sábado, 29 de septiembre de 2012


País mediocre


La oposición promete porque exige un país mediocre, en que todo se depare, si se depara, de a poquito, sin brillo, tenue, delgado, sin incomodar a nadie, sobre todo al Imperio. Pisar pasito y pedir permiso para todo, no tener iniciativas, o sea, una colonia.
No lanzar satélites, por ejemplo. Eso alarma porque expresa la conquista autónoma de tecnología, porque declara soberanía. Lo mismo ocurre con el propósito de salvar el planeta para salvarnos. El mediocre dice que no tiene interés en salvar el planeta sino la poceta de la escuela de la esquina. El planeta que se joda. Como decía el tonto aquel: «Jajá, el lado tuyo del barco se está hundiendo». La poceta también, porque tampoco se ocupa de ella …ni de nada, cual vemos en Miranda.
Como la IV República, en que todo transcurría como en los pueblos tristes que cantó Otilio Galíndez por la voz de Lilia Vera:
En el fondo hay un santo de a medio peso, una vela que muere en aceite sucio. Más allá viene un perro que es puro hueso con ladridos del hambre que Dios le puso.
Es la vida que los imperios quieren para sus colonias, que no levanten vuelo y se mantengan chiquitas como un bonsái, al que podan las ramas y las raíces para que siga diminuto, encogido, tímido, asustadizo, mediocre en sus aspiraciones, que se conforme con un santo de a medio peso, que sobrelleve, como decía Cabrujas, la vida de a poquitico. Apenas una colonia muestra bríos de independencia vienen el golpe de Estado o la invasión que cortan sus ramas para que se mantenga miniatura, como el pie de las aristócratas chinas, que se encerraba en un vendaje cruel que lo deformaba y mantenía pequeño, para que no pudiese desplazarse sin asistencia. Era una práctica atroz, emblema de la opresión en que debía vivir la mujer, limitada, casera, laboriosa, sin iniciativas, sin libertad, o sea, como una colonia, o sea.
Es así como la oposición quiere que viva Venezuela, sin satélites, sin computadoras que no vengan del Norte, compradas al precio que nos pidan al capricho, nada de niños con Canaimitas gratis, nada de movernos con pies completos, a donde queramos, pendientes siempre de ese amo temperamental y paranoico que es el Imperio Yanqui, que apenas te descuidas y no te le arrastras como le place, te sacrifica como a Chapita, Pérez Jiménez, Batista, Noriega, Kennedy, el Sah de Irán, Huseín, Strauss-Kahn, Osama Ben Laden, ¡qué peligro, Capriles! Ten cuidado (http://j.mp/eZaOpt y http://j.mp/iTuyPT).
Lo vemos en los personajes que promueve el neoliberalismo, ¿has visto a Mario Monti, a Carmona, a Rajoy? Que no sé qué hace en esa partida desabrida la sensual Soraya Sáenz de Santamaría.
Es la vida que nos ofrecen: llena de pequeñas satisfacciones, si acaso no te sirven Perrarina o te rocían uranio empobrecido, para que te dé cáncer durante 4.700.000 años. El Imperio va avanzando como la Nada de La historia sin fin, de Michel Ende, acabando con países, Afganistán, Irak, Libia, ahora Siria y tienen una larga lista de espera, en la que Venezuela está entre las primeras casillas. La Nada había que combatirla mediante la imaginación, es decir, negándose a la mediocridad. Ya sabes.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com

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