Violencia publicitaria
Periodista venezolano, Clodovaldo Hernández. (Foto: Archivo).
Cuando se analiza el tema de la influencia que tienen los medios de comunicaciónen la escalada de violencia criminal, hay un punto que no debería quedar sin discusión: la publicidad.
Regular y autorregular los contenidos informativos y recreativos de los medios ydejar la publicidad por la libre sería como enjaular a los doberman, amarrar a los pit bull y mantener libres a los rottweiler. Un peligroso absurdo.
La publicidad es un constructo social especialmente elaborado para influir en la gente. En lo específico, cada pieza publicitaria intenta inducir la compra de cierta mercancía, pero en el plano amplio, pretende imponer una visión del mundo en la que predominan valores (o antivalores, según se le vea) como el individualismo y la competencia feroz, y en cuyo núcleo están el dinero y el mercado.
Vista en su conjunto, la publicidad crea necesidades y genera la sensación de que todas las personas deben -y pueden- satisfacerlas, cosa absolutamente falsa. Las expectativas creadas y amargamente frustradas no pocas veces funcionan como detonantes de la violencia. No lo dice la politóloga Prodigio Pérez ni el simpático escuálido Latero Ilustrado, sino criminólogos e investigadores que han estudiado el tema a fondo, incluyendo algunos que ahora han convertido sus densos análisis en panfletos que atribuyen exclusivamente al régimen la culpa de que haya muchos atracos y homicidios.
Dirán los defensores de la publicidad que nadie ha visto una cuña en la que se incite abiertamente a la violencia. Argumentarán que las agencias se autorregulan e impiden que algún loquito difunda un mensaje del estilo: "Compra un arma marca Pumpum y encárgate de tus rivales". No, pero sí ocurre que la publicidad de cualquier producto inocente te diga -por ejemplo- que si no lo posees, tu masculinidad o tu femineidad está devaluada. No hace falta que el producto sea un potencial instrumento de muerte para que una pieza publicitaria aporte aguas turbulentas al mar de la violencia latente en la sociedad. Por ahí hay una marca dezapatos fashion que divide al mundo en presas y cazadores y nos emplaza a decidir en qué lado ponernos.
Los mensajes publicitarios son repetitivos y omnipresentes. Te asaltan (como cualquier delincuente) en el lugar menos esperado. En la TV, para que no te escapes ni cuando vas al baño, a las cuñas les suben el volumen hasta la estridencia. Lapublicidad está en la prensa, en Internet, en la radio, en los campos deportivos y en las autopistas, presta a encañonarte en plena cola. Y cuando se les está exigiendo responsabilidad a todos los factores respecto a la violencia criminal, la publicidad huye hábilmente, cual malandro que acaba de robarse un iPad.
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