sábado, 15 de febrero de 2014

Periodistas y estrellas
Periodistas y estrellas de los medios audiovisuales del antichavismo (que en muchos casos son los mismos) se han puesto a derramar sentimentalismos en las redes sociales con la intención de conmover para procurar un estado general pro golpe.

Pero lo hacen mediante una contradicción que nosotros (nuestros periodistas y estrellas de televisión, que muchas veces son los mismos) no hemos sabido o querido atajar: los antichavistas hacen arcadas de llanto quejándose de que se está reprimiendo a los estudiantes, pero de inmediato acuñan que desean la paz y que no haya derramamiento de sudor. Ni por asomo plantean o le sugieren a quienes protestan que se abstengan de emplear la violencia. No hay una campaña pidiéndole a quienes manifiestan que dejen de lado la agresividad. También ignoran intencionalmente un hecho sustancial: el propio Capriles (a quienes ellos llamaban “líder” único, aunque han venido aceptando que Leopoldo también es un “líder”) aseguró que quienes ejecutaron asesinatos y grandes destrozos del patrimonio ¡no son estudiantes!

¿Cómo puede un antichavista pedir por la paz y al mismo tiempo estimular las manifestaciones violentas? ¿Cómo puede discursear por la paz y arrecharse hasta lo infinito si un piquete de la policía encara a los violentos?

¿No deberían pararse todos en Plaza Venezuela y pedir a sus estudiantes que se abstengan de emplear la violencia porque esa no es la línea de la MUD, supuestamente?

La misma vocería de la MUD, por qué no condena a los violentos e, incluso, ofrece sus policías para detenerlos. ¿Por qué Polichacao y Polibaruta no detuvieron a los violentos que asedian a sus vecinos?
La oposición ejecuta la violencia y nos acusa a nosotros de la autoría. Lo mismo pasa lamentablemente con las víctimas fatales: las ponemos nosotros y el antichavismo utiliza tales tragedias para meterle combustión a sus planes. Pone a sus periodistas a gemir por unos muertos cuyos nombres no son capaces de memorizar.

Estas contradicciones tenemos que marcarlas mediante emplazamientos que impliquen retos.

Tampoco hemos abordado suficientemente el que Capriles, en ambigüedad –ambigüedad política, me refiero– ha acusado a Leopoldo de ser al artífice de la violencia. No lo ha nombrado, porque tampoco es que sea un “líder” vertical. Pero como no lo menciona con nombre y apellido, pese a que le enseña el hueso, los acuciosos periodistas antichavistas no aluden el punto ni en sus notas y muchos menos en sus cuentas de redes sociales.

Revisemos todo lo que ha dicho y escrito Capriles y en cada ocasión dice que no está de acuerdo con la violencia, que los estudiantes no deben proponerse como carne de cañón de intereses personales presidencialistas e insta al Gobierno a no reprimir, lo cual es otra rotunda contradicción, porque si él mismo dijo que los asesinos y agresores del CICPC y la Fiscalía no eran estudiantes, ¿cómo no se les va a reprimir?

Está lo otro: la censura a la violencia. Discutible. Pero indiscutible es la hipocresía. Ahí vemos a periodistas quebrando lanzas contra las televisoras y periódicos. Pongamos por caso a Chataing. ¿Es que acaso él era un muchachito el 12 y 13 de abril de 2002? Su posición tendría legitimidad si comenzara diciendo: “Yo, que durante el 12 y 13 de abril de 2002 celebré la censura concertada contra el chavismo, hoy reconozco que cometí un error y ahora pienso que tacataca”.

Ni se diga del sacrosanto César Miguel Rondón, quien el viernes 12 de abril de 2002, a las 10 de la noche en un programa que llevaba en Televen, se consagró como el demócrata más grande de estas tierras. Su invitado de esa noche fue Teodoro Petkoff, a quien comenzando le preguntó su evaluación de los hechos. El invitado levantó la vista hacia la cámara y dijo: estamos frente a un golpe de Estado. El desconcierto de Rondón no hay cómo describirlo. Y atinó con esta joya democrática: bueno, a lo hecho pecho: solo queda meterle el hombro para ayudar a Carmona Estanga. Semejante porquería es hoy uno de los principales líderes de opiniones pro golpe. Y así cada uno de esos glorios@s periodistas tiene lo suyo. En 2002 y en todos los años.

Yo se lo he dicho a varios panas, y aprovecho para vaciarlo por aquí: nos hace falta pentágono para medir e incidir –principalmente para incidir– sobre la opinión pública. De manera estructural y no coyuntural y espasmódica. 

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