La propiedad privada sobre los hijos, la familia como cuna del capitalismo, debe desaparecer
Se nos diferencia y separa del resto de la sociedad. La familia patriarcal, lleva en su seno, sin remedio, el germen de la propiedad y la dominación.
La raza humana es como lo sabemos, una especie mamífera, nacemos e inmediatamente dependemos de ser amamantados durante meses para crecer y lograr la autonomía biológica, somos amamantados en lo que hemos llamado familia, un nexo consanguíneo que nos separa del colectivo, dándonos nombre y apellido. Se nos diferencia y separa del resto de la sociedad. La familia patriarcal, lleva en su ceno, sin remedio, el germen de la propiedad y la dominación. “Estos son mis hijos o estos son mis padres”, son ideas de propiedad que conllevan tácitos derechos inviolables, el mando que ejerce el padre, su capacidad de obtener dinero y ser el administrados de los recursos para el “grupo” familiar, genera junto a lo que hemos llamado “educación” los primeros signos de dominación, “aquí se hace esto por lo que lo digo yo, que soy tu padre!”, por ejemplo. Se considera la familia como una de las instituciones más "desmoralizadoras" del sujeto humano y se ve en la vida familiar un ejemplo cualificado de cómo los "vicios" reales se convierten en "virtudes" aparentes (la opresión se convierte en cariño, el despotismo en ejercicio de la autoridad, el egoísmo en respeto, la hipocresía en verdad).
Decir estas cosas en el naciente siglo 21, seguramente sonará escandaloso y se me atacará de inmediato. Para cambiar la sociedad debemos desarmar esa trampa que llamamos familia y que es herencia de nuestra condición depredadora. El futuro, ese tiempo esperado, lo dibujo en mis ratos de ocio, imaginando la nueva sociedad: regreso a la tribu y a lo comunitario, la humanidad establecida como la hermandad de la raza y la verdadera unión de todas y todos en pro de la felicidad integral. Los hombres y las mujeres libremente se aparean, pero todas y todos conviven juntos, se masifica el hogar ahora como el espacio colectivo. La humanidad nueva está diseñándose para que cada ser humano desarrolle al máximo y en el más breve tiempo todas sus facultades y para que disfrute al máximo este maravilloso milagro que es el vivir. Cuando una mujer se embaraza, esta pareja dispondrá de todo el apoyo durante el tiempo de embarazo y el primer año de vida, luego la sociedad dispondrá de espacios para el nuevo ser humano que han creado y desde donde se les formará con todos los recursos y apoyos necesarios, será la sociedad quien asume la responsabilidad de la nueva vida, ya que en la nueva sociedad ahora las hijas y los hijos son de todos y por tanto todas y todos somos responsables de ofrecerles la mejor calidad de vida. Las niñas y los niños vivirán juntos, como los hombres y las mujeres en sus tribus. Grandes construcciones en la nueva arquitectura que dejó atrás la “casa” como concepto de hogar. Ahora estas flores que nacen de la sociedad del futuro, maduran mucho antes, desde sus primeros años están siendo formados, desde su nacer conviven en comunidad y se desarrollan magistralmente y pasa que a los diez años ya están capacitados como lo estuvimos los del pasado capitalista a los veinte años. El amor entre padres e hijos superó la decadencia patriarcal y en los tiempos y horarios de convivencia se reúnen y se relacionan.
La familia y el “hogar” de los terrícolas en su prehistoria, al sucumbir como unidad básica de la sociedad, derrumbaron gran parte del sistema capitalista y de la propiedad privada. Ya que la intimidad del ser humano paso del hogar casa, al hogar comunitario, un pequeño espacio, lo necesario, donde ya no se tenía que comprar todas las ofertas del mercado de consumo, ya que todo era compartido en las tribus o comunas socialistas.
Los padres no dejaron de ser padres, menos dejaron de ser ellos. Muchas mujeres al ser madres no tuvieron que abandonar sus estudios o trabajos, ser padre o madre no implicaba más que un gran acto de amor en la nueva sociedad. En ésta, importaba la felicidad de todas y de todos, no la de los más ricos en detrimento de los más pobres. Se había dado el gran salto, la humanidad integrada al universo se unió para lograr la armonía, para salvar el desequilibrio ecológico y participar de la vida como guardianes de la creación. No se explotaba a nadie, no había amos, no había patronos. Cada quien daba según su capacidad y recibía según su necesidad, todos vivían juntos, hermanados por la gran fuerza del amor universal.
Venceremos y viviremos.
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