jueves, 3 de octubre de 2013

Chávez, el amigo imprescindible


Por Marcos Alfonso
Quisiera tener el don de inventar palabras, pero al menos me atrevo a emplear una del idioma de todos los latinoamericanos: inenarrable.
El sábado último, apenas terminada la ceremonia del Cañonazo de las nueve, como se le conoce, en La Cabaña aconteció este hecho noticioso: Hugo Rafael Chávez Frías, hizo su viajecito hasta La Habana.
Acontecía el suceso de cada 28, desde julio último, día de su cumpleaños. Al amparo del calor de este septiembre inusual, el mejor amigo de Cuba fue y vino hasta esta, su otra patria; y allí lo sentimos con el mayor de los estremecimientos.
Esta vez el suceso, a cargo de la Unión de Jóvenes Comunistas, anduvo por sitios inimaginables: desde la selva venezolana hasta un nutrido estadio de béisbol.
Poeta de la imagen, pero sobre todo de alma y corazón, el camarógrafo y documentalista Robert Chile, abrió su pecho y descargó anécdotas, vivencias, sentimientos, de quien, desde el otro lado de la escena, tuvo el privilegio “por azar o vaya usted a saber” de acompañar más de dos décadas al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel, en sus quehaceres.
Chávez fue el leit motiv. La entrañable amistad entre esos dos indiscutibles líderes mundiales, vista a través del lente de la cámara de Chile.
“Eran dos hermanos, amigos… a veces como si fueran dos jóvenes cargados de travesuras. Así se manifestaba el entrañable apego entre estos hombres quienes trascendieron su tiempo”.
El camarógrafo, cargado de vivencias, no pudo retener emociones. En La Cabaña, frente a nutrido auditorio, con verbo obrero, desbocó las emociones de la infinidad de planos filmados tanto en Cuba como en Venezuela y otros foros internacionales a donde concurrieron los amigos.
Rememoró la visita que hicieran, en ocasión de una reunión de MERCOSUR, a la casa del Che en Argentina. Las viajes a los sitios humildes de la patria de Simón Bolívar y su intercambio con el pueblo. La toma de posesión de Hugo Rafael en su primer mandato presidencial, o las venidas del líder bolivariano a Cuba.
“Cómo olvidar las veces que, con el mayor desenfado, Chávez se ponía a cantar o a recitar poemas… hasta en cierta ocasión en la cual Fidel, al usar de la palabra en Venezuela, se extendió con su proverbial locuacidad y su amigo le tiraba piedrecitas para que no olvidara otros compromisos por venir. Eran dos hermanos como pocos”.
Roberto Chile también fue audaz e hizo el comentario del famoso tope de béisbol entre los veteranos de Venezuela y Cuba, y cómo Fidel, a hurtadillas, enmascaró a varios peloteros de la Isla en activo, y así jugarle su broma a Chávez. A la modesta tribuna subieron Juan Padilla y Javier Méndez, y narraron las peripecias de aquella guasa.
Mientras transcurría la singular narración, imágenes del devenir de ambos mandatarios corrían por la gigantesca pantalla allí instalada. La noche sabatina transcurrió entre memorias y vivencias de quien fue “el mejor amigo que tuvo el pueblo cubano”, al decir de Fidel.
No faltaron las llaneras ni el canto a la amistad sempiterna. Tampoco la presencia de escoltas, quienes cargaron el enorme fardo en el cuidado de uno y otro amigo.
Durante el diálogo, hubo silencios, risas, aplausos, y hasta lágrimas. En fin, “fue una noche memorable, de esas pocas en que se le llama al líder de la República Bolivariana, como él quería, amigo Hugo; y al Comandante en Jefe de la Revolución cubana, como lo nombra el pueblo: sencillamente Fidel.
Cito a Hugo Rafael cuando expresó: “Bolívar ha regresado definitivamente en el amor del pueblo y vive, como fuego sagrado, en él”.
Eso hiciste esta noche de 28 de septiembre, Chávez, te diste un saltito hasta La Cabaña, y nos regalaste un poco de tu presencia que a los cubanos se nos ha vuelto imprescindible. Los amigos verdaderos no se van, se quedan. Así eres tú, nuestro Arañero.

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