José Vicente Rangel /
El espejo: La frontera del más allá
“La exportación del paramilitarismo a otros países es un hecho real y nuestro. Gobierno guarda sepulcral silencio” (Iván Cepeda, senador colombiano).
La decisión del presidente Maduro declarando el estado de excepción en varios municipios del Táchira que limitan con Colombia —conforme a lo previsto en la Constitución Bolivariana— era un imperativo que no se podía seguir aplazando. De no haberlo hecho el Estado venezolano corría el gravísimo riesgo de perder todo sentido de autoridad.
Porque la frontera con Colombia se ha convertido en el espacio donde en forma progresiva se acumula una serie de problemas que la convirtió en insólito escenario para la comisión de todo tipo de delitos. Los municipios tachirenses donde se aplica la excepción, fueron desbordados por las prácticas delictivas más increíbles. Con el tiempo la zona adquirió características propias. Una autonomía apuntalada en poderosas mafias, en grupos económicos y políticos que le dieron, prácticamente, estructura paraestatal. Es así como la frontera colombo-tachirense pasó a ser territorio sin ley, con modalidades sustitutivas de facto de acuerdo con las circunstancias imperantes.
¿Qué rasgo la distingue? La manera como el Estado colombiano la asumió. Cómo se impuso el entramado mafioso aplicando experiencias vividas en su seno, por las cuales el delito convive con la legalidad. O es parte de ella. Generando situaciones de extremo cinismo, ejemplo, que los productos que cruzan la frontera, provenientes de Venezuela, y consecuencia del robo y la corrupción, pagan impuesto en los lugares de Colombia donde son comercializados.
Toda esa estructura ilegal tiene soporte en la presencia de unidades paramilitares infiltradas desde Colombia, en lo que constituye la expresión más acabada de la capacidad de ese país para exportar delitos. El paramilitarismo no se disolvió, como lo anunció en diversas ocasiones el alto gobierno colombiano, simplemente mutó y alcanzó una proyección extranacional. Su papel en esa área de la frontera —al igual que en Zulia, Apure y Amazonas—, consiste en brindar cobertura a los que se hallan involucrados en actividades delictivas, como el contrabando de extracción, el bachaqueo, el narcotráfico, e imponer el terror en la población.
La política anunciada por Maduro es la respuesta al fenómeno existente. Es la manera de impedir que haga metástasis en otras regiones. Es garantizar que el Estado venezolano no colapse. Es proteger al pueblo y reivindicar la soberanía nacional. Por eso la crítica de la derecha y las élites políticas colombianas. Por eso la posición, absurdamente antinacional, de la oposición venezolana que cuestiona la iniciativa adoptada por Miraflores, ejecutada por la Fanb, organismos policiales y de inteligencia con respaldo de la mayoría del pueblo del Táchira y del país.
Durmiendo con el enemigo
La reacción de poderosos intereses ante el estado de excepción no se hizo esperar. Es la que, presumiblemente, adoptarían aquellos factores que, tanto en Colombia como en Venezuela, trabajan en la conjura contra el proceso bolivariano. Uribe y los diversos matices políticos, económicos y sociales del espectro colombiano, se dan la mano con la derecha venezolana, en esencia golpista y aventurera, representada por López, Capriles y otros.
Ese contubernio siempre funcionó sin lograr el objetivo que lo inspira de derrocar a Maduro, como ya lo intentó con Chávez. Basta con analizar el contenido de los medios de comunicación de ambos países, que distorsionan la aplicación de la excepción decretada por el Ejecutivo, la manipulación de lo que sucede en la frontera, las denuncias grotescas sobre atropellos a ciudadanos colombianos. Todo ello con el deliberado propósito de tensar las relaciones entre Colombia y Venezuela y provocar impredecibles —por ahora— enfrentamientos que sirvan a los fines de desestabilizar a Venezuela.
Ahora bien, si del lado de Colombia esta actitud es deplorable por la manera cómo afecta la relación con Venezuela —y el daño que a futuro ocasiona a esa relación—, lo que ocurre dentro del país es insólito. Hay pocos antecedentes de sectores de una comunidad nacional actuando, descaradamente, en contra de su propio terruño.
Los mandos políticos de la oposición, medios de comunicación, analistas y la jerarquía de la Iglesia católica, rivalizan con la parte colombiana en ataques y descalificaciones del gobierno y del Jefe de Estado venezolanos. No solo se hacen eco esos sectores de las infamias ideadas en laboratorios de guerra sucia del vecino, sino que le agregan otros componentes de su propia cosecha.
Temas delicados, que afectan la imagen de Venezuela, como la campaña sobre la violación de los derechos humanos de los colombianos deportados por hallarse ilegalmente en el país, son coreados con júbilo por medios y voceros políticos. Con lo cual se estimulan, tácita o abiertamente, actitudes miserables como las del Procurador y el Fiscal de Colombia que plantean —a lo que se suma el propio Santos— llevar a la Corte Penal Internacional una acusación contra Maduro y la cúpula del Gobierno por delitos de lesa humanidad. No lo quería expresar, pero uno tiene la sensación, ante esa vinculación perversa contra el país de colombianos antivenezolanos y venezolanos apátridas, de estar durmiendo con el enemigo.
*Claves secretas
- ¿Creen LOS dirigentes de la MUD que se puede ganar una elección como la del 6-D, sin capacidad de movilización, sin hacer campaña, sin programa, sin líderes confiables y asumiendo posiciones contrarias al interés nacional en casos como el Esequibo o del estado de excepción decretado en el Táchira?…
Uno tiene gente conocida e, incluso, amigos, que le cuentan la frustración que hay en el sector. Que discrepa abiertamente de la conducción, por la manera como esta asume temas importantes y por falta de debate interno. De espacios para expresar opiniones diversas…
Nunca se había visto en Venezuela una oposición con tantas carencias políticas e ideológicas, y tantas falencias como la actual. Su degradación es evidente. Personas lúcidas, que no comparten la actual política del gobierno, y, por tanto, adscritas a la oposición, se muestran desesperadas con lo que sucede. Están desalentadas e intuyen una derrota electoral en las parlamentarias. Al mismo tiempo, consideran que el chavismo tomó la calle, mantiene la ofensiva en todos los frentes, en tanto que el recurso de los dirigentes opositores consiste en refugiarse en la droga de encuestas elaboradas con fines comerciales, sin sustento alguno en la realidad. La creencia de que el antichavismo rabioso es la salvación pierde terreno. La polarización a nivel de cúpulas ya no tiene el mismo efecto a nivel de pueblo. ¿Qué hacer entonces? Si hubiese en el actual cogollo opositor verdaderos estrategas, estarían pensando en cómo reformular la campaña y ajustar el discurso a lo que hoy es el país…
- Un libro cuya lectura recomiendo, Temporada de Golpes, aun cuando discrepo de ciertos enfoques sobre una etapa singular de nuestra historia reciente. Se trata de un aporte valioso en torno al tiempo de las insurrecciones militares contra Betancourt. Su autor, Edgardo Mondolfi, es un destacado profesor universitario…
- La casta política colombiana responde a la derrota en la OEA y al cierre de la frontera, como siempre suele hacerlo: recurriendo al chantaje con la amenaza de llevar al presidente Maduro y a su gobierno a la Corte Penal Internacional. Buena oportunidad para desenmascararla.
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