martes, 17 de noviembre de 2015

El silencio de dios

el-sueño-de-Dios
 FREI BETTO –  Nos incomoda el silencio de Dios, tema recurrente en la magnífica obra de Carlos Heitor Cony. Hasta el papa Benedicto 16, al visitar Auschwitz, en abril del 2010, exclamó “¿Por qué, Señor, permaneciste en silencio? ¿Cómo has podido tolerar esto? ¿Dónde estabas en esos días, Señor?”
> Albert Camus dedujo que o Dios es omnipotente, pero malo, o es bueno, pero impotente. De hecho se plantea la pregunta de si Dios abandonó a la humanidad cuando se constatan tamañas atrocidades: de Auschwitz a Hiroshima; del genocidio indígena en América Latina al uso de drones made in USA que en Oriente Medio provocan destrucción y muertes, incluso en hospitales de campaña de los Médicos sin Fronteras. Hordas de inmigrantes constituyen un nuevo éxodo rumbo a los países llamados cristianos y éstos, horrorizados, cierran sus fronteras y sus corazones.
> Dios permanece en silencio en la vida de muchos adultos que, en su infancia, creyeron en él  y ahora, tras las huellas de Nietzsche, lo descartan como una ilusión destinada a tratar de compensar en la vida más allá de la muerte el sufrimiento inexplicable en esta existencia.
> ¿Cómo puede existir Dios si hay tantos niños condenados a pasar hambre, enfermedades incurables, y crueldad en los adultos?, preguntaba Betinho, compañero mío en la Acción Católica. ¿Y acaso los que creen en Dios son más éticos y justos que los ateos? Las mayores atrocidades de la historia -como la Inquisición, el colonialismo, la esclavitud, el nazismo y las dos guerras mundiales-. fueron cometidas por naciones que se consideran predominantemente cristianas.
> ¡Cuántos cristianos se llenan la boca -y a veces también el bolsillo- con el nombre de Dios,
> Y tienen el corazón repleto de ira, de odio, de venganza y de prejuicios!  ¡Cuántos explotan la buena fe del rebaño de fieles para extorsionar, corromper y multiplicar sus negocios, y llegan incluso a prometer el infierno a quien los denuncie!
> Hasta Jesús experimentó el silencio de Dios: “Padre mío, ¿por qué me abandonaste?” (Marcos 15,34). En dos o tres períodos de mi vida, como en la cárcel durante la dictadura civil y militar, también yo pregunté dónde se escondía Dios.
> No era la fe en Dios lo que a Jesús le importaba. La fe es un don, y muchos no lo han recibido. Lo importante para él era si la persona vivía, aunque fuera sin fe, los valores humanos (que coinciden con los valores evangélicos): amor al prójimo, justicia para los oprimidos, solidaridad, tolerancia y compasión. Quien obra así hace lo que Dios espera de cada uno de nosotros.
> Jesús recalcó que muchos que no creen pero abrazan tales valores van a preguntar cuando lleguen al otro lado de la vida: “¿Cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer?” Y el Señor les dirá: “Cada vez que hicieron eso al menor de mis hermanos, a mí me lo hicieron” (Mateo 25, 27-40).
> Jesús no vino a fundar una religión  u otra iglesia. Vino a proponernos un nuevo proyecto civilizatorio, basado en el amor y en la justicia: la globalización de la solidaridad, como lo definió el papa Juan Pablo 2°. En el reino de César pagó con su vida el hecho de anunciar otro reino, “otro mundo posible”, el de Dios. No, como piensan muchos, situado al otro lado de la vida, sino aquí y ahora, y cuyo prototipo encarnó él mismo. Por eso nos enseñó a orar así: “Venga a nosotros tu reino”.
> El modo de entender la presencia de Dios en nuestras vidas depende de la idea que tengamos de Dios, como lo demuestra la emblemática historia de Job, cuyos amigos, inconformes ante aquella fe inconmovible, lo instigaban a repudiar a Dios que lo hacía sufrir.
> En cierta ocasión, indignado con el silencio ominoso de Dios ante tanta injusticia, un hombre entró en una iglesia vacía y ante el altar se puso a gritar: “Hay tanta maldad en el mundo ¿y el Señor no hace nada? ¿No reacciona ante la violencia, la miseria, tanto sufrimiento de sus criaturas?”  Dios rompió el silencio y respondió: “Ya lo hice”  “¡Cómo que ya lo hiciste! ¿Qué hiciste?”, preguntó el hombre, indignado. “Te hice a ti”, dijo Dios.
> Frei Betto es escritor, autor de “Hambre de Dios”, entre otros libros.> Nos incomoda el silencio de Dios, tema recurrente en la magnífica obra de Carlos Heitor Cony. Hasta el papa Benedicto 16, al visitar Auschwitz, en abril del 2010, exclamó “¿Por qué, Señor, permaneciste en silencio? ¿Cómo has podido tolerar esto? ¿Dónde estabas en esos días, Señor?”
> Albert Camus dedujo que o Dios es omnipotente, pero malo, o es bueno, pero impotente. De hecho se plantea la pregunta de si Dios abandonó a la humanidad cuando se constatan tamañas atrocidades: de Auschwitz a Hiroshima; del genocidio indígena en América Latina al uso de drones made in USA que en Oriente Medio provocan destrucción y muertes, incluso en hospitales de campaña de los Médicos sin Fronteras. Hordas de inmigrantes constituyen un nuevo éxodo rumbo a los países llamados cristianos y éstos, horrorizados, cierran sus fronteras y sus corazones.
> Dios permanece en silencio en la vida de muchos adultos que, en su infancia, creyeron en él  y ahora, tras las huellas de Nietzsche, lo descartan como una ilusión destinada a tratar de compensar en la vida más allá de la muerte el sufrimiento inexplicable en esta existencia.
> ¿Cómo puede existir Dios si hay tantos niños condenados a pasar hambre, enfermedades incurables, y crueldad en los adultos?, preguntaba Betinho, compañero mío en la Acción Católica. ¿Y acaso los que creen en Dios son más éticos y justos que los ateos? Las mayores atrocidades de la historia -como la Inquisición, el colonialismo, la esclavitud, el nazismo y las dos guerras mundiales-. fueron cometidas por naciones que se consideran predominantemente cristianas.
> ¡Cuántos cristianos se llenan la boca -y a veces también el bolsillo- con el nombre de Dios,
> Y tienen el corazón repleto de ira, de odio, de venganza y de prejuicios!  ¡Cuántos explotan la buena fe del rebaño de fieles para extorsionar, corromper y multiplicar sus negocios, y llegan incluso a prometer el infierno a quien los denuncie!
> Hasta Jesús experimentó el silencio de Dios: “Padre mío, ¿por qué me abandonaste?” (Marcos 15,34). En dos o tres períodos de mi vida, como en la cárcel durante la dictadura civil y militar, también yo pregunté dónde se escondía Dios.
> No era la fe en Dios lo que a Jesús le importaba. La fe es un don, y muchos no lo han recibido. Lo importante para él era si la persona vivía, aunque fuera sin fe, los valores humanos (que coinciden con los valores evangélicos): amor al prójimo, justicia para los oprimidos, solidaridad, tolerancia y compasión. Quien obra así hace lo que Dios espera de cada uno de nosotros.
> Jesús recalcó que muchos que no creen pero abrazan tales valores van a preguntar cuando lleguen al otro lado de la vida: “¿Cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer?” Y el Señor les dirá: “Cada vez que hicieron eso al menor de mis hermanos, a mí me lo hicieron” (Mateo 25, 27-40).
> Jesús no vino a fundar una religión  u otra iglesia. Vino a proponernos un nuevo proyecto civilizatorio, basado en el amor y en la justicia: la globalización de la solidaridad, como lo definió el papa Juan Pablo 2°. En el reino de César pagó con su vida el hecho de anunciar otro reino, “otro mundo posible”, el de Dios. No, como piensan muchos, situado al otro lado de la vida, sino aquí y ahora, y cuyo prototipo encarnó él mismo. Por eso nos enseñó a orar así: “Venga a nosotros tu reino”.
> El modo de entender la presencia de Dios en nuestras vidas depende de la idea que tengamos de Dios, como lo demuestra la emblemática historia de Job, cuyos amigos, inconformes ante aquella fe inconmovible, lo instigaban a repudiar a Dios que lo hacía sufrir.
> En cierta ocasión, indignado con el silencio ominoso de Dios ante tanta injusticia, un hombre entró en una iglesia vacía y ante el altar se puso a gritar: “Hay tanta maldad en el mundo ¿y el Señor no hace nada? ¿No reacciona ante la violencia, la miseria, tanto sufrimiento de sus criaturas?”  Dios rompió el silencio y respondió: “Ya lo hice”  “¡Cómo que ya lo hiciste! ¿Qué hiciste?”, preguntó el hombre, indignado. “Te hice a ti”, dijo Dios.
> Frei Betto es escritor, autor de “Hambre de Dios”, entre otros libros.

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