La Patagonia, Biodiversidad en peligro
La Patagonia es la vasta, inmensamente rica, escasamente poblada, área austral de Sudamérica, extendida desde el Océano Atlántico al Océano Pacífico.
Compartida por Argentina y Chile, recientemente más de 12.000 hectáreas de bosques fueron afectadas, primero por cenizas de erupciones volcánicas y segundo, por incendios forestales.
La Patagonia argentina se puede subdividir en dos regiones: la Patagonia Norte, y la Patagonia Sur, ambas separadas por el paralelo 42° S. Otra división de la Patagonia argentina se basa en consideraciones principalmente ecológicas: el sector Andino patagónico (húmedo, cubierto de bosques, y salpicado de grandes lagos de origen glacial), y la Patagonia Extraandina, o esteparia (árida, y en gran medida cubierta por arbustos, e incluso desértica).
La Patagonia chilena es un territorio modelado principalmente por los glaciares. En ella se ubica una estrecha planicie costera, grandes ventisqueros, montañas, fiordos, archipiélagos, islas e islotes, glaciares, volcanes y gran cantidad de cascadas de agua dulce que desaguan en el mar; y finalmente, las tierras de la tundra magallánica, hasta el cabo de Hornos.
Una parte declarada reserva de la Biósfera por la UNESCO, alberga especies de árboles nativos de la Patagonia como la lenga y el ñirre y animales autóctonos como el huemul, un ciervo endémico, así como muchas otras especies que no se hallan en ningún otro punto del planeta.
La mayor parte de la superficie impactada por el incendio está constituida por bosques. Hay tres ecosistemas que están fueron afectados: los bosques primarios de lenga (Nothofagus pumilio o roble blanco) con alguna presencia de ñirre (Nothofagus antarctica o haya antártica) son alrededor de un 4% de las 12.000 hectáreas incendiadas.
Las emisiones de cenizas del volcán chileno Puyehue Cordón Caulle, que entró en actividad en junio 2011, ha alterado este complejo ecosistema. Por ello, para poder establecer un plan de restauración se requiere realizar estudios de suelo, a fin de delimitar cual el impacto ocasionado por las cenizas, cuánto perjudicó a los nutrientes, especies y semillas allí contenidas.
Por lo mismo, se requiere evaluar si los hongos que viven en el suelo, así como los insectos y sus larvas, mantienen su población y condiciones de vida.
Si no se realizan estos estudios en el tiempo requerido, simplemente se habrá perdido la oportunidad de obtener la información que es esencial para planificar el repoblamiento de especies y adoptar medidas de mitigación.
Gustavo Carrasquel | ANCA 24
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