Las guerras de antes, las guerras que vienen
Por José Roberto Duque
Una amplia y galvanizada cultura cinematográfica suele empujarnos desde la juventud a otorgarle a la violencia, al excesivo dramatismo y a los desafueros varios el carácter de ingredientes vitales para construir una imagen respetable. Mediante un interesante mecanismo sobre el que valdría la pena profundizar, todo lo anterior se asocia automáticamente con el concepto “valentía”. Valiente: hombre de pelo en pecho que se cae a golpes con cualquiera, va siempre adelante, no tiene miedo o cuando lo siente lo disimula muy bien.
No sólo el cine ha ayudado a consolidar esa figura; el heroísmo nos vino antes por la literatura y la tradición oral, y seguramente sus códigos vienen paralelos a la idea de machismo y virilidad: hay mujeres tan arrechas que parecen machos.
Cuando uno traslada ese síndrome a la interpretación de la Historia comienzan a torcerse también algunos conceptos, percepciones y aspiraciones como pueblo y como país. Así, no es difícil encontrar entre nosotros (llamémonos gente antihegemónica; por ahí nos llamarán “de izquierda”) hermanos militantes que todavía sueñan con el episodio inmortal, glorioso y supremo en el que nos metemos en la montaña con un fusil, bajamos al pueblo de su letargo y conquistamos la ciudad y el palacio de Gobierno, y triunfó la Revolución.
No hay que ser muy sagaz para detectar en esa narrativa las claves de un romanticismo más cercano a los superhéroes que a los revolucionarios (el pueblo en su letargo y yo, poderosísimo y valiente, voy y lo rescato para hacer el socialismo).
Ni hay que andar muy al día en materia de historia y noticias del momento para saber que ese tipo de luchas y procedimientos pertenecen a otra etapa. Que ya el poder no se conquista así (o no necesariamente) y que las tareas para ganar en el ajedrez geopolítico son más de contacto humano y de sudar procesos con nuestra gente, que de fastuosas batallas entre hombres barbudos y gringos trogloditas.
¿En qué se parecen el Vietnam de hace medio siglo, el Irak de la última década y la Libia que viene? En que el ser humano rebelde ha demostrado que a las grandes potencias se les derrota con guerras no convencionales, mediante la organización del pueblo y no necesariamente con la consolidación de ejércitos convencionales.
No queda más nada que decir entonces sobre los camaradas que todavía sueñan con “tomar el poder” por las armas, cuando ya tenemos un aliado en el poder. Discusión para otras entregas.
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