¿Cuál IMPERIO?
EUA no gana una guerra desde 1945, la Tormenta del Desierto, la única, la arruinó luego, hasta hoy. Debieran poner a sus cineastas a comandarlas.
Y encima para perderlas despilfarran países, Afganistán, Irak, Libia, Siria y ahora quieren ir contra Sudán del Sur. Venezuela está en la lista, dicho sea sin ánimo alarmista, pero, como dijo Andy Grove, el dueño de Intel, «solo los paranoicos sobreviven» (http://j.mp/1hNFf2x). Invaden, torturan, masacran, destruyen, dejan a los países devastados física y moralmente y después no asumen la menor responsabilidad. Que se jodan. Ahí tienes a Libia, que tuvo el mayor nivel de vida en el África. Los países demolidos tienen que invertir décadas y más décadas para recuperarse. Cuando los dejan. Por eso el Che decía que la revolución debe marchar uno o dos pasos delante del caos.
Este puede ser una fuerza positiva, creadora, innovadora, pero tiene el inconveniente de que no se puede controlar precisamente por su naturaleza embrollada, que puede terminar estallando en catástrofes como la que está causando el capitalismo neoliberal en Europa y las guerras provocadas y no dirigidas por el tándem Estados Unidos-Israel en el Medio Oriente. Digo no dirigidas porque obviamente ya los Estados Unidos no dirigen ni su propia vida, literalmente acribillada por loquitos armados con un fusiles de asalto, que hormiguean por doquier, arrullados por su industria armamentista y del espectáculo, también caotizadas, en disonancia estratégica, compitiendo en la producción del máximo horror posible, sin ética que las controle.
Desconfío radicalmente de los sermones morales, pero pasa que cuando una sociedad pierde noción de toda norma de acción se convierte en la baraúnda en que vivimos, en que una parte del electorado venezolano, por ejemplo, vota por candidatos que garantizan el caos de buhonería y delincuencia que fueron Sabana Grande y la Plaza Diego Ibarra, hasta que la Revolución Bolivariana las rescató. Hay comerciantes de Sabana Grande que fueron reducidos a almacén de buhonería hasta que pudieron recuperar su prosperidad gracias al rescate urbano ejecutado por Pdvsa La Estancia. Pues bien, esos comerciantes votaron por Ismael García, que tú me dirás qué garantiza Ismael García. O sea, votaron contra sí mismos en lo que podemos llamar cómodamente voto suicida.
Son los excrementos del Imperio. No las personas, que son lo único sagrado que hay, sino el desperdicio que el Imperio les ha inoculado en vena, hasta el punto de no retorno en que han caído, desmoñándose en el odio, sin saber a dónde van, como Homero Simpson, como los desechos humanos de que habla el camarada Papa (http://j.mp/J1rd1u). «Este mundo absurdo que no sabe adónde va», cantaba Cherry Navarro.
No rechazo el Imperio porque no me gusten sus principios sino precisamente porque no tiene principios, porque nos invita a burlarnos de la quinta proposición del Plan de la Patria: contribuir a la salvación del planeta. La oposición se ríe de eso. Nos invita a morir riendo, como si no estuviésemos muriendo.
El Imperio se está desbaratando, evitemos que se nos desplome encima (ver «EUA: ¿matón sin poder?» http://j.mp/1d1mCDx).
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