Acerca de las elucubraciones del general yanqui Kelly en CNN.
FERNANDO VICENTE PRIETO / Resumen Latinoamericano – En su polémica entrevista con CNN, en la que amenaza a Venezuela, el jefe del Comando Sur de EEUU, general John F. Kelly, se explayó sobre la influencia del Pentágono en todo el continente. Si bien lo más relevante fueron sus afirmaciones sobre Venezuela, la aparición mediática, analizada de conjunto, ofrece un panorama bastante claro sobre la estrategia de EEUU en la región.
Respecto a Cuba, el entrevistador le preguntó sobre rumores de participación de efectivos cubanos en operaciones militares en Siria, a lo que Kelly respondió que no podía confirmarlo, porque no tenía información, pero señalando que no le parecía extraño si tenía una participación simbólica en función de su cercanía a Rusia, otorgando de esta manera algún grado de credibilidad a las especulaciones, bastante inverosímiles y desmentidas por el gobierno cubano.
Además, contra toda evidencia, desestimó que existan torturas en Guantánamo -la base que EEUU tiene en el territorio ocupado a Cuba desde hace más de un siglo- e incluso se refirió al “buen trato” que se les da a los prisioneros, aunque evadió la pregunta sobre los procedimientos ilegales de detención y la vulneración del derecho a la defensa, argumentando que no era experto en leyes y descargando explícitamente la responsabilidad en el secretario de Defensa y en el presidente de su país.
En relación con Colombia, el general afirmó que “las FARC desde hace tiempo se han metido más en el negocio de las drogas” y señaló que “sin duda no son una amenaza a la seguridad nacional de EEUU”. Aunque inmediatamente sostuvo que “sí son una amenaza porque están involucrados en la producción y el tráfico de drogas hacia EEUU”, adjudicándoles al grupo insurgente el problema social que tiene su país en la materia.
Como era de esperar, también elogió a los gobiernos del país neogranadino: “Tenemos una relación, muy, muy especial con Colombia”, señaló. “No podría relatar los esfuerzos que Colombia ha realizado en los últimos 15 años (para luchar contra las drogas)”, enfatizó después, en una reivindicación apenas velada de Álvaro Uribe Vélez, que comenzó su presidencia en 2000 y es señalado por numerosas fuentes a causa de sus vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo.
Aunque no se aludió directamente a ella, la entrevista sirvió para legitimar la doctrina desarrollada por EEUU desde principios de este siglo. La base de este cambio, en relación a la adoptada durante la Guerra Fría, es el concepto de “nuevas amenazas”: el narcotráfico, el terrorismo, la migración, la ayuda humanitaria y la supuesta protección de los bienes naturales, entre otras, y que justificarían la intervención del Pentágono en cualquier país del mundo. Esto sirve para coordinar ejercicios de entrenamiento y contenidos de formación con las fuerzas militares de casi todos los países de América Latina y el Caribe, poniéndolas bajo control estadounidense.
De esta manera, avanza en la región una doctrina que vuelve a relativizar -como en los 60 y los 70- los límites entre seguridad y defensa, pero ahora en función de un enemigo difuso que habilita nuevas formas de intervención y donde se articulan diversos planos -fundamentalmente el mediático y el diplomático- junto al específicamente militar. Como es evidente, esta doctrina se contrapone plenamente a la idea de soberanía que proponen Unasur y CELAC.
En este marco, el jefe del Comando Sur incluso expresó que Honduras, El Salvador y Guatemala se aproximaban a la categoría de Estados fallidos. Es decir, territorios y pueblos que, desde la visión norteamericana, son incapaces de gobernarse por sí mismos y por lo tanto requieren la generosa ayuda de EEUU para llevar paz, democracia y prosperidad, siempre en los términos en los que lo entiende el Pentágono. En este punto, elogió la tarea de los militares de los países subordinados a la estrategia de EEUU, con quienes, afirmó, “tenemos una excelente relación”, mencionando además que la presión sobre algunos de estos gobiernos ha permitido cambios en el sentido esperado por el Comando Sur.
Durante el diálogo, Kelly relativizó la influencia de China en el sur del continente, revelando que algunos de los altos militares de América Latina le piden permiso antes de aceptar invitaciones para visitar aquel país. “Es chistoso. A veces un buen amigo me llama y dice: ‘Me ofrecen la oportunidad de viajar a China, con mi esposa, me van a llevar en primera clase. ¿Te importa si voy?’. No, no me importa”, alardeó.
Semejantes definiciones impactan y cabe preguntarse cuál es la razón para hacerlas públicas, en este momento. En un ambiente distendido, tanto las preguntas realizadas por el entrevistador como las respuestas del general de cuatro estrellas parecieron tener como objetivo no sólo instalar como posible una inminente intervención “humanitaria” en Venezuela, sino legitimar abiertamente las operaciones del Comando Sur en la región.
En un marco de creciente militarización de las relaciones políticas de EEUU, la suficiencia mostrada por John F. Kelly habla de la seguridad con la que la potencia imperial planea y ejecuta la contraofensiva en lo que considera su patio trasero, controlando a la mayoría de las fuerzas militares del continente y justificando este rol naturalizándolo a través de los medios de comunicación privados e instancias como el Consejo de Seguridad Hemisférica de la OEA.
Ante esta situación, no está de más insistir con la necesidad de avanzar en la discusión de un concepto propio de defensa de los países al sur del Río Bravo, basado en la soberanía sobre un territorio repleto de bienes naturales. Una soberanía que no puede ejercerse si no es fortaleciendo la unidad y la integración de todos los pueblos de América Latina y el Caribe.
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