sábado, 5 de enero de 2013


Mi Credo por Chávez


Alfredo Oliva

Creo en Hugo Chávez porque se parece a uno, porque viene del pueblo como uno, porque de niño jugó en la pobreza, con los pájaros, se le escondió a la abuela en sus tremenduras. Creo en Chávez, porque de niño jugó metras, chapitas, pelotita e goma, lanzó el trompo y soñaba con ser pelotero.

Creo en Chávez porque de niño vendió arañas y cultivó la amistad verdadera con niñas y niños del pueblo y respetó a sus maestras y maestros, y abrazó la poesía, las historias y cuentos de la sabana.

Creo en Chávez porque de adolescente, recorrió una gran distancia para ir a estudiar en el liceo. Creo en Hugo Chávez porque le gustó el joropo, no abandonó el Béisbol y siguió cultivando la poesía y la pintura.

Creo en Chávez, porque de Joven, tuvo preferencia por el joropo, le agregó el bolero y la ranchera. Creo en Chávez porque se enamoró de la historia de Venezuela y lo conquistó el pensamiento Bolivariano, de Bolívar, Sucre, Simón Rodríguez.

Creo en Chávez, porque de joven comprendió también el pensamiento y acción de Zamora, y con su hermano, escogió el camino de la revolución y la justicia social y lo acompañó con todas las canciones del cantor del Pueblo Ali Primera.

Creo en Chávez, porque en el Ejército se hizo militante de la gesta libertadora y el pensamiento dialéctico del 19 de abril y 5 de julio. Creo en Chávez por hacerse marxista y abrazar el socialismo.

Creo en Chávez por la Rebelión militar del 4 de febrero, por asumir la constituyente como bandera de lucha. Creo en Chávez por empuñar la espada de Bolívar y abrazar el antiimperialismo, la solidaridad internacional y el Socialismo, la paz y la amistad.

Creo en Chávez por su amistad y amor por Cuba, Fidel, Evo, Lula, Cristina y otros hombres y mujeres que luchan por la igualdad y la justicia social de los pueblos. Creo en Chávez porque ¡Chávez es el Corazón del pueblo!

JUNIO DE 2011

http://manuelote.blogspot.com/


«La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación»  Paulo Freire

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