Oligarquía sin fines de lucro
La godarria no tiene fines de lucro. Si los tuviese seríamos ya una potencia desde el comienzo de la República. Le tocó un territorio con recursos naturales que pida usted por esa boquita; ubicación geográfica privilegiada; clase obrera en paz; gerencia formada por la educación pública, a menudo con posgrados financiados en el exterior; bienes de capital que cuando no son baratos son gratis de parte de un Estado que ha ido más allá, pues varias veces ha asumido sus deudas.
Y nada. Desde cuando dormía en camacuna vengo oyéndolos machacar que no-hay-estímulos-para-invertir.
Aprovecharé que no soy economista, y mucho menos Chicago boy, para constatar que las burguesías europea, asiática y gringa invertían en plena Primera y Segunda Guerras Mundiales. ¿Había estímulos en aquellas civilizadísimas degollinas y destrucción masiva de infraestructuras? Parece que sí. Es más, me han asegurado que en el capitalismo de verdad la guerra suele ser un incentivo para pingües negocios.
Y en la Guerra Fría había amenaza nuclear, es decir, de un Gran Borrón Sin Cuenta Nueva, en la que solo perdurarían las cucarachas. Y esas burguesías invertían en medio de la Destrucción Mutuamente Asegurada, lo que en inglés llaman brinkmanship, o sea, vivir en el bordecito del Apocalipsis. Pero los mantuanos parasitarios latinoamericanos vivían en un llantén que partía el alma. No ambicionan lucro, solo poder.
¿Qué hace esa godarria inepta? En primer lugar vende la patria. Barata. Promueve dictadores ignaros y brutales, como Juan Vicente Gómez, como el caricaturesco Marcos Pérez Jiménez, como el dominicano generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, Chapita para los íntimos, ridículo y sanguinario como la oligarquía que lo promovió. A través de esos forajidos persigue, encarcela, tortura, asesina, desaparece. Desaparecer personas es tortura refinadísima, pues no solo sufre la persona borrada sino sus deudos, que pasan el resto de sus vidas buscando unos restos a los que al menos llevar una ofrenda. No sé si hay tortura peor que no saber qué fue de un ser querido, qué le hicieron, qué sufrió, cómo lo torturaron, cómo lo mataron y ni siquiera si lo mataron, porque la esperanza tenaz de hallarlo vivo es aliada de la tortura. Eso hacen estos feudales. Pero son aún más perversos, pues acusan a los gobiernos populares de hacer todo eso justamente. Para saber qué hacen revisa las acusaciones que endilgan a cual-quier gobierno decente.
Nunca hubo en Venezuela más libertad y respeto al ser humano como en estos 14 años, pero la godarria vocifera sin censura, por sus medios y sus cagatintas, que gemimos bajo la más feroz dictadura. Es ignominioso, pero para que más lo sea, lo repiten y repiten con un desparpajo que abisma y repugna.
No importa, me parece, pues solo engañan a quienes se quieren engañar, a quienes su autodesprecio radical lleva a consumir mentiras como sedante altamente adictivo.
Es además de una mediocridad rabiosa que le impide conceder a sus países el derecho a aspirar a nada grande. Quiere países cretinos como ella.
Por eso hay que derrotarla minuto a minuto.
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