sábado, 3 de octubre de 2015



II SECRETARIADO AMPLIADO NACIONAL
(SEPTIEMBRE 2015)
ANÁLISIS DE COYUNTURA

Han transcurrido casi ocho años desde que explotó la burbuja inmobiliaria en EEUU, la cual sirvió de detonante para la mayor depresión económica mundial jamás conocida en la era capitalista, incluso superior a la vivida durante el crack económico de 1929.

La explicación sobre lo sucedido a la economía mundial, al principio fue  hegemonizada –gracias al complejo mediático– por el contrapunteo de economistas neoliberales y keynesianos. Unos cuestionando la imprudente actuación de los banqueros, los errores y excesos de controles de los gobiernos y la irresponsabilidad de los deudores al no reducir –con tendencia a cero– el gasto en salud, educación, pensiones, etc; los otros, objetando el descontrol oficial, la tolerancia institucional frente a la especulación y la ausencia de controles sobre los dueños del capital.

Lo cierto es, que ante la superficialidad economicista expresada por los gurús del capitalismo, quienes no han podido –ni podrán- dar una explicación certera y confiable sobre la actual debacle mundial, y mucho menos presentar una real vía de escape a las grandes masas populares sometidas al despojo, a la miseria y a la guerra, viene cobrando cada vez con más fuerza el análisis marxista, el cual atribuye las grandes convulsiones sociales, económicas y políticas que hoy se manifiestan en distintas latitudes del planeta, a las fallas estructurales y orgánicas propias del capitalismo.
En los últimos tiempos, propios y extraños han estado atentos al desarrollo de la crisis económica y social por la cual atraviesa Grecia. Grandes titulares sobre el país heleno han copado la escena internacional. La tragedia griega, incluye una deuda impagable, contablemente adquirida para enriquecer fraudulentamente a una minúscula elite gobernante de la vieja Europa, pero que fue estructuralmente contraída para ser socializada en su pago, mediante el endurecimiento de la explotación de la clase trabajadora.
Lo cierto es que desde la creación de la Unión Europea hasta nuestros días, jamás ningún país de la eurozona había sido sometido con tanta crueldad al decálogo neoliberal como lo está siendo Grecia.
En el drama griego, Syriza y el actual primer ministro Alexis Tsipras, independientemente de su reciente reelección el pasado 20 de septiembre, se han convertido en los sepultureros de la democracia y la soberanía griega, al aceptar lo que en palabras del exministro de economía Iannis Varoufakis es “un golpe de Estado” disfrazado de “rescate financiero” que hundirá su economía y elevará su deuda en poco tiempo por encima del 200% del PIB.
La capitulación ante la Troika firmada por Tsipras,  incluye un drástico recorte de pensiones, eliminar beneficios laborales, despidos masivos en las dependencias estatales, reducir enormemente la inversión social en salud y educación, aumento de los intereses bancarios y una agresiva ola privatizadora. En pocas palabras, aceptar todo lo que dijo que no aceptaría antes de su primera elección y mucho más.
Para entender quien ha salido favorecido con el resultado electoral en Grecia, basta observar el entusiasmo con el cual ha sido recibido el triunfo de Tsipras por parte de la elite mundial, quienes apenas se enteraron del triunfo de Syriza enviaron sus felicitaciones al flamante ganador, hecho este que contrasta con el rechazo generalizado expresado por ellos nueve meses atrás tras el triunfo de Syriza.
A su vez, la escasa participación del pueblo heleno en las elecciones nacionales (la más baja desde la década de 1990), evidencia aun más la desmoralización que hoy se manifiesta en Grecia y vislumbra que el pueblo de los dioses del Olimpo, ha quedado atrapado en las redes del neoliberalismo, lo que sin duda representa para ellos un horizonte nada alentador en los tiempos que están por venir.
Seguramente algunos, debido al bombardeo mediático, se habrán creído el cuento de que las medidas impuestas por la Troika a Grecia, se debe a que un grupo de países exitosos están dando una lección de cómo se transita hacia la construcción de un régimen capitalista donde la mano invisible del mercado gotea felicidad a la clase trabajadora.
En realidad, la crisis griega representa una minúscula fracción de una gran bomba económica que está a punto de explotar y cuya onda expansiva se propagará por todo el planeta, por lo tanto, lo que estamos viendo en Grecia, no es sino el preludio de lo que está por venir.
Según las cifras oficiales, la deuda mundial hoy ronda los 200 billones de dólares, monto que se aproxima al 300% del PIB global. En términos tangibles se habla de que cada habitante de la tierra que muere deja como herencia a los que nacen unos 28.000$ de deuda, cifra esta que va en un vertiginoso ascenso. Nada más en EEUU, la deuda externa desde que explotó la crisis inmobiliaria hasta el día de redacción del presente documento, se ha duplicado.
En Asia, países como Japón y Corea de Sur, no escapan a esta realidad. Sus economías están asfixiadas por deudas que ya rondan el 250% del PIB, lo que muy probablemente creará las condiciones para que se produzcan grandes estallidos sociales que dejarán perplejo a quienes suponían que para los tigres asiáticos todo marchaba viento en popa, sin embargo, la tormenta capitalista que se aproxima amenaza con hundirles el barco con todo y tripulación adentro.
Incluso China, a pesar del acelerado crecimiento que le llevó experimentar un impresionante  desarrollo de su complejo industrial, gracias al cual, en menos de 15 años pudo transformar una economía que representaba un tercio de la estadounidense a convertirse, en octubre de 2014, en la primera potencia económica mundial, no escapa de las nefastas repercusiones de la recesión económica mundial, toda vez que se ha venido produciendo un progresivo y peligroso estancamiento de su economía.
Como respuesta, el gigante asiático, quien ha visto en las mismas leyes del mercado que les llevó a la cúspide de la economía global el principal factor para detener su avance, ha emprendido todo un ajedrez de estrategia geofinanciera que incluye la devaluación del Yuan (táctica utilizada en 1994 y que sirvió para estimular sus exportaciones a nivel mundial), no como mecanismo para fortalecer el dólar, sino como maniobra para hundir más la economía yanqui, haciendo más atractivo los productos Made in China en el mercado global y seguir avanzando en la gradual conversión del Yuan como la principal moneda de intercambio comercial del planeta.
Al hacer un vuelo rasante sobre la movilización de divisas en el mundo, nos encontramos que si bien el dólar sigue siendo la principal moneda de reserva del planeta, su tenencia ha venido menguando escandalosamente en este comienzo del siglo XXI. En el año 2000, la moneda yanqui – principal artificio mercantil de EEUU para imponer su hegemonía económica – representaba más del 60% de las reservas globales, en cambio para el 2013, dicha presencia había caído dramáticamente en menos de un 33%, siendo la moneda china, la que más se ha extendido en los últimos años, llegando a ser la moneda de reserva para 40 Bancos Centrales. [1]
Sin duda, lo anterior implica que el imperio norteamericano en medio de la presente crisis, ha venido perdiendo progresivamente gran parte de su hegemonía avasallante. Ante lo cual Gramsci, nos advertía:
“Si la clase dominante ha perdido el consenso, entonces no es más “dirigente”, sino únicamente dominante, detentadora de la pura fuerza coercitiva, lo que significa que las clases dominantes se han separado de las ideologías tradicionales, no creen más en lo que creían antes. La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos”

Ciertamente, cuando un sistema es absolutamente hegemónico, el bloque histórico dominante está en capacidad de garantizar que sus directrices sean aceptadas por la sociedad sin ningún tipo de resistencia. Contrariamente, un bloque hegemónico evidencia que se encuentra en crisis, en la medida que su capacidad de generar consenso se disgrega y la imposición de directrices ya no se logra de manera espontanea, sino, a través de la coerción.

En tal sentido, si bien la homogeneidad del bloque ideológico es el principal factor que determina la hegemonía del grupo dirigente, su desmoronamiento se evidencia en la medida en que la violencia se convierte en el único argumento capaz de forzar el consenso.

De allí, que el fenómeno fascista se expresa en su versión más evidente, toda vez que la clase dominante ve amenazada su hegemonía dentro de un bloque histórico en razón de un nuevo bloque hegemónico, ante lo cual apela al uso de la fuerza como única medida para contener su demolición.

Naturalmente, desde la racionalidad del socialismo científico, los revolucionarios estamos absolutamente conscientes de que la crisis orgánica que hoy atribula a los explotados del mundo, no es un fenómeno repentino, tampoco es un hecho pasajero producto de un fallo fugaz del sistema, sino que en sí misma representa la agudización de las contradicciones estructurales del sistema capitalista, la cual, indistintamente de algunas fases de reanimación que se produzcan, seguirá su evolución de manera inexorable hacia el abismo de la autodestrucción.

Una mirada crítica sobre el proceso histórico de la postguerra mundial, y más específicamente en lo relacionado a la etapa en la cual se produjo por interés de Washington, la imposición de abandonar el patrón oro y su sustitución por el patrón dólar, con lo cual se dio fin al mal llamado estado de bienestar capitalista (1945-1971), nos permite observar algunos aspectos importantes a destacar:
1.        La derrota yanqui en la guerra contra Vietnam,  trauma que en el marco de la Guerra Fría, vino a incidir en una crisis de sobreproducción del gasto militar, el cual hoy ocupa con 610.000 millones de dólares, más del 34% del gasto militar mundial, el triple de China segundo país con mayor gasto, y siete veces más que el tercero, representado por Rusia.
2.        El derrumbe del bloque soviético y la inmediata proclama de George Bush padre sobre nuevo orden mundial, con EEUU como gran gendarme imperialista de finales del siglo XX.
3.        La expansión del neoliberalismo como asalto estructural del régimen capitalista en el recrudecimiento de la esclavitud asalariada y la consecuente respuesta popular que abrió el camino para la llegada al poder de gobiernos revolucionarios y progresistas por vía de voto en Latinoamérica.
4.        La campaña criminal desatada por Washington posterior al auto-ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001. El cual, ante la opinión pública mundial, ha colocado a EEUU en su justo lugar en la historia como el imperio más sanguinario de la historia.
5.        El estallido de la burbuja económico-financiera de EEUU y su propagación por el mundo en forma de depresión; el asenso de China como la nueva locomotora del sistema económico global; y el resurgir de Rusia como gran superpotencia militar del planeta.
6.        La revitalización del antiimperialismo, no sólo como concepto, sino como arma política para la acumulación de fuerzas de los oprimidos contra la clase dominante y su manifestación pública masiva.
A nuestro criterio, los hechos antes mencionados, a grandes rasgos nos permiten caracterizar dialécticamente cómo se ha venido configurando la actual crisis general del capitalismo, cuyo caldo de cultivo no es otro que la misma lógica depredadora de la elite mundial.

En los términos de la lucha de clase, el pasado 2 de junio de 2012, con motivo de la instalación del Consejo Patriótico de Partidos, nuestro secretario general nacional, el camarada José Pinto expuso:

“Vivimos una etapa de la humanidad, donde dos visiones antagónicas del mundo se enfrentan. Por un lado, la visión explotadora de la gran burguesía internacional, y por otra, la de los oprimidos, quienes producto de la crisis, en el anhelo de vivir un mundo mejor, han tomado calles en masivas protestas contra el salvajismo capitalista […] ciertamente, hoy nos encontramos frente a un marcado declive en la capacidad de dirección de la clase que domina el planeta. Al igual que ocurrió  en la era feudal y esclavista en su fase agónica, hoy la burguesía emplea cada vez más la violencia como único argumento para sostenerse como poder global […] como nunca antes, es fundamental la unidad revolucionaria en nuestro país para defender a toda costa nuestra revolución bolivariana, la cual es un aporte histórico que hacemos los venezolanos para librarnos de las cadenas que hoy esclavizan a la humanidad. ”

Indudablemente, es en este momento donde se evidencia con más claridad de que forma EEUU, producto de la desesperación, ha entrado en una lucha a cuchillo contra un conjunto de potencias emergentes que hoy le disputan zonas de influencia en distintas latitudes del planeta; tanto en lo referente al control de recursos naturales y de materias primas estratégicas como en el control geopolítico de las esferas del poder. Es este el momento cuando las distintas visiones del mundo (capitalista y socialista) luchan por lograr asumir la dirección ideológica de la sociedad mundial.

Esta realidad, ha traído como consecuencia la manifestación de un proceso más profundo, donde entra en juego la competencia por el dominio hegemónico global, y en el cual la guerra, como siempre, se reafirma como el factor fundamental en el sostenimiento de ciclo dominio imperialista.

Rosa de Luxemburgo, en los albores del siglo XX lo expresaría de la siguiente manera:

“En lo que llamamos el período de «acumulación primitiva», es decir, al comienzo del capitalismo europeo, el militarismo juega un rol determinante en la conquista del Nuevo Mundo y de los países productores de especias, las Indias; más tarde, éste sirve para conquistar a las colonias modernas, destruir las organizaciones sociales primitivas y apoderarse de sus medios de producción […] En fin, el militarismo es un arma en la competencia de los países capitalistas, en lucha por el reparto de territorios de civilización no capitalista.”

Para refrendar lo anterior, basta recordar cómo tan sólo pasó 41 días de la caída del Muro de Berlín, cuando la administración de Bush padre decidió darle un bautismo de sangre a este triunfo del imperialismo, sometiendo el 20 de diciembre de 1989 al pueblo panameño a una infame masacre, en una operación militar a la cual denominaron Operación Causa Justa, que dejó entre 3 mil y 5 mil muertos como consecuencia de los bombardeos de El Chorrillo, donde unas 20 mil personas perdieron sus hogares sin compensación alguna.  Todo esto bajo el falso argumento de que iban tras la captura de un antiguo socio de ellos en el negocio del narcotráfico: el Dictador Manuel Noriega.

Bien pudo Washington evitar semejante linchamiento colectivo en Panamá, simplemente liquidando o secuestrando sigilosamente a Noriega, tal como lo han hecho en otras tantas oportunidades.

Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos, añoraba  autoproclamarse como la única superpotencia en el mundo, capaz de cometer cualquier atrocidad en nombre del poder unipolar del imperialismo, y en efecto así lo hizo.

Tras el desmembramiento del Orden Geopolítico Mundial de la Guerra Fría,  EEUU envió mensajes al mundo para dejar claro que existía un nuevo Orden Geopolítico de carácter unipolar, por lo cual demandaba obediencia y supeditación.

La invasión a Irak; la reingeniería del mapa político del este de Europa, el cual incluye la trágica disolución de Yugoslavia; la creación de organizaciones terroristas como Al Qaeda; la masacre proyanqui cometida por Indonesia en Timor Oriental, genocidio que costó la vida a un tercio de los 650mil habitantes de la isla; el reforzamiento del neocolonialismo en Latinoamérica, redimensionando así su visión de “patio trasero” del imperio yanqui; el afianzamiento de la red de narcotráfico internacional bajo control del Departamento de Estado Norteamericano; y la instauración global del neoliberalismo como violenta doctrina económica de los amos del capital para la total deshumanización de la sociedad, son un pequeño dossier de las consecuencias inmediatas, impuestas por quienes vieron en el fin de la Guerra Fría, el momento propicio para el asalto definitivo al sistema mundo.

Ahora bien, contrariamente al objetivo trazado por la gran burguesía, todo este despliegue de violencia, lejos de lograr instaurar por la vía del terror un consenso en torno al liderazgo unipolar de EEUU, vino a acelerar el proceso dialectico para su desmoronamiento como regente del bloque histórico reaccionario. Lo que viene a reafirmar la perspectiva Gramsciana de la hegemonía:

“La dominación fundada exclusivamente sobre la fuerza, no puede ser sino provisoria y expresa la crisis del bloque histórico cuando la clase dominante, al no tener la dirección ideológica, se mantiene artificialmente por la fuerza.”
Ya en el ocaso del siglo XX, cuando el imperio yanqui impulsaba la idea de que habíamos llegado al “Fin de la Historia”, en Latinoamérica, una región del planeta que desde el siglo XVI fue incorporada al sistema mundial en calidad de territorio colonizado, y que a partir del siglo XIX, producto de las luchas independentistas continuo subordinada a las potencias dirigentes en el marco de un neoimperialismo, surgió una fuerza popular que se resistió a seguir sometida a las directrices emanadas desde los centros de poder capitalistas, viendo en Venezuela la primera derrota política de relevancia con la llegada al poder del Comandante Hugo Chávez, líder de la Revolución Bolivariana.
A partir de ese momento, gracias al fortalecimiento de Hugo Chávez como líder del internacionalismo revolucionario y a la progresiva decadencia del orden geopolítico aun vigente, se produjo el asenso al poder de gobiernos progresistas y revolucionarios en Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Nicaragua, entre otros.
Este hecho, de manera progresiva fue creando las condiciones objetivas y subjetivas para la acumulación activa de fuerzas contra la dictadura de las transnacionales, constituyéndose sin duda en motivo de preocupación para los factores de poder que convergen al norte del continente americano.
En ese contexto de insubordinación regional gracias a los aportes fundamentales de un nuevo liderazgo latinoamericano (siempre Chávez en la primera línea de combate), se le dijo no al neoliberalismo, no ALCA; a la par que vieron su nacimiento un conjunto de organismos multilaterales (ALBA, Petrocaribe, Unasur,  CELAC), que han nacido para estructurar una red geopolítica de resistencia internacional a la política injerencista de Washington.
A lo antes señalado hay que añadir que la expresión de los acontecimientos que hoy vivimos tienen antecedentes históricos en la primera gran crisis general de capitalismo (1873-1945), cuya agudización estructural partió del proceso de lucha por el control monopólico de las materias primas, de los mercados a nivel mundial, y sobre todo, la locura del capital especulativo dentro de las bolsas de valores. Lo que trajo como consecuencia la burbuja bursátil y la gran depresión económica de 1929. Dicha crisis culminó, una vez que terminada la segunda guerra mundial, tras lo cual las potencias triunfantes establecieron sus esferas de poder.
Es importante destacar que la actual crisis general (la segunda), tuvo su punto de partida cuando en 1971 EEUU impuso el abandono del patrón oro por el insostenible patrón dólar. Como consecuencia inmediata a esta decisión, en cosa de cuatro años, la tasa de crecimiento de las primeras potencias capitalistas de aquel entonces –Estados Unidos, Europa y Japón– cayó a la mitad de los que había sido los treinta años anteriores.
A partir de ese momento, el núcleo del sistema mundo empezó a sufrir una serie de altibajos propios de las crisis cíclicas del capitalismo, expresada en ciclos de burbujas bursátiles, las cuales a medida que se profundizan las contradicciones interimperialistas estallan cada vez con mayor fuerza.
Todo indica entonces que el estallido de la burbuja más impactante, la que nos llevará al escenario de catástrofe que dará pie a la definición violenta de la actual crisis general, está próxima a ocurrir.
Si alguien está consciente del terrible escenario que se avecina, es la elite mundial. Es por ello que han venido tomando medidas para solucionar por la fuerza las contradicciones que hoy amenazan con modificar de raíz la geopolítica mundial.
EEUU hoy cuenta con más de mil bases militares desplegadas en más de 70 países ubicados en distintas latitudes del planeta, la mayoría de ellas rodeando a China y Rusia. Adicionalmente, datos oficiales dan cuenta de una presencia militar norteamericana –reconocida– en más de 150 países. El gasto oficial -imposible conocer el gasto real- de semejante ocupación militar  sobrepasa las 100 mil millones de dólares al año.
En medio de todo este teatro de operaciones global,las potencias aliadas de Estados Unidos tienen un protagonismo muy marginal. Si bien, la mayoría de ellas congregadas en torno a la OTAN son consideradas potencias bélicas, por cuenta propia son incapaces de hacer ninguna ofensiva militar a gran escala de manera exitosa.
Casos como la masacre cometida en Libia (2011) así lo demuestra. Donde después de varios meses de ataque genocidas, juntas, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, España, etc. no pudieron derrocar al coronel Muamar el Gadafi y fue necesaria una inclemente intervención de la aviación estadounidense para que se consumara mediante bombardeos desenfrenados, el crimen que tanto deseaban.
A la par, Rusia y  China se han lanzado plan masivo de rearme que hace recordar la era del equilibrio del terror producido durante la Guerra Fría. Si bien, el gasto militar de ambas naciones es menor cuantitativamente a la efectuada por la Unión Americana, la eficacia en el uso de los recursos es mucho mayor. Por mencionar un ejemplo, tenemos que el costo de producción del T-50, equivalente ruso del F-22 norteamericano, es de apenas la mitad de la inversión empleada por EEUU. 
Todo indica que el cronometro de la historia está en cuenta regresiva nuevamente, más temprano que tarde, el proceso de agudización de las contradicciones se aproxima a una etapa de definiciones que impactarán profundamente los cimientos de la sociedad.
Las alarmas se han prendido, recientemente la comisión del Congreso de EEUU para asuntos relacionados con China, pronosticó que para el 2020 el gigante asiático dispondrá en el Pacifico de una flota naval más grande y poderosa que la estadounidense. 

Ante este escenario mundial, muchos podrían caer en la tentación de pensar que el fin de la era imperialista norteamericana está próxima. La realidad nos dice que si bien EEUU ha perdido gran parte de su capacidad de dirección, hoy más que nunca, ha pasado a ser el enemigo más temible que jamás ha conocido la humanidad.

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