¡Cómo
duele Chávez!
Por:
Alberto Morán
Es
mucha la obra que en beneficio de la gran mayoría de los venezolanos ha hecho
el presidente Hugo Chávez para que la gente lo quiera, lo ame, y se desborde en
lágrimas al verlo padeciendo de uno de los peores males de la humanidad como es
el cáncer. Eso lo reconoce la población entera, lo reconoce hasta la oposición
aunque no lo diga en público.
Ha
de llegar el día en que de manera objetiva –sin apasionamientos personales ni
sesgos ni orgullo ni radicalizaciones políticas-, se compare pelo a pelo el
gobierno del máximo líder de la revolución bolivariana con los que presidieron
el Pacto de Punto Fijo y ya verán. De Chávez se ocupará el tiempo y la historia
se encargará de consagrarlo.
Pero
ahora no quiero referirme a misiones, obras de infraestructuras, toda esa
gestión tangible que está a la vista de quien la quiera ver, sino ir a otro
aspecto de su vida, porque ese amor al comandante va más allá de lo material;
Chávez trascendió y trascendió de tal manera que se metió y se quedó en lo más
profundo de la esencia de las personas.
Chávez
a primera hora de la mañana se toma un café negro con uno, apenas nos
levantamos y nos cepillamos los dientes. Chávez comparte con uno la hora del
desayuno, del almuerzo, la cena, sentado en cualquier esquina de la mesa
tomándose una cucharada de sopa o mordiendo una arepa rellena con pisillo de
chigüire.
Chávez
ocupa el otro lado del asiento durante el viaje en autobús, en el metro o en el
carrito por puesto todos los días.
Chávez,
aunque no toma, nos ayuda a cargar una caja de cerveza del depósito de licores
a la casa los fines de semana. O se “echa un palo” a pico de botella de la
carterita que uno de los bebedores saca del bolsillo trasero del pantalón.
Chávez
participa en la tertulia de la familia reunida diciendo que las mejores
hallacas son las que cocinan en Sabaneta de Barinas. Y que no hay dulce de
lechosa como el que hacía su abuela Rosa Inés.
Chávez
integra el grupo de amigos que como si fuesen grandes bailarines se lanzan a la
pista de baile a “matar cucarachas” sin ningún rubor. Chávez acompaña al amigo
con un micrófono a cantar sin siquiera sonrojarse. Chávez va con nosotros
acelerados o entonados –tal como decimos cuando tenemos algunos tragos de licor
encima- a interpretar “Fiesta en Elorza” o a vocalizar un estridente falsete en
alguna ranchera de Vicente Fernández.
Chávez
nos arenga en la navidad y nos anima a lanzar luces de bengala para hacer el
momento más alegre y colorido. Chávez vive con uno el cañonazo, el abrazo de
Año Nuevo. Es la esperanza, el futuro.
Chávez
se encuentra entre la novia y el novio molesto porque el beso que le pertenecía
ella se lo lanzó al comandante. Chávez se mete debajo de la sábana con el
matrimonio cuando el viejito cansado de esperar, da la vuelta y se pone de
espaldas en vista de que la viejita no le quita la atención a su Presidente y
viceversa. Chávez atiza la discusión en familias a prueba de amor, donde los
hermanos, hermanas, padres e hijos se quieren por encima de las diferencias
políticas.
Chávez
pervive en el ambulatorio de Bario Adentro, en el CDI del sector, en los
hospitales, ayudándonos a cargar a los niños enfermos. Chávez nos rescata de la
orilla de cualquier cañada. Chávez hace la cola con la ancianita o el ancianito
que va a cobrar la pensión. Chávez lleva en silla de ruedas al discapacitado.
Chávez
nos acompaña en la carretera, en la Machiques-Colón , en la Falcón-Zulia , en la Lara-Zulia viendo el
monte de la vía; los hombres a caballo gritando, cantando y arreando el ganado
como en el llano.
Chávez
está con los niños en las escuelas bolivarianas tomando la merienda. Chávez
está entre el polero y el pequeño comprando un polo. Chávez está con la mujer
preñada. Chávez está con el adolescente a quien se le comienza a quebrar la
voz. Chávez está con la adolescente que ve con gran expectativa crecer su
busto. Chávez está con el joven que conquista a una mujer bonita con “arañas”
de lechosa. Chávez está con el chamo que pretende a una muchacha cantándole la
canción que en ese momento se le viene a la mente.
Chávez
hace vida en la iglesia de monaguillo y tocando duro las campanas. Chávez se
encuentra con el muchacho comprando en el abasto y con el dueño del abasto.
Chávez
llena el espacio y el tiempo de las mujeres solteras esperando al hombre bonito
y con mucha plata. Chávez camina al lado del hombre solitario, errante, que
anda a la “caza” de las hembras buenas.
Chávez
juega beisbol, fútbol, baloncesto, es corredor de autos, gimnasta, practica
esgrima, boxea. Chávez juega metras, trompo y eleva volantines.
Chávez
se mete entre dos señoras haciéndose el secado y el estilista o la estilista
que les remoja las uñas para el manicure y pedicure. Chávez interviene al otro
lado del teléfono o del celular.
Chávez
transita con nosotros por la radio, la televisión, los periódicos. Chávez
participa en la conversación del día a día del mecánico, el carpintero, el
herrero, el albañil, el buhonero, el obrero, el taxista, el policía, el
bombero, los militares. Chávez permanece con el profesional o la profesional
cargada de sueños. Chávez insiste con el comerciante o la comerciante e
industrial.
Chávez
forma parte del grupo de vecinos contando chistes y recordando la vez que en
una noche oscura navegaba por el Río Arauca en una lancha militar, cuando estuvo
a punto de chocar con “El Patrullero”, un caimán cuya edad se desconoce y,
según sus cálculos, mide 40
metros de largo.
Chávez
ocupó y ocupa el espacio de numerosas noches en vela. Chávez cubre el vacío de
muchas mentes solitarias en los momentos absortos. Chávez nos ve desde los
satélites Miranda y Bolívar.
Chávez
le dio sentido al término política, que siempre retumbó en la mente del pueblo
como una palabra hueca, símbolo de un grupito de oligarcas que le chupaban la
sangre al país.
Chávez
está en la vida, Chávez es vida, Chávez es corazón de pueblo, Chávez es el
corazón de nosotros mismos.
Chávez,
Chávez, Chávez. ¡Cómo duele Chávez!
albemor60@hotmail.com
@AlberMoran
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