A 55 años del 23 de enero, un balance histórico
necesario.
Rafael Pompilio Santeliz
Los
procesos y algunos hitos de nuestra historia son necesarios de evaluar para no
caer en los mismos errores que se supone deberían estar superados. Al no haber
autocríticas de sus protagonistas, se sepultan momentos cruciales, quedando
pendientes balances perentorios de nuestro acontecer
Un
punto de partida para entender ese momento histórico, sería ubicar el gobierno
de Pérez Jiménez como parte de la política norteamericana en el período de
guerra fría, cuando Estados Unidos hizo esfuerzos por alinear a América Latina
contra el mundo socialista. Los gringos ante el avance de los pueblos
identificados con el cambio social, y ante el ascenso de partidos marxistas,
promocionaron gobiernos fuertes y dictatoriales que les garantizaran paz
laboral para sus inversiones. Desde 1948 los militares venezolanos ya tenían
una serie de “iniciativas” anticomunistas para ganar el favor del Departamento
de Estado.
El General Pérez Jiménez, coincidió con el interés imperial de
inversiones modernizadoras, con las cuales se destruyeron importantes
referencias patrimoniales, rompiendo con los resquicios que quedaban del modo
de vida colonial. La concepción desarrollista implementada, era parte del
llamada “Política de concreto armado”, caracterizada por el gigantismo y la
ostentación suntuaria. El Nuevo Ideal Nacional implantó un nacionalismo conservador
de corte fascista, con el cual se manipuló la cultura tradicional con conceptos
patrioteros que fueron diseñando una nueva concepción de ciudadanía que,
apoyándose en elementos folklóricos, sirvió para discriminar a las mayorías.
Bajo esos criterios occidentales positivistas, se buscó una especie de limpieza
de sangre de negros y pueblos originarios, considerados de poca vocación
laboral.
La vía fue la inmigración extranjera. Se estableció una política de
traer europeos, campesinos italianos provenientes de comunas agrícolas del
régimen fascista, de portugueses de Madeira y de alemanes éticos o folk deustches desplazados de Bukovina
por la II Guerra
mundial. No faltaron oficiales germanos de la SS , del Fascio italiano y de la Falange española. Unido a
esto, se prohibió formalmente la inmigración de africanos negros y asiáticos,
por sus supuestos atavismos contaminantes a la población venezolana.
La dictadura buscó ahondar más la separación entre la ciudad y el
campo, pues el General, en sus ansias de modernizar el capitalismo, propició en
el campo la construcción de grandes colonias agrícolas, especies de kholjoses, en las cuales criollos y
europeos, supervisados por la Guardia Nacional , contarían con una serie de
inversiones de economía intensiva que harían posible que las ciudades se
abastecieran del campo. Con estos proyectos agroindustriales, Pérez Jiménez, no
buscaba liberar al campesino, sino sustituirlo por una clase media rural
parecida a los farmers
estadounidenses. Muchos de estos fascistas, posteriormente se enriquecidos en
el campo, emigraron a las ciudades convirtiéndose en grandes importadores de
bienes manufacturados de gringolandia. Eran proyectos dependientes de la Fundación Rockefeller
(Creole y Standard Oil) que buscaban dar respuestas a la burguesía agraria
latifundista nacional, al unísono con las necesidades de expansión de las
trasnacionales estadounidenses.
En el ámbito externo Pérez Jiménez otorgó diferentes concesiones a los
consorcios norteamericanos. En su política interna estuvo vinculado, al
principio, con empresarios nacionales que se enriquecían con comisiones en la
creciente corrupción administrativa. La dictadura fungía para el momento como
un agente de paz laboral. Luego, en una segunda etapa, entra en contradicción
con los empresarios por los crecientes endeudamientos debido a que su política
de grandes obras se vio obstaculizada por el agotamiento de los recursos
financieros. Las contrataciones se retrazaban en pagos. El gobierno había
adoptado el sistema de pagarés y bonos con los cuales los inversionistas
negociaban con la bolsa de Nueva York; ésta al no poder hacerlos efectivo
presionaba a los capitalistas venezolanos amenazándolos con cortarles créditos
y asistencia. Los empresarios criollos
empiezan a encarar al gobierno hasta
incorporarse activamente a las luchas antiperejimenistas.
Un elemento que caracteriza la crisis socio-económica en 1958, es el
colapso por la baja de los precios del petróleo. Esto redunda en la
paralización de la política de cemento armado. El ingreso fiscal se desploma,
desaparecen las obras públicas, se enrarecen los créditos a la industria y a la
agricultura. Una pausa domina el panorama económico. Este proceso recesivo hace
que disminuya la gratuidad de la enseñanza y se instrumente un Estado de
represión con graves violaciones a los derechos humanos.
Esta situación recesiva acentúa el desempleo, la quiebra de numerosas
empresas de la construcción y el cierre de múltiples negocios. Con ello,
empieza una creciente presión popular por sus reivindicaciones, a la vez, el
perezjimenismo sufría un proceso de desprestigio que le restaba poder político
y credibilidad. En esos días de crisis, ya la socialdemocracia gestaba en los
EE.UU., el Pacto de Nueva York, firmado el 20 de enero del 58 entre Jóvito,
Caldera, Betancourt y el Secretario de Estado Norteamericano Fuster Dulles,
cuyos acuerdos principales eran evitar que los comunistas tomaran el poder y
que las transnacionales tuvieran participación en las empresas del Estado
Venezolano.
Para este momento, el Buró Político del PCV manejaba una concepción
“etapista” del proceso: afirmaban que no había finalizado, o no se había
logrado, una revolución burguesa; en consecuencia, no pensaban en una
revolución socialista. El esquema que se planteaban tenía que ver con el pacto
con la llamada “burguesía nacional”, la cual modernizaría creando un
proletariado industrial, sin el cual no sería posible tener a los sepultureros
del capitalismo. El Buró Político consideraba que el proceso tendría que ver
con la toma del poder por la burguesía, teniendo ésta que enfrentarse al
imperialismo posteriormente por competencias de mercado, y luego, lograda la
independencia, se iniciaría otro proceso de lucha por el socialismo. Para el
PCV, el pueblo y sus expectativas debían esperar. Para este fin, se traza una
política de “Unidad Nacional” (Unidad por encima de las clases) y diferentes
búsquedas para lograr una estabilidad democrática.
Esta vanguardia política no cumplió a cabalidad con su misión
histórica. Se limitaba a plantear el derrocamiento de la dictadura en
detrimento de una visión estratégica que abriera horizontes al auge de masas.
No sistematizó un Programa de lucha y menos instrumentó la autonomía de clase.
Se era vanguardia política, más no vanguardia revolucionaria, al no preparar
las distintas formas de lucha para disputarle el poder al imperio, y al bloque
burguesía-terrateniente.
Como producto de estas apreciaciones, se gestan dos corrientes dentro
de la izquierda: una, planteaba la defensa del sistema democrático y otra,
proponía ampliar la plataforma de lucha, tomando en cuenta lo que consideraban
un doble poder que existía en el país, siendo la Junta Patriótica
uno de ellos. Anselmo Natale, en entrevista con Agustín Blanco, afirma que el
llamado del PCV al advenimiento del pacto patronal es su decisión de aplazar
toda aspiración popular de mayores contenidos reivindicativos, porque “se
planteaba el robustecimiento de la democracia conquistada, el fortalecimiento
de la misma, su perfeccionamiento por la vía electoral, constitucional, a
consecuencia de ello, el partido se traza como objetivo fundamental ir a
elecciones.”
Ya la cooptación había empezado a funcionar cuando, para eliminar ese
paralelismo. la Junta
de Gobierno, insta a la Junta Patriótica ,
a que amplíe su composición. Ya los señores del dinero habían pactado con los
sectores militares para que presionaran por su inclusión. La burguesía, que sí
sabía lo que quería, incorpora a Blas Lamberti, a Eugenio Mendoza, a Andrés
Boulton, Vicente Lecuna y al pupilo político Raúl Leoni, con los cuales se
empieza a neutralizar el llamado “Espíritu del 23 de enero”, que no era más que
las aspiraciones de profundización de la democracia; radicalización que estaba
muy cercana al socialismo como proyecto histórico. Es de hacer notar, que la Junta patriótica nunca
exigió estar representada en la
Junta de Gobierno, con lo que se ratifica la ausencia de una
mentalidad de poder,
El 23 de enero fue una insurrección popular y militar, donde la calle
superó a las organizaciones. La gente sentía un poco, que comenzaba una nueva
vida, y que todo era posible. Era un rechazo popular abierto contra el
recordado fraude de una dictadura personalista apoyada en la Seguridad Nacional ,
dirigida por el esbirro Pedro Estrada. Mientras el pueblo saqueaba e incendiaba
las quintas de los sostenedores de la dictadura, mataba hasta sus perros
guardianes, y ajusticiaba a los torturadores, tendencias dominantes en el PCV creaban escudos protectores llamando a la
“calma y cordura”. La precipitada convocatoria a elecciones no fue más que la
directriz de la burguesía y el imperialismo de frenar el auge popular. Días
antes, ya la burguesía había propuesto una tregua sindical para “evitar
conflictos laborales” que obstruyeran el sistema democrático naciente. Desde
entonces la figura de “ahí viene el lobo” prefiguró la conciliación postergando
cualquier intento de radicalizar la lucha, so peligro de la vuelta del
perezjimenismo.
Los días de enero de 1958, habían creado un clima de libertades sin
precedentes. El pueblo hacía valer su voluntad en la mentada democracia de
calle. La visita del Vicepresidente de los Estados Unidos Richard Nixon, quien
aspiraba llegar al Panteón Nacional, fue impedida por manifestantes. Este
episodio significó la movilización intimidatoria de tropas yanquis hacia el
Caribe, amenazando nuestra soberanía y enardeciendo más a nuestra gente. Bajo
ese arrojo el pueblo revocaba funcionarios entristas con densas manifestaciones
al Palacio de Miraflores. El aparato represivo estaba descompuesto, la policía
perezjimenista estaba desmantelada, el gorilaje militar se encontraba
neutralizado y aislado. El pueblo no quería seguir viviendo a la antigua. Pero
este flujo revolucionario fue truncado por la concepción mecanicista del
stalinismo pecevista de buscar una “burguesía nacional que finalmente, decían,
sería antiimperialista y “progresista”.
Los remitidos recopilados por José Agustín Catalá, testimonian la
voluntad mayoritaria de un pueblo. Manifiestos de estudiantes de secundaria y
universidades, Colegios de ingenieros, de abogados, de médicos, de farmaceutas,
Comité Cívico de Liberación Nacional, del Frente Obrero de la Junta Patriótica , Manifiestos
de las madres, de desempleados, de empleados petroleros; cada cual desde su
trinchera denunciaba y planteaba cartas de luchas y aspiraciones, que
sintetizadas, podrían ser parte de un Programa popular del momento. Unido a
estos manifiestos, está un poema titulado Mensaje de ultratumba de Andrés Eloy
Blanco, que en uno de sus versos le dice al Dictador: “Le robaste la palabra, la libertad de elección, las cuerdas de su
guitarra y su orgullo de varón.” Las condiciones objetivas y subjetivas
estaban dadas, pero se siguió esperando, tan igual que ahora, el asalto al
cielo.
La dictadura ya no le era útil a los EE.UU. El funcionalismo gringo,
bajo la teoría del péndulo, de la tiranía empezó a apoyar las democracias
formales, como una forma más sofisticada de la dictadura del capital. Bajo esta
apariencia, una oligarquía político-patronal tutela a los partidos políticos,
en un bloque de poder bipartidista, tan igual a USA. Sobre el resto funcionaría
la cooptación sindical, un movimiento agrario tutelado, unas Fuerzas Armadas
adiestradas bajo la conducción de la
Escuela de las Américas, todo ello muy parecido a una
sociedad de cómplices. La cultura de la corrupción arropó a todo el
funcionariato servil, avalada por intelectuales inofensivos, a la sombra del
populismo. Fue otra dictadura que duró 40 años, cuyo fin último representaba la
creación de un país dependiente y neocolonial.
Betancourt gana las elecciones en el país, excepto en Caracas y los
estados centrales. En recuerdo del aislamiento de la Comuna de París, Gustavo
Machado llama a la calma y al reconocimiento de las instituciones democráticas.
Ya su partido había apoyado electoralmente a Wolfgang Larrazábal, aún cuando
éste se había declarado públicamente anticomunista. Rómulo, por su parte, busca
aislar y segregar a los comunistas, con lo que empieza a fraguarse un cambio en
la política mantenida por el PCV. Se inicia el período de la llamada lucha
armada; en ello también influye el efecto que tenía sobre la izquierda el
triunfo de la revolución cubana.
Una
buena parte de autores caracteriza el 23 de enero como una revolución burguesa.
Situación discutible por cuanto, si bien la burguesía tomó el control del
Estado, no llevó a cabo la democratización de la tierra, tan necesaria para
dotarse de materia prima diversificada para sus industrias. Esto, si hubiera
sido una burguesía industrial que de verdad necesitara tales insumos, pero como
nuestro proceso de industrialización estuvo basado en la sustitución de
importaciones, cuyo esfuerzo final “nacional” no era más que el ensamblaje de
piezas, es decir, una falsa industrialización, poco necesitó de una real
Reforma Agraria. Al contrario de esta necesidad histórica, se apuntaló el
latifundio monoproductor, se firmaron tratados desventajosos de intercambio
comercial desigual que conllevaros a sucesivas quiebras la poca burguesía productiva
que se había gestado.
En
todo caso, no sería la primera vez que la burguesía tomara el control del
Estado. Ya bajo la Revolución
Restauradora , los banqueros Manuel Antonio Matos, José
Antonio Velutini, entre otros, comprarían las acreencias de la deuda externa,
asiéndose del control del Estado e influenciando decididamente los gobiernos de
Castro y Gómez, empezando por la entrega de recursos como el asfalto que pasó a
manos de los Estados Unidos.
Este
breve balance nos ilustra que cualquier etapa que se considere superada no es
mas que un proceso donde lo inconcluso domina sobre lo pendiente y lo por
hacer. Y vendría la pregunta obligada: ¿Será que ahora, con todo el saldo
acumulado victorioso, tampoco daremos el salto cualitativo?
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