domingo, 13 de septiembre de 2020

 

Gasolina, sanciones y el ataque multiforme a la industria petrolera



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Refinería Cardón, Paraguaná, estado Falcón. Foto: Archivo

En mayo, desembarcaba en costas venezolanas el primero de los cinco busques petroleros iraníes cargados de combustibles y materiales para las refinerías, aliviando considerablemente los efectos de las sanciones estadounidenses contra de la industria petrolera venezolana.

En adelante, algunos medios anunciaban la reactivación de algunas refinerías en el país, especialmente el arranque de la planta de craqueo catalítico de Cardón, que integra el Centro de Refinación Paraguaná (CRP), uno de los complejos industriales de procesamiento de petróleo más grande del mundo.

Sin embargo, reavivar el proceso de refinación de la industria petrolera del país ha sido complejo y con muchas dificultades, pues cada parte o pieza que ensambla a la infraestructura de las refinerías venezolanas para que su operatividad esté al 100%, tiene patente estadounidense.

En este sentido, y teniendo a cuestas las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos, especialmente las que iniciaron en agosto de 2017, las dificultades para el debido mantenimiento de las refinerías son evidentes, entorpeciendo sus operaciones de manera continuada.

Es por ello que, el gobierno venezolano, ha optado por la opción comercial de importar gasolina, en medio de un constante acecho y persecución al sector petrolero que decanta, finalmente, en la escasez de combustible.

Actualmente, el portal de rastreo de tanqueros Tanker Trackers informa a sus suscriptores que, de manera no oficial, los tanqueros iraníes Forest, Faxon y Fortune, aparentemente se dirigen a Venezuela a través del Canal Suez con cargamentos de combustible.

Ejemplos reales de los impactos de las sanciones en el sector petrolero

La mass media y voceros opositores al gobierno venezolano, vociferan que las complicaciones en la producción y refinación recaen solamente en una supuesta “desinversión” y en la repetida “falta de eficiencia”, ignorando por completo los efectos de las las sanciones unilaterales, que no solo impiden el normal funcionamiento del parque refinador sino que prohíben las dinámicas propias del comercio petrolero.

Venezuela, no es el único país productor de petróleo que ha sido sancionado por Estados Unidos, de hecho Irán tiene el foco histórico en esta materia, al igual que Siria y todo lo que se conoce de Libia.

En el caso de Siria, desde 2011 Estados Unidos, bajo el gobierno de Barack Obama, impusieron sanciones al transporte marítimo de Siria y las actividades de seguros relacionadas con éste, prohibiendo así, cualquier actividad comercial o asistencia financiera de productos químicos y derivados del petróleo. Acto seguido, la producción de este país árabe decae abruptamente.

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Foto: OPEP

Salvando las diferencias, de forma similar sucedió con Irán, también en el periodo de administración Obama se aplicaron sanciones al sector petrolero.

En este contexto Irán era uno de los principales exportadores de petróleo a la India, ofreciendo condiciones de importación comercialmente atractivas. Para 2012, las sanciones impuestas a Teherán obligaron a la India a reducir a la mitad sus importaciones de petróleo iraní. Esto abrió camino a que Arabia Saudita e Irak se convirtieran en los principales proveedores de crudo de la India, ni hablar del aumento de las exportaciones de Estados Unidos a ese país.

Es decir, la toma de cuotas del mercado se logran gracias a este descabellado juego de sanciones, aparte de los daños a las industrias petroleras es indudable. De hecho, la Agencia Internacional de Energía publicó un gráfico que señala la baja de producción de Irán con las sanciones impuestas.

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Foto: AIE

La amenaza continúa

Venezuela no es la excepción, buscar desconocer completamente los efectos de las sanciones representa una argumentación simplona. Las sanciones financieras de 2017 fue el abreboca para limitar la emisión de deuda venezolana. El recrudecimiento se llevó a cabo, casi en paralelo con la autoproclamación de Guaidó en 2019, dirigiendo la coerción a las transacciones de PDVSA con cualquier entidad.

La amenaza al Estado venezolano es desde todos los frentes, y tiende a intensificarse a medida que se acerca la fecha electoral, tanto la presidencial en Estados Unidos como la de la Asamblea Nacional el 6 de diciembre en Venezuela. Por supuesto, la esfera comunicacional no se queda atrás para nutrir la guerra psicológica.

Se recuerda la alarmante y polémica noticia sobre la supuesta incautación de buques iraníes con gasolina venezolana, se observaba como funcionarios federales estadounidenses corrían para comunicar dicha incautación, que luego sería “confirmada” por Donald Trump en rueda de prensa.

Incluso, en el libro de la historiadora Audra Wolfe Freedom’s Laboratory: The Cold War Struggle for the Soul of Science se explica detalladamente el papel de la guerra psicológica estadounidense durante la Guerra Fría, que no ha cambiado de manera relevante actualmente. Aunado a esto, también Wolfe agrega la guía del NSC 10/2 que enumera la propaganda, guerra económica, el sabotaje y subversión como parte del manual del Consejo de Seguridad Nacional.

El ataque a Venezuela por parte de Estados Unidos es multiforme pero sistemático, intentando ahorcar a la industria petrolera venezolana con su poder geopolítico. El tema de la gasolina es una arista más de los crímenes que continúan perpetrando en contra de esta nación.

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