Fidel sobre Lula:
un líder en quien poner las esperanzas
Por: Fidel Castro Ruz
Lo conocí en Managua en julio de 1980, hace 30 años, durante la conmemoración del primer aniversario de la Revolución Sandinista, gracias a mis contactos con los partidarios de la Teología de la Liberación, que se iniciaron en Chile cuando en el año 1971 visité al presidente Allende.
Por Frei Betto sabía quién era Lula, un líder obrero en el que los cristianos de izquierda ponían desde temprano sus esperanzas.
Se trataba de un humilde obrero de la industria metalúrgica que se destacaba por su inteligencia y prestigio entre los sindicatos, en la gran nación que emergía de las tinieblas de la dictadura militar impuesta por el imperio yanki, en la década del 60.
(...)
Deseo dejar constancia escrita de la importancia y el simbolismo que para mí tuvo la visita y el último encuentro con Lula, desde el punto de vista personal y revolucionario. Él dijo que, próximo ya a finalizar su mandato, deseaba visitar a su amigo Fidel; calificativo honroso que recibí de su parte. Creo conocerlo bien. No pocas veces conversamos fraternalmente dentro y fuera de Cuba.
Una vez tuve el honor de visitarlo en su casa, situada en un modesto barrio de Sao Paulo, donde residía con su familia. Fue para mí un emotivo encuentro con él, su esposa y sus hijos. No olvidaré nunca la atmósfera familiar y sana de aquel hogar, y el sincero afecto con que lo abordaban sus vecinos, cuando Lula era ya un prestigioso líder obrero y político. Nadie sabía entonces si llegaría o no a la Presidencia de Brasil, pues los intereses y fuerzas que se le oponían eran muy grandes, pero me agradaba hablar con él.
A Lula tampoco le importaba mucho el cargo; le satisfacía, sobre todo, el placer de luchar y lo hacía con intachable modestia; que demostró sobradamente cuando, habiendo sido vencido tres veces por sus poderosos adversarios, sólo accedió a permitir la postulación del Partido de los Trabajadores una cuarta ocasión por fuerte presión de sus más sinceros amigos.
No intentaré hacer recuento de las veces que hablamos antes de que lo eligieran Presidente; una de ellas, entre las primeras, fue a mediados de la década de los 80 cuando luchábamos en La Habana contra la deuda externa de América Latina, que entonces ascendía a 300 mil millones de dólares y había sido más de una vez pagada. Es un luchador nato.
Tres veces, como dije, sus adversarios, apoyados en enormes recursos económicos y mediáticos, lo derrotaron en las urnas. Sus más cercanos colaboradores y amigos sabíamos sin embargo que había llegado la hora de que aquel humilde obrero fuese el candidato del Partido de los Trabajadores y de las fuerzas de izquierda.
Con seguridad sus oponentes lo subestimaron, pensaron que no podría contar con mayoría alguna en el órgano legislativo. No existía ya la URSS. ¿Qué podía significar Lula al frente de Brasil, una nación de grandes riquezas, pero de escaso desarrollo en manos de una burguesía rica e influyente?
Sin embargo, el neoliberalismo entraba en crisis, la Revolución Bolivariana había triunfado en Venezuela, Menem estaba en caída vertical, Pinochet había desaparecido de la escena y Cuba resistía. Pero Lula es electo cuando Bush triunfa fraudulentamente en Estados Unidos, despojando a su rival Al Gore de la victoria.
Se iniciaba una etapa difícil. Impulsar la carrera armamentista y con ella el papel del Complejo Militar Industrial, y reducir los impuestos a los sectores ricos, fueron los primeros pasos del nuevo Presidente de Estados Unidos.
Con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, reinició las guerras de conquista e institucionalizó el asesinato y las torturas como instrumento de dominio imperialista. Son impublicables los hechos relacionados con las cárceles secretas, que delataban la complicidad de los aliados de Estados Unidos con esa política. De este modo, se aceleró la peor crisis económica de las que en forma cíclica y creciente acompañan al capitalismo desarrollado, pero esta vez con los privilegios de Bretton Woods y sin ninguno de sus compromisos.
Brasil, por su parte, en los últimos ocho años bajo la dirección de Lula, vencía obstáculos, incrementaba su desarrollo tecnológico, y potenciaba el peso de la economía brasileña. La parte más difícil fue su primer período, pero tuvo éxito y ganó experiencia. Con su incansable batallar, serenidad, sangre fría y creciente consagración a la tarea, en condiciones internacionales tan difíciles, Brasil alcanzó un PIB que se aproxima a los dos millones de millones de dólares.
Los datos varían según las fuentes, pero todas lo sitúan entre las 10 mayores economías del mundo. A pesar de eso, con una superficie de 8 millones 524 mil kilómetros cuadrados, frente a Estados Unidos, que apenas posee algo más de territorio, Brasil sólo alcanza aproximadamente el 12% del Producto Interno Bruto de ese país imperialista que saquea al mundo y despliega sus fuerzas armadas en más de mil bases militares de todo el planeta.
Tuve el privilegio de asistir a su toma de posesión a fines del 2002. También estuvo Hugo Chávez, que acababa de enfrentar el golpe de Estado traidor del 11 de abril de ese año, y posteriormente el golpe petrolero organizado por Washington. Ya Bush era Presidente. Las relaciones entre Brasil, la República Bolivariana y Cuba siempre fueron buenas y de mutuo respeto.
(...)
Una cosa es indiscutible: el obrero metalúrgico se ha convertido actualmente en un estadista destacado y prestigioso cuya voz se escucha con respeto en todas las reuniones internacionales.
Está orgulloso por haber recibido el honor de los Juegos Olímpicos para Brasil en el 2016 en virtud del excelente programa presentado en Dinamarca. Será sede también del Mundial de Fútbol en el 2014. Todo ha sido fruto de los proyectos presentados por Brasil, que superaron a los de sus competidores.
Una gran prueba de su desinterés fue la renuncia a buscar la reelección, y confía en que el Partido de los Trabajadores continuará gobernando a Brasil.
Algunos envidiosos de su prestigio y de su gloria, y peor aún, los que están al servicio del imperio, lo criticaron por visitar Cuba. Utilizaron para ello las viles calumnias que desde hace medio siglo se usan contra Cuba.
Lula conoce desde hace muchos años que en nuestro país jamás se torturó a nadie, jamás se ordenó el asesinato de un adversario, jamás se mintió al pueblo. Tiene la seguridad de que la verdad es compañera inseparable de sus amigos cubanos.
De Cuba partió rumbo a nuestro vecino Haití. A él le informamos nuestras ideas sobre lo que proponemos con relación a un programa sostenible, eficiente, especialmente importante y muy económico para Haití. Conoce que más de cien mil haitianos fueron atendidos por nuestros médicos y los graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina después del terremoto. Hablamos cosas serias, conozco sus ardientes deseos de ayudar a ese noble y sufrido pueblo.
Guardaré un imborrable recuerdo de mi último encuentro con el Presidente de Brasil y no vacilo en proclamarlo.
Marzo 1 de 2010
12 y 15 p.m.
Fecha:
01/03/2010
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