CUENTOS DE MI PUEBLO V.
Dedicado a Chulía Vásquez
A nuestros pueblos y caseríos que están ubicados en la cordillera andina, los embellece su paisaje, su clima fresco, su hermosa vegetación pero sobre todo, les enaltece el gentilicio el don de gente de sus pobladores, su cultura y su amplia solidaridad para quien los visita. Uno no se ha terminado de sentar a hacer la visita cuando ya le están ofreciendo un cafecito o un dulcito, o te ofrecen excusa si no tienen nada preparado. Esta cultura es generalizada en casi todos los hogares y son hábitos heredados de nuestros abuelos, ancestrales. Las nuevas generaciones deberíamos cuidar este don, esta cultura y transmitirla a nuestos hijos y nietos, aparte de cuidar la fauna y el ambiente para que la belleza de nuestros caseríos y pueblos se mantenga a través del tiempo.
Quizás por estas características fue que la guerrilla logró conseguir una amplia solidaridad, casi automática, por la mayoría de los habitantes de esta zona. Para ellos no importaba la ideología política o religiosa que estos muchachos profesaran, lo hacían más por una cuestión de humanidad.
Ellos, que desde niños, han convivido alrededor de estas montañas y conocen mejor que nadie los peligros y dificultades que se consiguen cuando uno se interna en la espesura de esta impresionante vegetación, veían con asombro y admiración que unos muchachos citadinos y universitarios en su mayoría, decidiesen internarse en estas frías montañas a luchar por unos ideales que muchos de ellos desconocían, pero admiraban la osadía y el valor de estos jóvenes que, abandonando todas las comodidades que representa la vida de la ciudad, habían tomado la difícil decisión de su vida de ir a luchar en estos parajes inhóspitos, donde la sobrevivencia era muy difícil por cuestiones de la misma naturaleza y a esto se unía el fuerte cerco y asedio que los militares hicieron por todos estos caseríos de las zonas montañosas.
Es tan arraigado el hábito de la solidaridad en la masa campesina de estos pueblos, que la mayoría de ellos, sin conocer nada de lo que era revolución o luchas sociales, desafiaban los cercos militares para que a los guerrilleros les llegaran las sardinas, zapatos, medicinas, entre otras cosas. Muchos de ellos, por estas acciones nobles de solidaridad, fueron capturados, horriblemente torturados y fusilados y sus casas allanadas y destruídas. Fue una tragedia y un estado de guerra que se generalizó en esta zona, donde el sufrimiento, la angustia y el terror, se apoderó de la gente. Era difícil sobrevivir a esta situación y no había familia que de alguna manera no tuviese algún miembro preso, torturado o desaparecido. El terror se apoderó de la población y se vivieron momentos indescriptibles de desesperación.
Nosotros vivimos estos trágicos momentos y somos sobrevivientes de esta difícil situación que se presentó en esa época y hoy, fríamente, cuando escribo estas líneas sin importar quién tuviese la razón en esos momentos, jamás desearía que estos hechos se repitiesen en nuestros pueblos. La intolerancia política no debería llegar a estos extremos porque la única razón válida que tienen nuestros países es la PAZ.
Existen muchos cuentos y relatos sobre estos acontecimientos que sucedieron en nuestro pueblo y uno de ellos es el que describo a continuación: el 13 de diciembre de 1964 cae, mortalmente herido, Argimiro Gabaldón, "Comandante Carache", y "Chulía" Vásquez, que tenía como una semana de haber bajado de su hacienda ubicada en el caserío El Coco, se dedicó a beber todos los días y a llorar la muerte de Argimiro, a quien admiraba y de quien era fiel colaborador. Resulta que, en casa de mi tío Ramón Vásquez se celebraba una fiesta de Navidad y entre los invitados se encontraba el Prefecto del pueblo, de apellido Menéndez, funcionario del gobierno nacional de aquél entonces. De repente se presenta "Chulía" en la fiesta y al ver a Menéndez se avalanza sobre éste para golpearlo, a la vez que lo tildaba de sapo y asesino, dándole vivas a la guerrilla y a Argimiro Gabaldón. Todos intervinimos para detener a Chulía, quien tenía la fuerza de un toro, para que no golpeara a Menéndez, pero en ese preciso momento entra uno de sus guardaespaldas trayendo la noticia de que los guerrilleros habían tomado Villanueva. La trifulca se paralizó y Menéndez, al retirarse de la fiesta amenaza con joder a Chulía cuando regrese de Villanueva, marchándose de inmediato para allá en la patrulla que lo esperaba afuera. Eran aproximadamente, las 5 de la mañana.
Cuando Menéndez llega a Villanueva ya los guerrilleros iban en retirada y éste, en medio de su borrachera, sale a perseguirlos y en el enfrentamiento, muy cerca del río, muere, atravesado por una bala que le entró por un hombro y le salió por el otro.
A nosotros como familia nos convenía la muerte de Menéndez porque sabíamos que al regresar éste de Villanueva tomaría represalías en contra de Chulía. Cuatro meses después, en abril de 1965, "Chulía" Vásquez es capturado en su finca de El Coco por el teniente Veneno (Mario González Díaz) y luego de pasearlo en helicóptero por Guarico y Villanueva, fue lanzado aún vivo en alguna de aquellas montañas, lo cual era práctica muy usual de la época.
Este relato fue tomado de mi libro inédito: "El final de la guerrilla en Villanueva"
Rafael Vásquez
Rafael Vásquez
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