La CELAC en el combate profundo a la pobreza
Vie, 24/01/2014 -
CUBA, 24 de enero de 2014.- La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se aboca a su II Cumbre, prevista para los días 28 y 29 de enero, en La Habana, después de un año en funciones bajo la presidencia pro témpore de Cuba, con énfasis en el combate a la pobreza, el hambre y la desigualdad.
Tras su fundación en Caracas, a principios de diciembre de 2011, la institución emprendió una agenda implicante de proyectos en pro del desarrollo sustentable y la promoción de inversiones de aliento social y ambiental. Esto sucedió durante la presidencia pro témpore inicial de Chile, en el primer año de vida (2012).
El tema central que ocupará buena parte del tiempo en la capital cubana, desarrollado en 2013, fue anunciado desde el momento en que el presidente chileno, Sebastián Piñera, entregara el cargo a su par cubano, Raúl Castro, en la primera Cumbre, realizada en enero de ese propio año en Santiago de Chile.
Es muy reconfortante que una organización de vocación unitaria, integracionista y solidaria no se haya dejado para luego el abordaje de un problema tan crucial en esa área geográfica, proclamada en repetidas ocasiones por organismos competentes como la más desigual del planeta.
La pobreza y sus hijas, el hambre y la inequidad, siguen siendo un tríptico fatal presente en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe.
Castigan a la región, a pesar de los avances registrados en su reducción, reconocidos incluso por la ONU en los últimos años, en especial en un informe emitido en julio último.
Con alrededor de 570 millones de habitantes, en el área geográfica se ha avanzado más que en ninguna otra zona en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuyos resultados revisará la ONU en 2015.
Pero la institución internacional cita que a pesar de los adelantos todavía un ocho por ciento de la población en América Latina y el 18 por ciento del Caribe sufre desnutrición y todavía es grave la situación de la mortalidad materna, otra consecuencia de la miseria y la exclusión social.
Pero preocupa a gobernantes responsables y comprometidos con sus pueblos que la brecha entre ricos y pobres siga siendo tan escandalosa en algunos lugares.
También, el destino de los nacidos en los núcleos de pobreza dura o extrema, con una condición de la cual es casi imposible salir sin la ayuda institucional o sin la voluntad política de los dirigentes.
Nunca está de más subrayar que en la lucha contra esos flagelos y en los resultados alentadores ha sido determinante el cumplimiento de programas sociales impulsados por gobiernos progresistas del área, que han promovido el desarrollo sustentable, con empeño especial en la producción agrícola y de alimentos.
La seguridad alimentaria deviene piedra angular para el desarrollo y la reducción de la pobreza y el hambre.
También la implementación de programas sanitarios que empezaron a llegar a sectores más amplios de la población, los más necesitados, y el despliegue de campañas como la de alfabetización, instrucción y otros proyectos educativos, de seguridad social y en campos más amplios, siempre en pro de la justicia social.
Lo visto en esa materia en los últimos años en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y en Brasil, más recientemente, son ejemplos elocuentes de lo antes tratado.
Además, la ayuda solidaria prestada al pueblo hermano de Haití, víctima de una catástrofe natural en 2010, agudizada por la pobreza extrema, sirve de inspiración a la práctica solidaria que el bloque está empeñado en ofrecer, ya como institución. Un camino ya iniciado y por perfeccionar.
Pero, linealmente, la pobreza reproduce pobreza y los gobernantes de los 33 países afiliados a la CELAC lo saben.
Por eso es el empeño de ir más allá de los programas sociales y propiciar el cambio estructural necesario para que las naciones accedan al desarrollo económico y social sustentable, que no siga dañando las cuantiosas riquezas forestales y naturales en general.
De ahí, la importancia de la voluntad política para la concertación en este formidable mosaico de naciones tan rico y diverso en lo político, económico, biológico y cultural.
Un mundo donde las desigualdades y asimetrías son observables no sólo al interior de las fronteras nacionales, sino sino en la comparación de unos países con otros.
Paradójicamente, y por suerte, es donde también existen enormes riquezas y un potencial natural y humano, todavía por desplegar.
Ello está entre los retos de la CELAC.
Vie, 24/01/2014 -
CUBA, 24 de enero de 2014.- La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se aboca a su II Cumbre, prevista para los días 28 y 29 de enero, en La Habana, después de un año en funciones bajo la presidencia pro témpore de Cuba, con énfasis en el combate a la pobreza, el hambre y la desigualdad.
Tras su fundación en Caracas, a principios de diciembre de 2011, la institución emprendió una agenda implicante de proyectos en pro del desarrollo sustentable y la promoción de inversiones de aliento social y ambiental. Esto sucedió durante la presidencia pro témpore inicial de Chile, en el primer año de vida (2012).
El tema central que ocupará buena parte del tiempo en la capital cubana, desarrollado en 2013, fue anunciado desde el momento en que el presidente chileno, Sebastián Piñera, entregara el cargo a su par cubano, Raúl Castro, en la primera Cumbre, realizada en enero de ese propio año en Santiago de Chile.
Es muy reconfortante que una organización de vocación unitaria, integracionista y solidaria no se haya dejado para luego el abordaje de un problema tan crucial en esa área geográfica, proclamada en repetidas ocasiones por organismos competentes como la más desigual del planeta.
La pobreza y sus hijas, el hambre y la inequidad, siguen siendo un tríptico fatal presente en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe.
Castigan a la región, a pesar de los avances registrados en su reducción, reconocidos incluso por la ONU en los últimos años, en especial en un informe emitido en julio último.
Con alrededor de 570 millones de habitantes, en el área geográfica se ha avanzado más que en ninguna otra zona en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuyos resultados revisará la ONU en 2015.
Pero la institución internacional cita que a pesar de los adelantos todavía un ocho por ciento de la población en América Latina y el 18 por ciento del Caribe sufre desnutrición y todavía es grave la situación de la mortalidad materna, otra consecuencia de la miseria y la exclusión social.
Pero preocupa a gobernantes responsables y comprometidos con sus pueblos que la brecha entre ricos y pobres siga siendo tan escandalosa en algunos lugares.
También, el destino de los nacidos en los núcleos de pobreza dura o extrema, con una condición de la cual es casi imposible salir sin la ayuda institucional o sin la voluntad política de los dirigentes.
Nunca está de más subrayar que en la lucha contra esos flagelos y en los resultados alentadores ha sido determinante el cumplimiento de programas sociales impulsados por gobiernos progresistas del área, que han promovido el desarrollo sustentable, con empeño especial en la producción agrícola y de alimentos.
La seguridad alimentaria deviene piedra angular para el desarrollo y la reducción de la pobreza y el hambre.
También la implementación de programas sanitarios que empezaron a llegar a sectores más amplios de la población, los más necesitados, y el despliegue de campañas como la de alfabetización, instrucción y otros proyectos educativos, de seguridad social y en campos más amplios, siempre en pro de la justicia social.
Lo visto en esa materia en los últimos años en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y en Brasil, más recientemente, son ejemplos elocuentes de lo antes tratado.
Además, la ayuda solidaria prestada al pueblo hermano de Haití, víctima de una catástrofe natural en 2010, agudizada por la pobreza extrema, sirve de inspiración a la práctica solidaria que el bloque está empeñado en ofrecer, ya como institución. Un camino ya iniciado y por perfeccionar.
Pero, linealmente, la pobreza reproduce pobreza y los gobernantes de los 33 países afiliados a la CELAC lo saben.
Por eso es el empeño de ir más allá de los programas sociales y propiciar el cambio estructural necesario para que las naciones accedan al desarrollo económico y social sustentable, que no siga dañando las cuantiosas riquezas forestales y naturales en general.
De ahí, la importancia de la voluntad política para la concertación en este formidable mosaico de naciones tan rico y diverso en lo político, económico, biológico y cultural.
Un mundo donde las desigualdades y asimetrías son observables no sólo al interior de las fronteras nacionales, sino sino en la comparación de unos países con otros.
Paradójicamente, y por suerte, es donde también existen enormes riquezas y un potencial natural y humano, todavía por desplegar.
Ello está entre los retos de la CELAC.
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