martes, 8 de septiembre de 2015

Néstor Francia/Análisis de Entorno: 

El enemigo es el descontento

– Se acerca la fecha cumbre

– La nube

– ¿Ganaremos o perderemos?

– Una elección atípica

– En juego el Gobierno de Maduro

– Vienen por él

– Elecciones despolarizadas

– La mirada fuera de foco

– El enemigo es el descontento

– El gran elector

– Mucho chavista bajando la guardia

– El gran conector no está presente físicamente

– ¿Qué pasaría? ¡Misterios de la ciencia!

– El principal objetivo y los argumentos

– ¿El “cómo” antes del “qué”?

– ¿Qué hacer?

– Continuará…

Pasa el tiempo y cada vez está más cerca la fecha cumbre de este difícil año. Los dirigentes de todos los sectores sacan las cuentas, afinan estrategias, consultan asesores, discuten abierta y/o solapadamente. Entretanto, el pulso del país continúa latiendo y el factor decisivo sigue ahí, como una nube posada en el horizonte presta a dejarse venir traída por los vientos y soltar la lluvia que regará estos campos ¿de qué? ¿De agua limpia, de lodo, de sangre? Es esa nube, la densa nube del pueblo, la que decidirá todo ¿Estamos los revolucionarios plenamente conscientes de ello? ¿Reconocemos la nube, la atisbamos? ¿Estamos actuando en consecuencia? Ya lo sabremos, muy pronto.
Hemos dicho que el análisis político debería evitar al máximo la subjetividad, aunque siempre será imposible ponerla completamente de lado. Desde esa perspectiva, no podemos ser ni optimistas ni pesimistas ¿Ganaremos o perderemos el 6D? Eso solo se sabrá solo después de que se conozcan los resultados irreversibles, algunas horas después de que cierre la última mesa electoral. Seamos realistas, es una elección difícil, portadora de dudas, donde no caben las seguridades numéricas, las proyecciones incontestables.
Se trata de una elección atípica, como nunca antes en la etapa revolucionaria. En buena medida no son elecciones parlamentarias, sino referendarias, ya que lo que realmente está en juego no es quién controla la Asamblea Nacional, sino cuál es el destino del Gobierno de Maduro. Nadie dude de que vienen por él, no importa nada de lo que diga alguien de la oposición en sentido contrario. De controlar la derecha la mayoría parlamentaria, convertirían la Asamblea en un obús para disparar sin medida contra las instituciones, y el Ejecutivo señaladamente, obstruir, sabotear, desestabilizar. Si no pudieran dar el golpe “paraguayo” de una vez, la misma maniobra de la derecha contra Fernando Lugo, prepararían las condiciones para el referéndum revocatorio con alta posibilidad de ganarlo y forzar elecciones presidenciales. Caotizarían el país para sacar provecho de ello.
Pero estas elecciones son también atípicas por otra razón, quizá menos percibida por nuestro liderazgo. Son, en realidad, elecciones despolarizadas, las primeras que  tendrán esa característica desde que el chavismo es gobierno. Y eso puede hacer que las enfrentemos con la mirada fuera de foco, lo cual disminuiría notablemente nuestra posibilidad de victoria.
Decía Oscar Schemel, un hombre de buen juicio, aunque no siempre estemos de acuerdo con él, que el enemigo electoral del Gobierno no es la oposición, sino el descontento ¡Ojalá el enemigo fuese esta oposición torpe, descaminada, sin liderazgo, sin proyecto, la “Nada”, Chávez dixit!
El descontento, hijo sobre todo de las dificultades económicas, es en este momento el gran elector (descontento con el Gobierno y con la oposición). Según los estudios de opinión más serios, ese descontento “con todo”, que no se afilia incondicionalmente con ninguno de los polos políticos principales, conforma la mayoría relativa, casi la mitad del país.
También decía Schemel, e igualmente le creemos, que ese amplio sector de descontento comparte mayoritariamente la cultura chavista, el proyecto de inclusión, las ideas socialistas, pero no se identifica sólidamente con la dirigencia revolucionaria: hay mucho chavista que está bajando la guardia, que se siente decepcionado o al menos confundido. A esto se le suma el hecho fundamental de que el gran conector, la suprema referencia, no está presente físicamente. Podemos decir un millón de veces que “Chávez vive”, y es verdad. Es más, vivirá para siempre ¿Pero se convertirá ese sentimiento en voto duro, en respuesta positiva al llamado electoral? Al final de los finales, el pueblo será leal a Chávez y eso, parece mentira, es parte del peligro de que la oposición se imponga. Porque querrían entonces matar por fin a Chávez, y no podrían ¿Qué pasaría? ¿Acaso van a clausurar el Cuartel de la Montaña o borrar los ojos de Chávez de todos los rincones? Se encontrarían con el pueblo de frente y aguerrido. Pero ¿esa previsible lealtad se manifestará plenamente el 6D? Parafraseemos otra vez al Profesor Lupa: ¡Misterios de la ciencia!
Ahora bien, ese sector de descontentos debería ser nuestro principal objetivo electoral. Pero ¿cuáles serían los argumentos? Muchos supuestos estrategas cometen a menudo un error garrafal: ponen el “cómo” antes del “qué”, lo cual equivale a poner la carreta delante de los caballos. No importa cuán creativa, lucida, vistosa sea una campaña electoral, si no tiene claro ni el mensaje ni el público objetivo, servirá de muy poco. Por supuesto, la campaña es solo una parte del problema, habría que tomar en cuenta también la ejecutoria del convocante, en nuestro caso el Gran Polo Patriótico, y particularmente el Gobierno. Pero supongamos que las cosas siguen básicamente como están ahora hasta las elecciones, contando, entre otras cosas, las medidas soberanas que cuentan con apoyo popular: campaña contra decreto Obama, Esequibo, OLP, Frontera. Y por supuesto, lo más negativo, la situación económica ¿Qué hacer? Pues bien, como en esas series que nos dejan en suspenso: continuaremos mañana, por este mismo canal y a la misma hora.

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