jueves, 20 de octubre de 2011


Ecuador: Las agencias de inteligencia Estadounidenses contra Rafael Correa
Por: Nil Nikandrov-Strategic Culture Foundation- traducción Sergio R. Anacona 
Hace un año se perpetró  un atentado para derrocar al gobierno “populista” de Ecuador.  Pareciera como si una revuelta policial hubiese podido culminar con la muerte del Presidente Correa.  El mandatario pasó 9 horas asediado en un hospital en la capital, Quito, después que el alzamiento protagonizado por funcionarios policiales por problemas salariales, se tornó violento.  Los canales privados de televisión estuvieron informando sin parar desde el lugar, anticipando un resultado trágico.
Las circunstancias de la revuelta, sus metas y la participación del servicio secreto norteamericano aun son discutidas ampliamente en los medios de prensa.  Ciertas “evidencias” están siendo develadas para deliberadamente distorsionar la situación.  Los agentes que trabajan para la CIA y el Departamento de Estado están promoviendo la idea que Correa actuó a propósito cuando canceló los beneficios tradicionales y una bonificación para los funcionarios policiales.  También sostienen que una vez que la revuelta fue sometida, Correa tuvo la oportunidad de expulsar algunos oficiales y nombrar algunos nuevos, más leales, con el propósito de fortalecer su gobierno. 
El presidente Correa había estado regularmente recibiendo informes sobre los preparativos que se estaban realizando para un golpe de estado.  Como promotor de la integración de América del Sur sobre bases socialistas, como también de la creación de un bloque defensivo regional, Correa parece tan peligroso para Estados Unidos como su amigo y aliado Hugo Chávez.  La embajada norteamericana en Quito, y el consulado norteamericano en Guayaquil han estado trabajando hace bastante tiempo en la búsqueda entre los ecuatorianos de críticos de la gestión de Correa.  El servicio secreto norteamericano también tenía agentes infiltrados en las instituciones encargadas de aplicar las leyes en Ecuador.  En realidad la CIA, la USAID y algunas otras organizaciones cooperan con la embajada norteamericana e imponen controles sobre sus colegas en el país, cuyos funcionarios eran totalmente dependientes de los fondos norteamericanos.
Correa decidió poner fin a la hegemonía norteamericana sobre su país.  En el mes de febrero del 2009 dos ciudadanos norteamericanos, funcionarios de la embajada norteamericana en Quito, fueron declarados personae non grata.  Uno de ellos, Armando Astorga solía supervisar las instituciones anti-narcóticos en Ecuador.
El otro, Mark Sullivan, encabezaba la estación de la CIA y mantenía contactos con aquellos agentes secretos responsables de las cámaras de vigilancia, intervenciones telefónicas como también con la censura.  La parte norteamericana solicitaba a estas agencias espiar a los ciudadanos de origen ruso, chino o brasileños, como también a los visitantes provenientes de otras partes que figuraran en las listas norteamericanas de países “inamistosos” como ser Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Argentina.  A los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC se les hacía un estrecho seguimiento.  Washington gastó miles de millones de dólares (en vano) para conseguir cualquier evidencia que vinculara al gabinete de Correa con Al Qaeda.
Estados Unidos se molestó  profundamente al saber sobre el retiro de sus diplomáticos de Ecuador.  En breve emitió un comunicado acerca de la suspensión de algunos proyectos conjuntos iniciados anteriormente por los ministerios de defensa de los dos países.  La embajadora norteamericana en Ecuador, Heather Hodges, en sus informes describía al presidente Correa como una persona “emocionalmente inmadura” cuyas “medidas retaliatorias” son difíciles de predecir.  Hodges agregó que era muy posible que Correa suspendiera las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, lo cual, dijo ella, no sería lo más indicado.  Si se debilita la presencia de Estados Unidos en Ecuador, esto favorecería a los grandes rivales de Washington, es decir, Rusia y China, ya que estos dos países están colaborando activamente con Correa en los campos militar y energético.
Entre las más altas prioridades de Moscú y Beiyín, se halla el fortalecimiento de sus posiciones en Ecuador en la región del Pacífico.  De ahí por qué  Hodges sostuvo que Estados Unidos debía evitar sanciones más duras.  Sus advertencias fueron tomadas en cuenta y la embajada norteamericana intentó un nuevo enfoque para tratar de alcanzar sus metas en Ecuador.
Personalmente, la Sra. Hodges asistió a todas las reuniones cuando los departamentos de policía del Ecuador estaban recibiendo el equipamiento necesario de parte de Estados Unidos.  Se construyeron nuevas alcabalas  y campamentos militares ya que Washington estaba haciendo lo posible para demostrar su decisión de luchar contra el narcotráfico y las bandas guerrilleras en la frontera con Colombia.  Sin perjuicio de estas medidas, también mejoró la cooperación con los agentes secretos dentro del ejército y la policía.
Desde entonces Correa ha estado tratando de romper con esa dependencia del financiamiento de parte de Estados Unidos.  De este modo, en vez de enviar funcionarios a entrenarse a Fort Benning en el estado de Georgia, Correa recomienda los campos en Venezuela, Cuba o Brasil.  Correa también ordenó la revisión del comercio de armamentos con Estados Unidos, teniendo en cuenta la experiencia venezolana cuando el Pentágono rehusó suministrar al país los repuestos para los aviones norteamericanos de Venezuela.  En el mes de noviembre del 2008 el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov visitó Quito para firmar un acuerdo marco para la cooperación militar.  Ecuador entonces adquirió dos helicópteros Mi-1171E diseñados para el transporte de personal como también para combatir incendios forestales.
El Ministro de la Defensa ecuatoriano, Javier Ponce, confirmó que su país iba a firmar un contrato por 200 millones de dólares con Rusia (sujeto a la aprobación de un crédito de parte de Rusia) para la adquisición de más helicópteros y camiones.  Puntualizó también el embajador ruso en Ecuador, Yan Burlay, los dos países tienen todavía mayores oportunidades para la cooperación estratégica.
Después del escándalo desatado por las revelaciones de Wikileaks, las relaciones entre Ecuador y Estados Unidos se han exacerbado.  En uno de sus informes, la embajadora Heather Hodges dijo que el Presidente Correa no dio de baja a un general de policía aun sabiendo que este estaba comprometido en actos de corrupción.  Correa no pudo hacer caso omiso de semejante acusación.  En el mes de abril la Sra. Hodges fue invitada al Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador para que explicara lo que anteriormente había dicho en su informe.  El Ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, Ricardo Patiño, indicó que la Sra. Hodges “no pudo suministrar suficiente evidencia para probar sus señalamientos.”  Después de esto, se le pidió abandonar el país.  Comentando este problema, Correa dijo que “la Sra. Hodges jamás ha tratado bien a nuestro gobierno.  Aunque nuestras relaciones con Estados Unidos son ahora bastante estables, desgraciadamente algunos funcionarios norteamericanos espían a nuestra policía y tratan de acusarme de corrupción.”
Desde el mes de julio, la embajada norteamericana en Ecuador ha estado a cargo de Timothy Zúñiga-Brown.  Se trata de un graduado del Colegio Nacional de Guerra y anteriormente sirvió como Segundo Jefe de Misión en Nassau, Las Bahamas.
Antes de eso, el Sr. Zúñiga-Brown fue Jefe de Grupo en un Equipo de Reconstrucción Provincial asimilado en el sur de Bagdad en apoyo a la 4ª Brigada de la 1ª División de Infantería del ejército norteamericano.
En el mes de septiembre, se informó que el Departamento de Estado asignó como nuevo embajador en Ecuador a Adam E. Namm.  También graduado del Colegio Nacional de Guerra, trabajó como consejero de gerencia en Islamabad, Paquistán y encargado de recursos humanos en Bogotá, Colombia.
Puedo imaginarme a espías norteamericanos leyendo la obra de Philip Agee “Inside the Company” (Dentro de la Compañía).  Agee trabajó en la embajada norteamericana en Quito durante 1960-1963 y luego huyó a Cuba.  Su libro aporta el conocimiento sobre la CIA “de alguien que está adentro” y nos indica la enorme brecha que ahora existe entre la CIA de los años 60 y la CIA de los años 2000.  Mientras tanto, el número de agentes norteamericanos que viene a Ecuador sigue aumentando, lo cual asegura nuevos desafíos para el gobierno de Correa.
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