jueves, 14 de febrero de 2019

Día del Amor Final
Si fuese todo lo perdido sólo lo que se pierde
Todo cuanto se gana lo único que se gana
Jasmil Mendoza
Un día la invité a un sueño y me dijo, Venecia. Yo recordé las góndolas y al gondolero llevándonos a mirar aquella poética de casas mojadas en belleza. Hasta empezar a caerse la luz en pedazos de oscuridad. Y sobre la barca se miraban desteñidos y enloquecidos colores, resbalando hondo sobre la falda azul del horizonte. Todo desapareció ante nuestros ojos, menos las estrellas. Un fuego desde una lámpara, abrió aquel festín de universo. Y ciertamente llegamos a parecer un sueño
Nada pudiese haber sido más hermoso para estos comunes mortales, pero ni por lo menos se han vuelto a ver, de agradecimiento. El equipaje retardaría un poco, al prefigurarnos un concepto ajeno al destino. Nunca como el dinero, que permite el lujo de llegar cada vez que queramos a donde sea, pero no precisamente a donde era. No es igual partir gritados recogiendo los pasos como ropa interior bajo la lluvia, a no haber llegado nunca incluso llegando, porque llegar no contiene necesariamente lo que intuimos. Menos ese lugar, donde una vez consensuados abrimos la puerta para entrar con necesidad de quedarnos cálidos, en otra manera de vivir. La ternura en camino, bajo el follaje del aliento final de un elefante, ya está signada. Disímil, a como cuando se ha dejado humildemente abierta la puerta del que se fue, como un poder. Más, si nos despojamos incautos, de lo más bellamente excelso que nos vive, para distribuirlo en ese poder de quien ignora el valor de acompañar, estamos inútilmente desquiciados. Sobre todo cuando lesivamente atenta contra los que tienen la facultad de refrescar con sombra, mientras se va fortaleciendo la extinción de la intimidad de sus incendios. El amor es un concepto que no tiene capacidad de ampararnos sino de poseernos. Aquí no hay medias tintas, de ser posible llevarnos de arrastras hasta la cruz. Toma más en cuenta el individualismo de a dos, que ya son un colectivo más, por lo que no sirve su análisis visto desde lo personal como toda historia en curso, que pensar y hacer contra esa torpe incisura. Que subestima la vuelta ingenua del día a día, de aquello que nos ama como planeta. Necesitamos saltar los sentimientos que se egocentran engolosinados en sí mismos. Más bien, que mueran o padezcan por un dolor social globalizado como fuente de lucha, para que se pueda entender, por qué no vuelve a servir el inútil concepto de humanidad. El amor en su reiterado trabajo, que obliga a calzarse una receta imprudente como si habitara las aceras donde se oferta el fracaso de una moral, en complicidad firmada eclesiásticamente, acuerda servir en bandeja de plata el corazón, a los poderes trasnacionales de las emociones. Por todo ello, haré un nido aparte de su sueño. Eventualmente morir de usted, que es lo mismo morir de otros latifundios diversos de la querencia, a fuerza de alimentarse de fluidas teorías ajenas, que no dicen de los sufrimientos enlatados que nos poseen. No traiciono los abrazos con llanto y ni siquiera al enemigo. Preciso sí, a este mundo cada vez más pobremente económico, contra la gente casi en todo. Fatal y ridículo, con los que siempre pulieron con cementos grises las frías alegrías de la reinventada exquisitez. En esta horada a 40 de fiebre, mide la mano solitaria puesta de costado, al cuello donde reposó un cariño. El delirio de grandeza traba la comprensión de seres que alguna vez se amaron y no fueron capaces de saberlo. El amor en el sistema, también tiene su día de consumo masivo. Cuánto costará una lágrima de otrx, en la registradora de una taquilla de hotel. Qué será del fervor perdido y humillado que no tiene vuelta atrás. De los montones de besos vino tinto que fueron ocultos, borrados y botados en servilletas como desperdicios, tornados en evidencia. Quizás complementada, tras el postigo de una puerta falsa, que da a la noche de los días feriados. Nadie puede ser libre si un deseo mediocre o no, lo esclaviza hacia ninguna parte. Sin una idea que sirva para emanciparnos, de lo mismo que hemos sido siempre reclinados por amor, a qué se vino a vivir en este mundo. Y por qué se insiste en complacer sufriendo, esta insolencia. Déjennos solos con la poesía si es posible, que a pesar de exigir lo imposible no ladilla tanto como un mal amor. Será que necesitamos otro mundo posible para ir a joder, porque este ya no sirve para lo que estamos dispuestos a destruir. Hoy vino la muerte a verme, acompañada con mucha fiebre y tos. Pareciera haberme tocado dolosamente con sus rabietas emocionales y su enrarecido desplante, dándose aires de sabiduría. Tristeza, este elemento prestándose sumar para abatir, pero solo no vale la pena ir a la vida a malgastarla, cuando hay tanta mala muerte siendo asesinada. Por ahora rememoro mi condición de clase, que lucho también por no negarla. Aquella brutal historia, transformada en solidaridad y fiesta antigua de nosotros los pobres, que celebrábamos juntos y de vernos, sin más. Igual el desamor y la hambruna eran viejos hartos conocidos que respetábamos, pero la verdad es que mucha gente aquí por estos días de tanta bonanza todavía no los conocían. Y ahora que saben en carne propia quienes son y que son, les tienen mucho miedo, en vez de ir a la causalidad imperial de nuestro empobrecimiento político
Hacíamos gallinas de papel basura y luego jugábamos a que comíamos. Y las freíamos con arepas de cartón rellenas de carne esmechada, hecha de aserrín. Hasta que llegaba Reny el domingo, después de llevar el kilo de huesos para hacer la sopa, a continuar preparando la acción contra el asadero de pollo del portugués, que ya estaban de moda por toda la ciudad, allá por los años 60. Esa vez nos juntamos todos y todas, y nos fuimos organizados con Reny, que pasaba por debajo de cualquier mesa, y nos detuvimos exactamente al frente de la acera a tragar saliva mirando los pollos dar vueltas, atravesados por una cabilla 3/8. Mientras tanto, estudiábamos las coordinaciones, excesivamente simples de lo que sería comer sin pagar contra otra guerra que ya nos habían declarado hace mucho tiempo. Y a la que no estábamos prestos en lo más mínimo, a dejarnos matar con hambre. Eso no lo sabíamos, pero en el fondo fue lo que hicimos. Se dieron las instrucciones, y salimos corriendo hacia un solar abandonado donde nos repartiríamos el botín, casi envolviéndonos como en papel de bodeguero, la oscuridad que traía la tarde detrás de nosotros. Al mismo tiempo que Reny se bajaba de la acera que estaba frente al asadero, y salía disparado como una bala hacia la otra acera a fregarle una arepa dura en las gotas que se deslizaban y caían en las brasas levantando humo y olores a pollos exquisitos. Y regresaba más veloz que una victoria en la palma de la mano, y nosotros lo recibíamos con orgullo y admiración y a la espera que repartiera en partes iguales lo que habíamos diseñado con certera perfección; pero no todo lo que se desea en la vida al tenerlo, es igual a lo que se soñó. El vidrio por donde se resbalaba el hambre de aquellos pobres que éramos, que no sabíamos nada de Marx, del proletariado, de si nos clasificaban como clase baja o ricos, corría exclusiva y protegida por dentro del vidrio, y no por donde tanto lo imaginamos. Pudiera decir, que la única vez que comí carne en la infancia fue cuando me mordí la lengua, pero el día más hermoso que he vivido hasta el día de hoy, fue cuando Yraima me dijo al final de la primaria, que le llevara los cuadernos. Forrados de verde con etiquetas de lujo, perfectamente pegadas y geométricamente centradas a la altura de la exigencia, la acompañé hasta la puerta de su casa. De donde me costó de pena, dar la vuelta para regresar, espantando perros que jamás me habían visto y de remiendos en el trasero de los pantalones que no quería que ella me viera. Nunca el miedo en mi existencia valió la pena como aquella vez. Los demás temores que se me han empegostado en los nervios sin compasión, no llegaron a tal trapo en la percha, ni al riesgo para alcanzar tanta belleza. Yo, a pesar de todos esos avatares, sigo activo y lejos ya de las ofrendas ociosas a los abismos. Feroz mientras pueda, en el verso que desmonte la pérdida del aliento. Andando voy, trastabillando quizás, desfalleciendo a lo mejor, vencido y desolado en ocasiones pero claro, en que nuestro país tendrá que volver a volar de bonitura para llevar la lluvia de lo posible a donde hemos abierto los surcos, siempre nosotros mismos, cada vez que ha sido necesario. Y con las similares manos que ya han hecho realidad manojos de victorias increíbles. No escatimamos el lugar ni el momento, donde izaremos de nuevo la bandera de aquella fresca alegría que exportamos para aquellos pueblos que no sabían que existía. Y que ojalá, yo tal vez vuelva a ver este país en su total recuperación, algún día no muy lejano. Incluso, no importa si no lo veo, pero que vuelva a ser el fervor de aquellas marchas. Esencialmente comprendiendo que no es igual injerencia, que perder una revolución, pueblo querido
14 de febrero 2018. ca

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