

hojas del árbol como recuerdo del baile.

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