El gabinete del Ingeniero Macri
como reivindicación histórica de
Carlos Marx
De los nombres conocidos resalta mucho más su pasado empresarial que político o académico.
Más que repasar los apellidos de los Ministros conviene enumerar las empresas (grandes, integrantes de trasnacionales con fuertes vínculos con el Imperio de cuya fortaleza militar dependen en gran medida para mantener sus posiciones de dominación neo coloniales sobre gran parte de los pueblos).
• Aranguren viene de Shell (una de las Siete Hermanas que han dominado el petróleo desde fines del siglo XIX).
• Prat – Gay de la Banca Morgan cuyo nombre de pirata no es mera casualidad, han sido los banqueros de las guerras y las dictaduras del siglo XX.
• Buryaile de la “nueva” burguesía agraria, sojera y rentista, integrada a los negocios trasnacionales de Cargill, La Continental y el resto del conglomerado agro industrial exportador.
• Malcorra fue alta ejecutiva de IBM y Telecom (una empresa española que se robó ENTEL la vieja telefónica estatal).
• Avelluto de una editorial trasnacional, Random House que hoy es dueña de Grijalbo, Plaza y Janes y mucho pero mucho más.
• Lombardi se formó en el negocio turístico/inmobiliario, Torres de Manantiales de Mar del Plata, nada menos.
• Santos del grupo Macri, o sea del papá de Mauricio, Franco, uno de los empresarios nativos más ricos y poderosos de la región.
Más que repasar los apellidos de los Ministros conviene enumerar las empresas (grandes, integrantes de trasnacionales con fuertes vínculos con el Imperio de cuya fortaleza militar dependen en gran medida para mantener sus posiciones de dominación neo coloniales sobre gran parte de los pueblos).
• Aranguren viene de Shell (una de las Siete Hermanas que han dominado el petróleo desde fines del siglo XIX).
• Prat – Gay de la Banca Morgan cuyo nombre de pirata no es mera casualidad, han sido los banqueros de las guerras y las dictaduras del siglo XX.
• Buryaile de la “nueva” burguesía agraria, sojera y rentista, integrada a los negocios trasnacionales de Cargill, La Continental y el resto del conglomerado agro industrial exportador.
• Malcorra fue alta ejecutiva de IBM y Telecom (una empresa española que se robó ENTEL la vieja telefónica estatal).
• Avelluto de una editorial trasnacional, Random House que hoy es dueña de Grijalbo, Plaza y Janes y mucho pero mucho más.
• Lombardi se formó en el negocio turístico/inmobiliario, Torres de Manantiales de Mar del Plata, nada menos.
• Santos del grupo Macri, o sea del papá de Mauricio, Franco, uno de los empresarios nativos más ricos y poderosos de la región.
Como se puede leer en medio de comunicación, el resto del gabinete son los cuadros políticos del PRO que encarnan su alianza estratégica con el Estado de Israel (por ahora Bergman, y puede haber más designaciones) o provienen de las fundaciones y ONG creadas por el mundo empresarial en acuerdo con los organismos internacionales y los grupos económicos que dominan la región y el mundo.
Aunque la Biblia dice algo así como que por los frutos lo reconoceréis, en este caso nadie podría enojarse si decimos que los antecedentes son la prueba más que suficiente sobre el carácter de clase y la orientación política en lo nacional y lo internacional (esa conducta que los hindúes en lucha contra el colonialismo inglés bautizaron como cipaya, propia de los que se ponen del lado del extranjero que domina, coloniza y explota)
Si algo está en disputa en la Argentina son las palabras, ese territorio de significación y resignificacíón de nuestra historia, la reciente y la pasada.
En los noventa, tras la derrota de las experiencias post capitalistas de Europa del Este y la ofensiva generalizada y exitosa del capitalismo (que lo primero que hizo fue cambiarse el nombre por el de “globalización” y que aún en el campo popular lo rebautizaron con el menos doloroso “neoliberalismo”) se decretó la muerte del marxismo y la extinción de sus principales conceptos: la historia es la historia de la lucha de clases, el capitalismo se basa en la apropiación por parte del burgués del trabajo no retribuido de los asalariados o que el Estado es un instrumento de clase con funciones económicas, políticas, represivas y de articulación de consensos
El concepto marxista sobre el Estado recoge diversos aportes. El de sus fundadores Marx y Engels, el de Lenin obviamente pero también el de Gramsci, Mao, Mariategui y tantos otros. En los últimos años García Liñera ha sistematizado y sintetizado esos aportes de un modo muy didáctico.
Pero quisiera recordar que fue en la obra fundacional, el Manifiesto Comunista de 1847, en el capitulo uno que Marx y Engels estamparon una frase contundente que despertó odios y descalificaciones por más de 150 años. Ellos escribieron textualmente: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.”
El menosprecio por esa verdad de Perogrullo ha sido fatal para las luchas de los pueblos en general y del argentino en particular, la ilusión de que el Estado es algo así como una herramienta neutra que se puede usar para un barrido como para un fregado está en la base de las frustraciones de los ciclos de lucha que nos aproximaron a la victoria, pero que hasta ahora, nunca se concretaron.
Y particularmente en la frustración de este ciclo abierto con la movilización popular de diciembre de 2001 y que estas elecciones, y este gobierno de los monopolios y las embajadas, amenaza con obturar y revertir.
Y es cierto que a la idea original de “junta que administra los negocios” luego Lenin, Gramsci y otros la completaron con la idea de que es un instrumento de dominación de unas clases sobre las subalternas y de que el estado moderno combina la represión con el consenso y en ese sentido no es solo un aparato militarizado sino que construye capacidades de construcción de imaginarios, ilusiones, sueños y sobre todo consensos que consigan lo que en estos días hemos visto casi con asombro: que los pobres y los menos favorecidos adhieran con entusiasmo a las ideas y propuestas de aquellos que los dominan y explotan de modo tal que la pobreza de unos es la riqueza de los otros.
Pero todos deberemos reconocer que pocos han hecho más que el Ingeniero Macri con la designación de su gabinete para darle la razón al viejo Marx y aquel Manifiesto pensado para las luchas democráticas de fines del siglo XIX y que aparece vital y lleno de certezas para las luchas por el socialismo del siglo XXI, ese que hará que el ciclo de avances y retrocesos culmine en un verdadero proceso de poder popular, aquel que diga que es el pueblo el que construye su historia, recupera sus recursos y riquezas y de ese modo comienza el largo, larguisimo, proceso de transformación del Estado en otra cosa que esta “junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”
Aunque la Biblia dice algo así como que por los frutos lo reconoceréis, en este caso nadie podría enojarse si decimos que los antecedentes son la prueba más que suficiente sobre el carácter de clase y la orientación política en lo nacional y lo internacional (esa conducta que los hindúes en lucha contra el colonialismo inglés bautizaron como cipaya, propia de los que se ponen del lado del extranjero que domina, coloniza y explota)
Si algo está en disputa en la Argentina son las palabras, ese territorio de significación y resignificacíón de nuestra historia, la reciente y la pasada.
En los noventa, tras la derrota de las experiencias post capitalistas de Europa del Este y la ofensiva generalizada y exitosa del capitalismo (que lo primero que hizo fue cambiarse el nombre por el de “globalización” y que aún en el campo popular lo rebautizaron con el menos doloroso “neoliberalismo”) se decretó la muerte del marxismo y la extinción de sus principales conceptos: la historia es la historia de la lucha de clases, el capitalismo se basa en la apropiación por parte del burgués del trabajo no retribuido de los asalariados o que el Estado es un instrumento de clase con funciones económicas, políticas, represivas y de articulación de consensos
El concepto marxista sobre el Estado recoge diversos aportes. El de sus fundadores Marx y Engels, el de Lenin obviamente pero también el de Gramsci, Mao, Mariategui y tantos otros. En los últimos años García Liñera ha sistematizado y sintetizado esos aportes de un modo muy didáctico.
Pero quisiera recordar que fue en la obra fundacional, el Manifiesto Comunista de 1847, en el capitulo uno que Marx y Engels estamparon una frase contundente que despertó odios y descalificaciones por más de 150 años. Ellos escribieron textualmente: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.”
El menosprecio por esa verdad de Perogrullo ha sido fatal para las luchas de los pueblos en general y del argentino en particular, la ilusión de que el Estado es algo así como una herramienta neutra que se puede usar para un barrido como para un fregado está en la base de las frustraciones de los ciclos de lucha que nos aproximaron a la victoria, pero que hasta ahora, nunca se concretaron.
Y particularmente en la frustración de este ciclo abierto con la movilización popular de diciembre de 2001 y que estas elecciones, y este gobierno de los monopolios y las embajadas, amenaza con obturar y revertir.
Y es cierto que a la idea original de “junta que administra los negocios” luego Lenin, Gramsci y otros la completaron con la idea de que es un instrumento de dominación de unas clases sobre las subalternas y de que el estado moderno combina la represión con el consenso y en ese sentido no es solo un aparato militarizado sino que construye capacidades de construcción de imaginarios, ilusiones, sueños y sobre todo consensos que consigan lo que en estos días hemos visto casi con asombro: que los pobres y los menos favorecidos adhieran con entusiasmo a las ideas y propuestas de aquellos que los dominan y explotan de modo tal que la pobreza de unos es la riqueza de los otros.
Pero todos deberemos reconocer que pocos han hecho más que el Ingeniero Macri con la designación de su gabinete para darle la razón al viejo Marx y aquel Manifiesto pensado para las luchas democráticas de fines del siglo XIX y que aparece vital y lleno de certezas para las luchas por el socialismo del siglo XXI, ese que hará que el ciclo de avances y retrocesos culmine en un verdadero proceso de poder popular, aquel que diga que es el pueblo el que construye su historia, recupera sus recursos y riquezas y de ese modo comienza el largo, larguisimo, proceso de transformación del Estado en otra cosa que esta “junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”
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