Vladimir Villegas: ¿Acuerdo de paz para Venezuela?
Estrategia de conciliación y diálogo pos electoral. Estos dos puntos fueron los más destacados por algunos medios en torno a la entrevista que el pasado domingo fuera realizada por el periodista José Vicente Rangel a la profesora universitaria Maryclen Stelling.
La profesora Stelling, por quien profeso afecto y respeto, expuso la necesidad de que después de las elecciones parlamentarias del venidero seis de diciembre se avance en una estrategia de conciliación y de diálogo en vista de que gobierno y oposición esán prácticamente de espaldas, situación que se agudiza cuando se aproximan procesos electorales.
En la entrevista, la profesora Stelling afirma que en el caso de la oposición es muy clara la estrategia para generar miedo sobre una eventual victoria del chavismo. Admite que en el chavismo también está presente esa estrategia con respecto a lo que pasaría en caso de un eventual triunfo opositor, pero no en la misma dimensión ni con la misma intensidad. En todo caso, el miedo, aunque José Vicente diga que este pueblo no se deja amilanar por ese factor, es uno de los elementos que rodea la campaña, porque cada actor deja abierta la puerta a una situación apocalíptica si el triunfo acompaña al adversario.
No se trata en este artículo de determinar quién apela más al miedo, si el gobierno o la oposición. Lo que tenemos enfrente es un proceso electoral en medio de una gran crisis económica que pudiera llegar a comprometer la gobernabilidad e incluso la misma paz social. Ese es el asunto que debe preocuparnos a todos los venezolanos. A lo que debemos temerle es a que los resultados electorales sean indigeribles para los perdedores, pero también para los ganadores de las elecciones. Un manejo inadecuado de la adversidad es tan peligroso como un manejo equivocado de la victoria.
Por razones asociadas a nuestra profesión y a la propia condición de político en situación de reserva, conversamos con mucha gente que ve con suma preocupación no solamente el antes y el durante del proceso electoral sino también el después. Tenemos dos actores políticos fundamentales, el Gran Polo Patriótico y la Mesa de la Unidad Democrática, que no fueron capaces de sentarse a consensuar siquiera un mínimo de reglas de juego, de marcaje del terreno y fijación de ciertas reglas. Y no hay quien garantice que las llamadas “barras bravas” de la política no van a saltar las barandas para enrarecer el partido.
No se pudo firmar un acuerdo de reconocimiento de los resultados, No fue posible acordar términos mínimos y genéricos capaces de crear un micro clima de confianza que pueda garantizar unas elecciones en sana paz. La propuesta del gobierno, suscrita por el CNE, no fue presentada con anticipación a la oposición para su discusión. Y en el seno de ésta surgieron discrepancias con respecto a la factibilidad de firmar un documento en esas condiciones.
Muchos amigos de la academia, de la política y de otras actividades similares y conexas tienen temor por lo que pueda pasar. Yo también lo comparto. Son muchas las tensiones políticas y sociales acumuladas. Son muchos años de dura confrontación. Y muchas las expectativas que en cada bloque genera el seis de diciembre. Se le da carácter de fecha definitoria, que puede incluso partir en dos este ciclo político. ¿Se debe restar importancia a ese temor? ¿O es pertinente ponerle atención y actuar en consecuencia? Me inclino por lo segundo.
No estamos en guerra ni vamos a una guerra. Estamos a las puertas de un proceso electoral pero en medio de un cuadro complejo, sin diálogo a la vista, sin espacios, al menos visibles, para que los adversarios se vean las caras y asuman compromisos de trabajo conjunto para evitar que Venezuela siga palo abajo en materia económica.
¿Será que en lugar de un acuerdo de reconocimiento de resultados las circunstancias nos estén exigiendo más bien un acuerdo de paz preventivo, antes de que desemboquemos en una confrontación que se nos vaya de las manos? No echemos en saco roto esta interrogante.
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