El elefante
bocarriba
Federico Ruiz Tirado
EL MUNDO NO SE
ACABA EL 6-D
Está claro que la oposición venezolana, fragmentada o
no, “primaveral y colorida” o no, tal o cual sea el escalafón que ocupa en su
disminuida vocería o la estatura que goza en el seno donde se cuece su
macilenta “crisis”, ha perdido toda
capacidad -y yo diría que hasta toda su
voluntad- de emitir un mensaje de significación a sus deprimidos
correligionarios e incluso a la Venezuela chavista y no chavista que se mueve
en la calle, la que sufre y resiste los embates de la inducida crisis
económica, o la que disciplinadamente,
de Oeste a Este de las ciudades, concurre en los puntos focales del
acaparamiento usurero para el bachaqueo orgánico, esa fuerza motriz del
suministro y reorganización de los bienes de consumo y de la multiplicación de
los quesos, los pollos, las toallas sanitarias, los pañales y el jabón, de la
cual la economía política no puede desengancharse ni con hechos ni a punto de
propaganda televisiva arquetípica de la publicidad comercial, de la compulsión
consumista, promotora del sálvese quien pueda.
Esta ausencia del mensaje opositor ha sido retocada por
una fanfarronería entre algunos de sus
actores y, quizás por eso mismo, por un conjunto de símbolos que debemos saber
leer: unos que son puros amagos, como los pucheros ridículos de María Corina
Machado y sus tintes demagógicos, estrambóticos;
otros, como los de Gómez Sigala, que así contengan metalenguajes o advertencias
acuñadas a las intenciones de la cúpula empresarial venezolana –ya puestas a
prueba- de tumbar al gobierno, son de una idiotez chusca; u otros, que le
regatean al entusiasmo perdido de Ramón Guillermo Aveledo, que se esfumó en sus
decrecidos hemisferios cerebrales o en los de sus sombríos inspiradores opusdéicos
apoltronados en la Conferencia Episcopal, a la espera de que Obama haga
efectivo el Decreto de Amenaza contra Venezuela.
Sin duda que
esa inercia para movilizar a quienes han votado tradicionalmente por Capriles y
sus asociados, le abre las compuertas a la abstención, a la ferocidad
fascistoide de la jauría lopecista y a otras muecas siniestras y a la, por qué
no decirlo, aunque ganemos el 6-D, a la perpetuación del bachaqueo como un
fenómeno articulado a la cultura nacional: no importa que sea sorteando un
monumento de basura ajena en el Este de Caracas u otras capitales del país, pero
ya es costumbre observar la concentración de gente, de motos, de vehículos de
lujo y gentes vestidas de domingo en lugares estratégicos de los grandes
supermercados o farmacias que, día a día, inauguran novísimos métodos para convertir
el bachaqueo en una fuerza avasallante, capaz de vulnerar los valores de solidaridad
que Hugo Chávez dejó sembrado en el colectivo nacional, sobre todo para
situaciones políticamente delicadas, de emergencias y crispaciones políticas,
Golpes de Estado y sabotajes, como ocurrió durante el paro petrolero y empresarial,
cuando la gente, de sus propios bienes domésticos fabricados con madera, los
sacó de sus viviendas para hacer brasas y comidas para compartir con los que hacían cola para obtener
gasolina. Esa solidaridad hoy día ya no existe, la presión ejercida atenta
contra ella, la precariedad criminal y la urgencia para satisfacer las
necesidades básicas del día a día, atacan las fortalezas del espíritu
socialista encarnado en la propuesta aceptada y refrendada en el proceso
constituyente, de refundar la República Bolivariana con el recurso petrolero no
como fin en sí mismo, sino como plataforma del poder popular soberano.
Lo sorprendente, más allá de este dato que a nosotros
nos debe lesionar la fibra chavista, como si el florete de un espadachín desconocido
nos rozara peligrosamente la piel. Lo sorprendente es que esta práctica ocurra
en pleno día, durante el desarrollo de la campaña electoral de la Asamblea
Nacional, manoseando mórbidamente la autoridad democrática en cuyo nombre llamamos
a votar colectivamente o aludiendo a veces sólo el universo chavista.
El escritor argentino David Estlund, que mucho ha
estudiado los fundamentos de las decisiones que encierra el acto del voto y de
las democracias legítimas, sostiene que éstas son concebidas desde la voluntad
mayoritaria o colectiva con la aspiración de hacer valer las leyes por parte de
quienes están o son sometidos a ellas y, al mismo tiempo, son principios
inseparables del hecho democrático.
Sé de muchas personas que no saben si sobrevivirán al 6-D,
sean chavistas o negadores conscientes de volver de la mano de una oposición
apátrida y obsesionada con los métodos golpistas y magnicidas, e incluso bachaqueros
de franela roja, que han emergido desde la vorágine creada por la guerra no
como extras de la películas sino como actores estelares en el elenco de nuestra
vida, de nuestra cotidianeidad.
Es un electorado huérfano, aunque el 6D no se acabe el
mundo. ¿Pero ese espectro tiene alguna
parentela con el que gravita en el
Peronismo argentino y pareciera dejar solo a Scioli y cuya voluntad se aleja
del neoliberalismo que transpira el lenguaje de Macri?
Me lo pregunto pese a la distancia geopolítica.
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