San Romero de América
Por la Secretaria General de la OSPAAAL
durante el acto de presentación del Suplemento Especial de Resumen
Latinoamericano que rinde homenaje a su memoria
El 24 de marzo de 1980, sicarios al servicio de escuadrones de la muerte
acribillaron a balazos al Arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero y
Galdámez.
Aquel estremecedor magnicidio tuvo lugar en el contexto de una sangrienta
represión y de la guerra impuesta por la poderosa maquinaria de la reacción
oligárquica subordinada al imperialismo --empeñados, oligarquía e
imperialismo, en preservar su opulencia con las manos ensangrentadas y el
alma prostituida por la maldad y el egoísmo-- a la que el pueblo salvadoreño
opuso una heroica guerra popular revolucionaria.
La naturaleza política del magnicidio de Monseñor Romero no suscitó ninguna
duda. Las homilías del prelado eran categóricas denuncias a las permanentes
y flagrantes violaciones a los derechos humanos, a la miseria y penurias de
la mayoría desposeída, a los asesinatos selectivos y a las masacres que
acontecían cotidianamente.
Su opción por los pobres, por la Patria entendida como pueblo, su
acompañamiento y defensa de los despojados de todo derecho al bienestar, la
justicia social y la dignidad, la evolución y radicalidad de su pensamiento
en dirección a la afirmación “el sistema debe ser cambiado de raíz” signaron
su sentencia de muerte.
Monseñor Romero fue un hombre tan leal al Evangelio como a los pobres, tan
profunda y sinceramente cristiano como revolucionario en sus expresiones de
humanismo y resistencia. Tal consistencia y dimensión de la fe no lesiona un
ápice su santificación, la reafirma; no tiene que suscitarnos ningún pudor
político, mayúsculamente político fue su martirologio.
Su andar hacia el altar de los santos, que concluirá mañana 23 de mayo de
2015 a las 10 am en la Plaza Salvador del Mundo, regocija a la Patria Grande
en un momento absolutamente inédito de nuestra historia contemporánea común,
rumbo a la verdadera emancipación. Obviamente de este momento único, que
estamos obligados a defender y a favorecer su avance en unidad, es
emblemático el Papa Francisco, el primer pontífice nuestroamericano.
La beatificación de Monseñor Romero constituye una sensible reparación
histórica a 35 años de su asesinato. No me atrevo a afirmar, y lo expreso
muy respetuosamente, que se trate de un acto de justicia. Los autores
intelectuales y materiales, directos e indirectos, de su crimen y de las 75
mil vidas salvadoreñas arrancadas siguen en deuda con ese pueblo querido y
con todos nosotros.
A partir de mañana, San Romero de América, inmortal, acompañará nuestras
penas y glorias con la misma devoción que caracterizó su desempeño,
invocaremos su firmeza y serena sabiduría si las nuestras no fueran
suficientes, velará por el futuro de nuestros pueblos desde el pedestal más
alto, el de todos los humanos que han ganado tal condición con su compromiso
de vida.
La actividad fue convocada por la Embajada de El Salvador en Cuba,
el Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad, y la Organización de
Solidaridad de los Pueblos
de África, Asia y América Latina (OSPAAAL) en la víspera de la beatificación
de Monseñor Romero.
Tuvo lugar en la Casa del ALBA Cultural de La Habana, en la tarde del 22 de
mayo de 2015
Por la Secretaria General de la OSPAAAL
durante el acto de presentación del Suplemento Especial de Resumen
Latinoamericano que rinde homenaje a su memoria
El 24 de marzo de 1980, sicarios al servicio de escuadrones de la muerte
acribillaron a balazos al Arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero y
Galdámez.
Aquel estremecedor magnicidio tuvo lugar en el contexto de una sangrienta
represión y de la guerra impuesta por la poderosa maquinaria de la reacción
oligárquica subordinada al imperialismo --empeñados, oligarquía e
imperialismo, en preservar su opulencia con las manos ensangrentadas y el
alma prostituida por la maldad y el egoísmo-- a la que el pueblo salvadoreño
opuso una heroica guerra popular revolucionaria.
La naturaleza política del magnicidio de Monseñor Romero no suscitó ninguna
duda. Las homilías del prelado eran categóricas denuncias a las permanentes
y flagrantes violaciones a los derechos humanos, a la miseria y penurias de
la mayoría desposeída, a los asesinatos selectivos y a las masacres que
acontecían cotidianamente.
Su opción por los pobres, por la Patria entendida como pueblo, su
acompañamiento y defensa de los despojados de todo derecho al bienestar, la
justicia social y la dignidad, la evolución y radicalidad de su pensamiento
en dirección a la afirmación “el sistema debe ser cambiado de raíz” signaron
su sentencia de muerte.
Monseñor Romero fue un hombre tan leal al Evangelio como a los pobres, tan
profunda y sinceramente cristiano como revolucionario en sus expresiones de
humanismo y resistencia. Tal consistencia y dimensión de la fe no lesiona un
ápice su santificación, la reafirma; no tiene que suscitarnos ningún pudor
político, mayúsculamente político fue su martirologio.
Su andar hacia el altar de los santos, que concluirá mañana 23 de mayo de
2015 a las 10 am en la Plaza Salvador del Mundo, regocija a la Patria Grande
en un momento absolutamente inédito de nuestra historia contemporánea común,
rumbo a la verdadera emancipación. Obviamente de este momento único, que
estamos obligados a defender y a favorecer su avance en unidad, es
emblemático el Papa Francisco, el primer pontífice nuestroamericano.
La beatificación de Monseñor Romero constituye una sensible reparación
histórica a 35 años de su asesinato. No me atrevo a afirmar, y lo expreso
muy respetuosamente, que se trate de un acto de justicia. Los autores
intelectuales y materiales, directos e indirectos, de su crimen y de las 75
mil vidas salvadoreñas arrancadas siguen en deuda con ese pueblo querido y
con todos nosotros.
A partir de mañana, San Romero de América, inmortal, acompañará nuestras
penas y glorias con la misma devoción que caracterizó su desempeño,
invocaremos su firmeza y serena sabiduría si las nuestras no fueran
suficientes, velará por el futuro de nuestros pueblos desde el pedestal más
alto, el de todos los humanos que han ganado tal condición con su compromiso
de vida.
La actividad fue convocada por la Embajada de El Salvador en Cuba,
el Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad, y la Organización de
Solidaridad de los Pueblos
de África, Asia y América Latina (OSPAAAL) en la víspera de la beatificación
de Monseñor Romero.
Tuvo lugar en la Casa del ALBA Cultural de La Habana, en la tarde del 22 de
mayo de 2015
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