Huir a la derecha
No
me resigno a pensar que hay gente que se niega a pensar, aunque se
nieguen. Siempre tengo la esperanza, no de convertir a amigos opositores
en chavistas, sino acercarlos a lo que hasta hoy ha sido un imposible
debate de ideas, siempre truncado por un ejercicio de autobloqueo
globotizante, que salta como un resorte ante cualquier posibilidad de
duda, y los hace huir por la derecha dejando un reguero de palabras que
no queda más remedio que recoger con la palita de basura.
Ayer,
por ejemplo, una mujer me reclamaba mi amor por mi Presi, quejándose
del estado deplorable de un país que hace apenas 15 años, según ella,
era la isla de la fantasía. La remití a las cifras del CEPAL que abarcan
los tiempos en los que ella “era feliz y no lo sabía” y estos en los
que podría ser feliz pero se niega a serlo. La remití a revisar en
hemerotecas, ediciones de los años 90, dorados según ella, de periódicos
que ella lee hoy y les cree. Decente y pensantemente, frente a la
posibilidad de encontrar algo que guarda bajo la llave del olvido en el
fondo de su cabecita globotizada, me espetó con desprecio: “No voy a
revisar nada. Mi hemeroteca soy yo. Yo rumbeaba, entonces, hasta las
tres de la mañana y aquí estoy” Es ahí cuando tiro la toalla. ¿Cómo
dialogar con alguien que cree que la historia gira en torno a ella?
En
otra ocasión me tocó un intercambio con un cocinero opositor que se
queja, y con toda razón, de que cada vez que emite una opinión política
la gente lo manda “a sus sartenes”. Estaba él horrorizado por las
intenciones militares de Uribe contra Venezuela, entonces le dije que
Leopoldo López, compinche de Capriles, era un uribista confeso, así como
el resto de la MUD. Acorralado, me respondió: “Hablemos de cocina
porque la política me tiene hastiado”. El mismito se fue y me mandó a
sus sartenes. Huyó a la derecha, estacionando su inteligencia con tal de
no tener que enfrentar y razonar los hechos.
Una
insistente huída que no solo les hace daño a ellos, nos hace daño a
todos. El país necesita una oposición seria, que esté del lado de los
intereses nacionales, que no pase quince y último por la embajada gringa
diciendo, Ramos-Allupmente, “give me my money”. Que no incurra en la
Mariacorinezca torpeza -por no llamarlo traición- de ir a CNN a
acusarnos de ser un narcoestado y otras linduras, abonando el suelo
infértil de una intervención extrajera, avalada con mentiras made in el
Pentágono, y que nunca concuerdan con por los reportes de las
instituciones internacionales competentes, que afirman todo lo
contrario. Una oposición que borre para siempre la palabra bitumen de
sus planes de gobierno. Podría pasar horas escribiendo lo que esa
oposición no puede ser y es. Lo triste es que seguirá desastrosamente
siendo mientras mis amigos opositores insistan en huir a la derecha.
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