sábado, 19 de noviembre de 2011

Lo que la Ley de Costes y Precios no contempla aún
Los Capitalistas Continúan Expropiando Medios de Producción(1)
Por: Manuel C. Martínez 

“En los anales de la historia real, lo que siempre predominó fue la conquista, la esclavización, el robo a mano armada, el reinado de la fuerza brutal. En los manuales beatos de la economía política, por el contrario, siempre reinó el idilio… En la historia de la acumulación primitiva, todas las revoluciones que sirven de palanca para el progreso de la clase capitalista en vías de formación son hechos trascendentes, y sobre todo aquellos que, al despojar a grandes masas de sus medios de producción, y de existencia tradicionales, los lanza de improviso al mercado de trabajo. Pero la base de toda esta evolución es la expropiación de los cultivadores”. Carlos Marx, El Capital, Libro I, Cap. XXVI.
La literatura marxiana ya dio cuenta de cómo la emergente burguesía del siglo XVI fue adueñándose de los medios de producción que pertenecían a los trabajadores del Medioevo[1]  en condición de siervos de la gleba y vasallos en las corporaciones artesanales.
Si bien todo comenzó con la formación de un capital originario a partir del cual se cimentaron las relaciones de explotación capitalista, de un sistema que se dedica a acumular riqueza sin cesar, no es menos cierto que el proceso de expropiación de medios de producción que practicaron los primeros burgueses y sufrida por los   campesinos y artesanos de la Edad Media  tiende a reproducirse de la misma manera que se reproduce la producción en tanto así lo hace el consumo de cada año.
No se concibe el capital sin una continua expropiación de la riqueza creada y perteneciente a los trabajadores. Esta expropiación reviste dos modalidades: la de plusvalía, ya estudiada, y negada por la literatura económica burguesa, y la expropiación de los nuevos medios de producción que cada año adquieren los consumidores de unas mercancías en cuyo coste y precio de venta van incluidos lo que vengo denominando costes ilícitos.
Estos costes indebidos son cargados al costo de producción como si los consumidores de tales mercancías recibieran, en valor de uso o en valor de cambio, el desgaste depreciativo de   las maquinarias involucradas en su producción y afines, la inversión en  gastos gerenciales, de vigilancia, de alquileres, de administración contable, etc.[2]. No lo hacen, tales desgastes, tales inversiones de capital constante,  representan el aporte personal que hace el capitalista a fin de poder justificar la explotación de unos asalariados que no sólo fueron expropiados durante la “prehistoria” [3]del capitalismo,  sino que siguen siendo expropiados cuando parte de su poder adquisitivo, derivado del salario, se lo arranca el fabricante cuando le imputa como coste toda esa masa de costes en medios de producción y personal no productivo, como si estos trabajadores recibieran alguna pizca de tales medios. Si fuera sí, entonces, a la larga los trabajadores tendrían y repondrían los medios de producción con los cuales operar el nuevo año, y así dejarían de trabajar como asalariados.
Esos falsos costes son inversiones que le permiten al fabricante explotar a los asalariados, y hacerlo en mejores condiciones de productividad. Se trata de costes personales que, en todo caso, el capitalista debe descontar de la plusvalía o de la ganancia a fin de conservar para sí la posesión y renovación de esos medios de producción que representan su poder como explotador de proletarios.
Digamos que luego de la expropiación original, la acumulación del capital no ha cesado un segundo, porque, usando como capital inicial el valor de tales expropiaciones y posesiones, la burguesía sigue acrecentando su riqueza a punta de continuadas expropiaciones, no sólo de la plusvalía que se genera mediante el contrato laboral burgués, sino con las expropiaciones que continuamente practica al salario del trabajador.
Como quiera que toda la creación de riqueza material sigue corriendo a cargo de los trabajadores, cada gramo de materias primas y cada porción del resto de los medios de producción siguen recibiendo valor agregado fresco que perpetúa y acrecienta el volumen de medios de producción y de bienes de consumo, por un valor total que, descontado el valor de las materias primas (salvo esta parte de los medios de producción), es originalmente propiedad   de los trabajadores.
Eso se desprende de los análisis marxistas del valor y la plusvalía. Y como el trabajador termina comprando esa producción conjuntamente con la parte consumida del resto de los medios de producción que el capitalista imputa como costes de producción, consecuencialmente, termina siendo continuamente reexpropiado de estos nuevos medios de producción.
[1] Carlos Marx, Obra citada, Sección Séptima.
[3] Autor y Obra citados, Cap. XXVI.
marmac@cantv.net


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