Gino Gonzalez, CANTAUTOR
Cuando la clase media desea suicidarse
pero teme...
La desde siempre aterrorizada clase
media, clase ascensor, clase arribista, clase raspacupo, clase estudiosa buscando
el viaje de gastos “cubridos” que los saque de la mina que tanto odian,
profesionales para la explotación calificada, clase acostumbrada a ser
explotada, resignada a repetirse eternamente como escalón, escalera, callejón,
camino fácil, buscadora de la lotería que la saque de abajo, defensora de todo
lo que la atormenta y roba, apoyadora de todas las sinvergüenzuras de sus amos
como todo buen aspirante, clase con el horizonte en el norte francamente
europogringo, clase celebradora de todos los eventos que la ayuden a evadir su
eterna tragedia de tanto trabajar y no tengo na’, tanto trabajar y no tengo
na’, merengue eterno de la billo que aún hoy le sigue amenizando sus fiestas
junto con damirón y sus pianos merengues para que cada treintayuno de diciembre
se caigan a coñazo porque el hijo de fulano está consumiendo cocaína o el otro
marihuana o la hija se les fue preñada de ideas con el cayapo a fundar un
conuco, cuando ambicionaba que con la inteligencia de la niña por fin saldría
de abajo, acomodaticia a todo, a ellos les da igual ser chavista, que de
izquierda, que de derecha o ultraderecha o de lo que sea con tal de que le
ofrezcan llegar a ricos, clase repetidora compulsiva de todo discurso a la
moda, consumidora de toda seudofilosofía, desde la estafa dianética hasta la
santería, pasando por todas sus variantes, llámese jerbalay, quién se comió la
vaca, ‘ta barato el quilo ‘e queso, Pablo Coehlo o el monje de la carretilla
amarilla, en su búsqueda desesperada por la falta de afecto se conectan a toda
propuesta por muy descabellada que parezca desde la inocua permacultura hasta
las revoluciones de colores o psicodélicas o jipis, o primavera o árabe o
cualquier mierda que fabrique en sus laboratorios y le venda el aparato de
propaganda de las transnacionales de la cultura capitalista.
Un día se rasgaron las vestiduras por
Fidel y el Che en la Sierra Maestra, y se disfrazaron con las franelas y las
fotos del Che y con el patria o muerte venceremos en el pecho, después fue
Allende y su música sureña y sus alamedas y su trova y tal y subieron a sacarse
fotos con cuanta guerrilla anduvo por estos lados para terminar dándole la
razón a los adecos y copeyanos en los setenta, enchufados en las muertas
universidades y las castradoras instituciones culturales, medrando y rumiando
su falta de oportunidades para hacerse ricos. Pero, eso sí, usándonos a
nosotros los pobres como pretexto para justificar sus ambiciones, mientras que
se rebuscaban con la música, la fotografía, la cultura popular, el folclor, el
buen comer, el buen beber, el periodismo alternativo y la antropología de los
careculpables que somos, con sus profesiones de engañapobre y cobro quince y
último. Desde arquitectos, pasando por profesores, sociólogos, sicólogos,
historiadores, politólogos, trabajadores sociales, hasta animadores,
recreadores de cualquier vaina, incluidos patioebolas.
Para saciar su infinita hambre
fastidian las decisiones del directorio revolucionario. Ya no le basta los
mercales, las rutas nocturnas, las orquestas, el raspacupo, el estudio en China
o Irán o Francia, Bielorrusia, ni las mil universidades, ni que les quiten de
encima las cuotas balón, ni los créditos indexados, ni los carros iraníes, ni
los dólares regalados para viajar y/o para malbaratar en bisuterías estúpidas
de consumidor compulsivo, ni que les regalen apartamentos hasta para los hijos
que aún no han nacido, ni que controlen todos los medios de información
públicos para repetir todas las enseñanzas burguesas que aprendieron en las
universidades públicas y privadas, ni los viajes a cuanto encuentro de
salvadores del mundo se les regale, ni que les paguen todos los encuentros de
poesías balurdas o música estúpida copiada del extranjero se les antoje, que
nunca han podido reconocerse y aceptarse como tales y que en su prepotencia y
ceguera profesional no se dan cuenta de que son ellos quienes intentan
controlar y fastidiar todas las decisiones del directorio revolucionario del
Estado, siendo ellos quienes instrumentalizan y retrasan todo los planes, son
ellos quienes destruyen el diseño de las políticas públicas siendo ellos
quienes deben ejecutarlas, son ellos la escuálida clase media disfrazada o no
de chavista, quienes medran a la sombra del Estado que tanto critican, son los
mismos que sueñan con que una fuerza extranjera saque a patadas a Maduro porque
no les escucha, no les hace caso, es la misma que siempre condenó a Chávez, es
la que hoy se da contra la pared diciendo “mi comandante supremo si estuviera”,
es la misma que no encuentra cómo disfrutar sus viajes a mayamis floridas en su
tabaratismo adeco copeyano de dame dos de nostalgia, o a su museo de las uvres.
Es esa que no se percata que está ocurriendo una revolución que nos involucra a
todos, pero no como dueños y esclavos, o para sustituir amos, sino para cambiar
desnudamente en medio de la hoguera que habrá de incinerarlo todo para que otra
cultura florezca.
Hoy, esta clase ‘ta barata dame dos
de nuevo pide a gritos la cabeza de la revolución porque ya sabe que no le
sirve, descubrió que no se haría rica en la revolución -aunque jamás iba a
serlo-, que no asesoraría al gobierno de turno, que una vez más nadie la
escucharía desde su prepotencia oculta de mandamás, de sabia de lo que ya se
sabe, de anunciadora del pasado. Hoy se confabula como derecha y como izquierda
para tirarle desde sus odios ancestrales piedras al gobierno, hoy se
atrincheran en sus tiendas tenderiles de tenderos, en sus cuevas de sesudos
intelectuales, en sus cenáculos de artistas, en sus rediles gremiales de todos
los signos, en sus religiones de cuanto dios estúpido crean, en sus profesiones
de inmaculada sabiduría, en sus escuelas y academias de mercenaría barata. De
nuevo sus frustraciones le hacen explotar la bilis contra nosotros y el
gobierno que siempre nos hemos dado.
Para estos arribistas de siempre,
para esta chinche, como dijera Gorki, que anida en los colchones de la
historia, un día hay que tumbar a maduro porque está vendido a las
transnacionales y al imperialismo, y otro día, como Maduro enfrenta al
imperialismo y a las transnacionales, entonces hay que tumbarlo porque es
manosblanda contra los fascistas; todos los días un gremio diferente quiere
tumbarlo porque no los complace, otro día son los sabios quienes en su
incomprensión de no ser ellos los presidentes piden tumbar a Maduro porque no
les acepta sus estupideces, otro día es una señora que culpa a Maduro en una
cola de bancos de que ha colificado al país para igualarnos a los cubanos, a
quienes está vendido; después hay que tumbarlo por autobusero, medio
colombiano, obrero, porque no maneja bien el lenguaje del acomodado, del sabio,
porque Cilia es su mujer, porque no es enmantillado, porque es salsero, porque
lo puso Chávez, al que también siempre odiaron, vilipendiaron y trataron de
banalizar y humillar con lo de zambo cuartelero, campesino pataenelsuelo, negro
bembón.
Estos que se inventan una familia
exitosa para mostrarla en sus casoríos o graduaciones universitarias ocultando
su verdadero origen plebeyérico, hoy son más revolucionarios que nadie, o más
fachos según su odio o ambición o estupidez mañanera, o el pie dolarbursátil
con el que se levanten de la cama; estos esclavos estudiantes buscando ascender
a profesionales que todavía no los explotan y ya les lamen las bolas a sus
futuros e hipotéticos dueños, estos zombis drogados de odios, porque ambicionan
ser ricos y no lo serán. Hoy son más escuálidos que los Bush o Rockefeller, hoy
se confabulan con los peores asesinos y ladrones, hoy en nombre de nosequé
cuántos movimientos sociales o cabezas de gallo, aplauden y alaban a sus amos,
y no les importa que hablen en nombre de la izquierda o de la revolución, les
da igual hacerles el juego al enemigo jurado del proletariado, su obtuso odio
no les permite ver la hechura histórica de estos últimos veinticinco años,
desde 1989.
Y esto ocurre porque en su fija
ambición no se dan cuenta de que esta revolución no se hace para que ningún
clase media (esté agremiada o no, colectivizada o no, inscrita en el partido o
no) se encumbre como dueña, sino para desaparecer a la sociedad que nos
mantiene como esclavos y amos, y por supuesto que la revolución es incómoda, ¿o
es que se sabe de una guerra que no incomode?, ¿o es que la comodidad del
reparto del botín por la burguesía en el planeta no nos ha cagado la vida
durante más de quinientos años?.
Pues sépase de una buena vez: en
muchos años no habrá comodidad para nadie como nunca la hubo para nosotros los
pobres jamás, estamos en medio de las calles revolucionarias, y ellas están
preñadas de sobresaltos. En cada centro comercial una sorpresa, en cada fábrica
una angustia, en cada oficina de dueño una ansiedad, y eso debe saberlo todo
revolucionario. Que nadie se mueva de su trinchera, tenemos una sola dirección
y hasta que esa dirección no tuerza el rumbo allí debemos mantenernos firmes;
lo demás es la vacilación clase media que tanto daño nos ha causado a los
pobres; todos los proletarios vamos a nuestras calles, esquinas, callejones,
escaleras y ranchos a pensar, vamos a reunirnos, vamos a buscar la mejor manera
de cambiar las cosas, vamos a diseñar la política, aprovechemos el
resquebrajamiento del capitalismo para crear nuestro propio pensamiento y no
nos equivoquemos en el hacer del tiempo histórico.
Sepamos que hoy el enemigo intenta
aprovechar las vacilaciones de la clase media para abrir brecha en nuestra
monolítica unidad, cosa que no han podido lograr en estos veinticinco años de
revolución. No olvidemos que en toda la historia somos los pobres quienes
engrosamos las filas de los ejércitos y no le demos el gusto a los burgueses de
volver a construir un ejército con nosotros a favor de sus intereses; no
hagamos caso de las voces cobardes y odiantes de los dirigentes acomodados de
la clase media, que viven muy bien de las rentas del Estado, ni la derecha ni
la izquierda es nuestro norte; seamos chavistas, seamos pueblo, mantengámonos
firmes con Maduro y con Diosdado: esos son nuestros verdaderos y únicos
comandantes en este por ahora de definiciones.
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