Las ruedas bien
puestas
Por:
Roberto Hernández Montoya
Asistimos
a una suerte de ruptura de pactos de convivencia entre peatones, motorizados,
transporte público y vehículos privados.
Maryclen
Stelling, Anomia sobre ruedas, http://www.aporrea.org/actualidad/a155590.html.
Lo
dije hace meses cuando presencié una de tantas tragedias cotidianas:
«Motorizado no pierde choque; lo que pierde es la vida»
(http://www.aporrea.org/actualidad/a131724.html).
Son
catástrofes paradójicamente triviales. Basta asistir a las emergencias médicas.
Mueren, pero otros quedan mutilados, malogrados. Para siempre. Jóvenes. Imagina
el descalabro físico, emocional, moral, laboral, familiar, en fin, no hay
límites para los ámbitos en que esta tragedia puede obrar. Como toda tragedia,
que todo lo trastorna y desgarra en fragmentos de número impredecible y raras
veces calculable. Todo por una carrerita mal dada.
Una
catástrofe es una discontinuidad en un proceso continuo: el copo de nieve que
precipita la avalancha, el primer dominó que cae, la quiebra de un pequeño
banco que dispara un crack financiero, un alza en el transporte de Guarenas que
desencadena el Caracazo… Más proverbialmente: tanto va el cántaro al agua hasta
que por fin se rompe. No hacen falta muchos accidentes para la tragedia: basta
uno solo para ganarse una parálisis definitiva o morir con la familia, porque
llevan bebés en esas motos: padre, madre y a veces más de una criatura.
Los
motorizados que solemos ver andan digamos que normalmente: no se suben a las
aceras, no cabriolean entre los autos, no se «comen la luz o la flecha». Son en
su mayoría trabajadores eficientes y honestos. Pero hay un sector, cuya
proporción es difícil precisar, que actúa de otro modo: casi todos varones,
cometen las infracciones mencionadas y además atracan, agreden, amenazan, matan
y se matan.
Un
análisis físico y neurológico de la competencia humana para andar en moto seguramente
revelará fórmulas matemáticas y procesos neurales prodigiosos. Eso manteniendo
el equilibrio en una marcha serena y uniforme, ahora imagina lo que será en las
cabriolas espeluznantes que vemos a diario por los lugares más peligrosos,
especialmente autopistas.
Un
motorizado digamos que normal sobrevive a los peores accidentes segundo a
segundo. Cuantimás un kamikaze de los que pueblan autopistas, emergencias
hospitalarias y cementerios.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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